sábado, 28 de noviembre de 2009

CONCEPTOS ACERCA DE LA GENERATIVIDAD.

Generatividad es la cualidad que Erikson(1985) referencia en la edad adulta abarcando actividades de procreación, producción y creación que incluyen la crianza y orientación de los otros. En su modelo explicativo Erikson establece, en el séptimo estadio del desarrollo humano, la crisis Generatividad-Estancamiento en la que la preocupación por establecer y guiar a la nueva generación por medio del acto mismo del cuidado marca la madurez psicosocial y el desarrollo positivo del adulto.

Existen muy diversas actividades en las que el ser humano puede lograr el desarrollo de la generatividad y, aunque el ejercicio de la maternidad/paternidad es considerado como el ejemplo por antonomasia, otras como la participación en organizaciones sociales y voluntariado o las relaciones de amistad también son generativas. La generatividad resulta clave en toda situación en la que alguien es responsable de otros, por lo que existen profesiones que son inherentemente generativas, como la enseñanza, el trabajo social, la medicina... (Zacarés, J. 1999)


La generatividad en la docencia implica un talante profesional que busca el desarrollo personal a través de ser contingente en el desarrollo de los alumnos, de manera que la dificultad en lograrlo puede llevar al predominio del estancamiento, entendido como autoabsorción o autoindulgencia, que Erikson (1970) describe como la situación en la que el adulto se muestra incapaz de cuidar de otros y demanda constantemente cuidados de los demás, tratándose a sí mismo como si fuera su propio y único hijo.


El nexo entre el grado de consecución de la generatividad y el síndrome del profesor gastado que hemos analizado radica en que el resultado de la valoración del logro alcanzado es un factor decisivo en el equilibrio personal del adulto. La valoración del logro personal de generatividad en el docente que optó por su profesión atendiendo a la característica intrínseca de la enseñanza, (guía y cuidado de otros) incide en su autoconcepto y autoestima. Sus intentos frustrados de intervención como formador, orientador, enseñante, guía... del alumnado generan el malestar y los sentimientos de baja realización profesional asociados al síndrome, más el costo emocional que conllevan. De ahí que, en ocasiones, los docentes más implicados sean los más vulnerables.


Extraído de:


CAMBIO DOCENTE PARA LA PREVENCIÓN Y


RESOLUCIÓN DE CONFLICTOS.


Autor: Luis Gómez Pérez


Generalitat Valenciana


Consellería de Cultura Educación y Ciencia


Fuente: http://www.edu.gva.es/per/docs/rlestres_1.pdf


 


 


 


 

miércoles, 11 de noviembre de 2009

CAMBIO DOCENTE PARA LA PREVENCIÓN Y RESOLUCIÓN DE CONFLICTOS



No se puede pasar por la vida


sin poder vivir,


sin hacer vivir...


S. Beckett.


Hemos analizado como la crisis en el profesorado se manifiesta de diversas formas y hemos analizado especialmente el síndrome del profesor gastado (burnout) porque el estudio de los síntomas que lo componen permite una aproximación globalizadora y un análisis de las relaciones de causalidad entre las manifestaciones que definen el proceso de conflicto en docentes.


Recordemos la gravedad de la incidencia de los componentes y que hemos establecido una relación de causalidad lineal entre los componentes a través de las dos figuras siguientes:


En nuestro análisis insistimos en que el factor causal radica en la no consecución de metas personales en el ejercicio de la profesión de forma crónica, originando sentimientos asociados a manifestaciones como las reflejadas en el cuadro siguiente


BAJA REALIZACIÓN PERSONAL EN EL TRABAJO.


No consigo logros ni éxitos a través de la enseñanza.


AGOTAMIENTOEMOCIONAL.


No logro influir positivamente en los alumnos con mi trabajo.


DESPERSONALIZACIÓN


No soy eficaz en la atención de los problemas que presenta mi alumnado, su problemática escapa de mi alcance.


FACTORES EN EL SÍNDROME DEL BURNOUT.


Etc.


En este contexto, el esfuerzo prolongado sin logros es interpretado como esfuerzo sin sentido, que propicia la fatiga y el desánimo, generando pensamientos, diálogos internos, determinados por ideas negativas, como:


Me esfuerzo demasiado para el rendimiento que obtengo.


Trabajar cada día con alumnos me resulta muy desagradable.


Me siento frustrado en mi trabajo docente.


Me encuentro demasiado cansado al final de las clases y desanimado cuando me levanto para ir a clase.


Me siento gastado, acabado para la enseñanza, pero tengo que continuar en esta profesión.


Etc.


Así, al continuar los problemas y dificultades cotidianamente en el aula o claustro, al sentirse presionado, es fácil ver al otro como al enemigo, el que causa mis problemas... por lo que se desarrollan estrategias defensivas como son:


El distanciamiento.


La frialdad en el trato.


La desimplicación.


La insensibilidad...


Las cuales son dirigidas hacia ese alumnado que da razón de ser a la profesión, así como a los compañeros, viendo a ambos como negativos, despreciables, culpables de nuestras frustraciones...


 


Extraído de;


CAMBIO DOCENTE PARA LA PREVENCIÓN Y


RESOLUCIÓN DE CONFLICTOS.


Autor: Luis Gómez Pérez


Generalitat Valenciana


Consellería de Cultura Educación y Ciencia


Fuente: http://www.edu.gva.es/per/docs/rlestres_1.pdf


 

lunes, 2 de noviembre de 2009

Profesores quemados

El tema del malestar docente raramente es tratado en los medios de comunicación, y al encontrar algo, que además está bien tratado, lo reproduzco en el blog. A continuación, una nota publicada en un medio español.

PRESIÓN El acoso escolar y la agresividad contra los profesores rezuman por todas las aulas. Ello supone un esfuerzo psíquico adicional para realizar la tarea educativa, junto a demandas crecientes y constantes de la escuela, falta de reconocimiento social y una evidente escasez de recursos humanos.
22.10.2009 -
JOSÉ ANTONIO FLÓREZ LOZANO CATEDRÁTICO DE CC DE LA CONDUCTA DE LA UNIVERSIDAD DE OVIEDO
GASPAR MEANA

El ámbito de la enseñanza no es ajeno a los episodios de estrés, ansiedad y depresión que caracterizan el mundo laboral. Obviamente, no son sólo las deficientes condiciones físicas u organizativas las que desencadenan inexorablemente el estrés en los equipos educativos. La mayoría de los profesores de Primaria o Secundaria sienten una creciente impotencia ante unos niños y adolescentes que se muestran cada vez más indiferentes, agresivos y violentos. El 61% de las bajas laborales por estrés, depresión y ansiedad corresponde a profesores de Secundaria, lo que explica que, posiblemente, son los profesores sometidos a mayor presión. Ello parece lógico si tenemos en cuenta la crisis de la adolescencia, la agresividad, las conductas antisociales de algunos alumnos, la desmotivación de los alumnos, la rebeldía, la crisis de los valores y la poca o nula participación de los padres en el proceso educativo. Algunos profesores comentan: «he perdido la voz tratando de que mis alumnos atiendan». La degradación es tal que algunos profesores sienten miedo a entrar en las aulas y enfrentarse día a día a la tarea docente.

No hay más que observar el lenguaje fuertemente saturado de insultos, amenazas, palabras soeces y de una interminable sarta de procacidades. Atados de pies y manos, los profesores no pueden imponer una disciplina absolutamente necesaria para el proceso educativo. También es cierto que muchos profesores no tienen un perfil de personalidad ideal para mantener una relación idónea con el niño; no saben cómo hacer frente a los conflictos emocionales de los niños, a sus cambios emocionales o, simplemente, a la hipercinesia natural de los pequeños.

Así, se puede producir una escalada de autoritarismo en la relación 'profesor-alumno'; pero a mayor énfasis en la disciplina, más difícil se pone el alumno: el profesor siente que el estudiante se porta mal y éste que el profesor no le entiende. El final puede ser la estigmatización del alumno, lo cual origina un descenso de su autoestima y la desmotivación reactiva. El profesor, para combatir esa inseguridad, centra su atención en la disciplina, una conducta de afrontamiento ineficaz que aumentará su estrés. Ante la incomprensión de la Administración, la sociedad y los padres, los profesores tiran la toalla y renuncian a lo esencial de su profesión, educar, al tiempo que excluyen el reconocimiento y la gratificación de lo más importante y trascendental de la labor educativa.

Tratar con cierto tipo de niños (difíciles) y de padres (conflictivos) se convierte en un factor determinante del síndrome de estar 'quemado' ('burnout'). El exceso de horario lectivo, la atención a los niños con déficit de aprendizaje, la delegación de problemas y conflictos que corresponden a las familias y los problemas disciplinarios, constituyen tóxicos esenciales en la formación del síndrome de 'burnout' del profesorado. Los problemas disciplinarios inducen un estrés insoportable y merman el rendimiento general de la clase. El profesor tiene que asumir responsabilidades más allá de la docencia.

El virus de la desmotivación y la desesperanza comienza a hacer su particular efecto demoledor sobre el psiquismo del profesor. Desmotivación e indisciplina actúan demoliendo el equilibrio emocional del profesor. Si a ello añadimos que las relaciones interpersonales, en muchos casos, están preñadas de un nivel considerable de tensión emocional, parece lógico que algunos profesores especialmente vulnerables sucumban ante el 'burnout'.

Así pues, el grupo de compañeros que debería ser un recurso eficaz de apoyo, valoración y estímulo del profesor 'quemado', se puede convertir en un elemento amenazador y conflictivo que alimenta la intensidad y patología del estrés. De esta suerte, el profesor percibe el choque psicológico que se genera en su interior y que posibilita la aparición de conflictos psicológicos inherentes al estrés patológico. Todos estos factores van minando la salud integral de nuestros docentes. El acoso escolar y la agresividad contra los profesores rezuman por todas las aulas. Ello supone un esfuerzo psíquico adicional para realizar la tarea educativa, junto a demandas crecientes y constantes de la escuela, falta de reconocimiento social y una evidente escasez de recursos humanos. Ilusión y frustración se entremezclan en la mente del docente, hasta el punto de horadar su propio nivel de autoestima.

Finalmente, el profesor fracasa en el proceso de adaptación a su entorno laboral y se hace evidente el desgaste psíquico. Lo más probable es que aparezcan entonces dos cuadros patológicos: la depresión y la transformación de su personalidad en un ser extremadamente autoritario. La Agencia Europea para la Seguridad y la Salud en el Trabajo destaca que el 15% del sector educativo ha sufrido malos tratos físicos y psicológicos en el desempeño de sus labores docentes y educativas. De esta forma, surge con toda virulencia un estrés crónico capaz de explicar la mayoría de las enfermedades que sufren los profesores. Hasta un 40 % de profesores sufren de diversas enfermedades psicosomáticas, siendo el colon irritable y la depresión las más frecuentes. El 70% de las bajas laborales se relaciona con la depresión y el alto grado de conflictividad que presentan algunos alumnos y sus familias. Una sociedad hedonista (sociedad de consumo), permisiva, huérfana de valores en la que el éxito se concibe en clave económica y la consigna es pasarlo bien sin ninguna contrapartida, supone un caldo de cultivo esencial para que aparezca el profesor 'quemado'.

El estrés y el agobio surgen desde múltiples puntos de la práctica educativa habitual: una mala estimación de la tarea que comienzan, una defectuosa planificación de las tareas educativas, una inadecuada distribución del tiempo, una falta de confianza en su propia capacidad, un fallo de credibilidad en lo que uno puede hacer, un miedo a lo desconocido, etcétera, nos llevan a la desesperación, a la angustia y finalmente al 'burnout'. La persona afectada por este mal se queda como paralizada, estupurosa; le puede asfixiar una inmensa melancolía y percibe la vida como una angustiosa experiencia. Nadie le escucha, nadie le oye; es como cuando uno intenta hacerse oír durante los sueños y nadie oye las propias palabras (¡de desaliento!, ¡de no poder más!). El profesor ha quedado anegado por la monotonía de las ideas, por la superficialidad de las relaciones laborales, por la frialdad de los compañeros y de sus familiares. En el 'burnout', uno se asoma a un abismo y, por ello, corre el riesgo de desaparecer, de destruir su propia personalidad. Se trata de un síndrome que produce un vaciamiento existencial, un declive progresivo de su energía y capacidad de iniciativa y una imposibilidad para ayudar a los otros; todo ello cristaliza en un autoconcepto negativo de «sí mismo» ('self-handicapping').

Lentamente, surge una cierta incapacidad laboral. Se constata un cierto desencanto o cansancio junto a sentimientos de abandono o desesperanza, falta de expectativas laborales y una mayor dificultad en las relaciones sociales. Se va formando una situación patológica cristalizada en un síndrome entendido como «un cansancio emocional que lleva a una pérdida de motivación y eventualmente progresa hacia sentimientos de inadecuación y fracaso». Los diferentes investigadores han expresado su convicción de que el síndrome se encuentra muy relacionado con el estrés personal subsecuente a las relaciones laborales y educativas. Sus consecuencias se extienden desde el absentismo y los retrasos hasta diversas repercusiones en la salud de los afectados: depresión, cefaleas, polialgias, fatiga, trastornos digestivos diversos... Asimismo, el malestar se acompaña con conflictos en el centro educativo, demandas de traslado, bajas por asuntos personales, bajas médicas... Pero, de cualquier manera, lo trascendental y realmente importante es que se trata de un síndrome que tiene la fuerza necesaria como para llegar a producir incapacidad laboral (¡y esto es especialmente grave!), porque: ¿cuántos maestros y profesores se encontrarán en este trance? En estos casos hay una historia muy angustiosa, en la que la realidad y los tormentos psíquicos de nuestro gran protagonista se mezclan componiendo un todo inasible, ciertamente angustiante, debido a ese entorno de acoso, incomprensión y frustración sin límites.

La puesta en marcha de grupos terapéuticos en profesionales especialmente vulnerables, como los profesores, es el mejor antídoto para neutralizar el síndrome de «estar quemado». Resulta evidente la necesidad de poner en funcionamiento programas terapéuticos diversos de profilaxis frente al estrés laboral. Las interacciones 'profesor-alumno' son un espacio socioemocional ideal para la búsqueda y aprendizaje de estrategias emocionales. Es decir, un centro educativo que sea capaz de aportar los componentes de confianza, seguridad y respeto. La formación de directores y del propio personal es urgente. Igualmente, el desarrollo de programas psicoterapéuticos individuales (afrontamiento del estrés laboral) o en grupo es absolutamente imprescindible. Las estrategias individuales reducen la experiencia emocional del estrés. La desensibilización sistemática, el 'counseling', las prácticas de simulación, el entrenamiento en asertividad, el aprendizaje de destrezas sociales, las habilidades relacionales y de comunicación, las habilidades de 'coping' y la reconstrucción de pensamientos e ideas sobre la enseñanza, suelen ser eficaces para evitar esa figura del profesor 'quemado'. En fin, las exigencias modernas de calidad y de adaptación a las nuevas tecnologías imperantes exigen un cuidado y una protección integral de la salud del profesor. Este es el reto de nuestra sociedad.


http://www.elcomerciodigital.com/prensa/20091022/opinionarticulos/profesores-quemados-20091022.html
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