domingo, 19 de febrero de 2012

Relación entre estrés y síndrome de «burnout»

¿Es lo mismo “estrés” y “síndrome de burnout”? ¿Uno es consecuencia del otro? ¿Existe un “estrés bueno”? ¿Qué los origina? El siguiente artículo establece las diferencias entre los conceptos.



El estrés fue definido, en primer lugar, por Hans Selye, un estudiante de segundo de Medicina de la Universidad de Praga, en 1926. Selye se preguntaba por qué pacientes que sufrían de las más diversas enfermedades tenían en común tantos signos y síntomas: pérdida de apetito, reducción de la fuerza muscular, carencia de iniciativa… Así: «Si un hombre sufre una grave pérdida de sangre, una enfermedad infecciosa o un cáncer avanzado, pierde su apetito, su fuerza muscular y su ambición de realizar nada; habitualmente, el paciente también pierde peso e incluso su expresión facial denota que está enfermo»

Selye buscaba un diagnóstico diferencial para este síndrome que aparecía ante diferentes situaciones e independientemente del trastorno que sufrían los pacientes, llegando a definirlo como estrés, aunque en un principio lo denominó como el síndrome de sólo estar enfermo.

Según García, para Selye el estrés es la respuesta inespecífica del organismo ante cualquier exigencia y se produce ante condiciones tanto positivas como negativas. Es decir, se trataría de un proceso en origen adaptativo, que pone en marcha una serie de mecanismos de emergencia necesarios para la supervivencia y sólo bajo determinadas condiciones sus consecuencias se vuelven negativas.

En la actualidad el estrés se podría conceptuar del siguiente modo: “Proceso psicológico que se origina ante una exigencia al organismo, frente a la cual éste no tiene recursos para dar una respuesta adecuada, activando un mecanismo de emergencia consistente en una activación psicofisiológica que permite recoger más y mejor información, procesarla e interpretarla más rápida y eficientemente, y así permitir al organismo actuar de una manera adecuada a la demanda”. El tipo de estrés que experimentemos dependerá de nuestra valoración ya que: «El balance entre cómo vemos la demanda y la percepción de la propia capacidad para hacerle frente es lo que determinará que sintamos estrés positivo o negativo o que no tengamos estrés» [Loocker & Gregson].

El «burnout» fue descrito por el psiquiatra Herbert Freudenberger en 1974. Durante su trabajo en Nueva York, en una clínica de toxicómanos, observó que un gran número de asistentes voluntarios sufrían una progresiva pérdida de energía, desmotivación para el trabajo, así como síntomas de ansiedad y depresión. Estos voluntarios se volvían menos sensibles, poco comprensivos e incluso agresivos hacia sus pacientes, con un trato distanciado y despreciativo, llegando a culpar a los pacientes de los propios problemas que padecían. Freudenberguer utilizó el término de burnout para describir sus observaciones, que anteriormente ya era empleado para referirse a los efectos del consumo crónico de sustancias tóxicas de abuso.

Según Maslach y Jackson, el síndrome de «burnout» podría definirse como una reacción al estrés crónico, y por lo tanto negativo, en el trabajo, y se caracterizaría por agotamiento físico y/o emocional (disminución y pérdida de energía, fatiga, etcétera), despersonalización (desarrollo de actitudes negativas y respuestas frías e impersonales hacia los destinatarios del servicio prestado) y baja realización personal (tendencia a evaluar el trabajo propio de forma negativa).

«Burnout» y estrés negativo estarían íntimamente ligados tanto si los contemplamos desde la perspectiva clínica, como si lo hacemos desde la perspectiva psicosocial. En este sentido, Guerrero y Vicente señalan que:
«Desde una perspectiva clínica, estrés y burnout guardan una estrecha vinculación en el sentido de que éste último es el final y la consecuencia de una respuesta de estrés crónica que sobrepasa al profesional, agotando su capacidad de reacción de manera adaptativa. Desde la perspectiva psicosocial se acepta que el burnout es un proceso caracterizado por el desgaste psíquico resultante de estar agotado emocionalmente y de mostrar una actitud negativa hacia las personas con las que se trabaja y hacia el propio rol. Es, en definitiva, uno de los últimos eslabones de la cadena de un estrés crónico laboral».


Extraído de
La Formación en Estrés
para la Prevención del Síndrome de «Burnout» en el Currículo de Formación Inicial de los Maestros
Óscar Anadón Revuelta
Estudiante de la Licenciatura en Psicopedagogía en la Facultad de Educación de Zaragoza, bajo la dirección de los profesores José Emilio Palomero Pescador y María del Pilar Teruel Melero.



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