martes, 19 de febrero de 2013

Las claves del bienestar docente


El “Malestar docente”, “Estrés malo” o “Burnot” es una pandemia, ha llegado para quedarse. Debemos tomar todas las medidas a nuestro alcance para prevenirnos, y conocer en una de ellas ¿Qué significa “bienestar docente”? ¿En qué consiste la Docencia? ¿Cuáles son las mayores fuentes de insatisfacción?


La Organización Mundial de la Salud define a la misma como un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente como la ausencia de afecciones o enfermedades. Bisquerra define el bienestar emocional como “el grado como una persona juzga favorablemente la calidad global de su vida”.

Parece que el control sobre la situación, el apoyo social en el trabajo, la gestión del tiempo y la significatividad, o autoeficacia percibida y las estrategias de afrontamiento de situaciones estresantes según investigaciones recogidas por Cornejo y Quiñonez son factores decisivos en la consecución del bienestar de los docentes. Estos factores son todos ellos elementos de competencias emocionales de debiéramos desarrollar los docentes.

Si nos atenemos a la pirámide de Maslow, el pleno bienestar sólo se consigue a través de la realización personal. Por tanto, los factores higiénicos que Herzberg señalaba como puedan ser el salario, las condiciones físicas en las que se desarrolla el trabajo profesional, la seguridad física, o incluso el afecto, quedarían en un segundo plano. Por ello, para desgranar la felicidad docente tendremos que considerar en qué consiste la autorrealización docente.

La docencia es una actividad que tiene al menos, dos vertientes bien definidas. La enseñanza y la educación. Aunque estos dos términos muchas veces se confunden diremos que la enseñanza es la actividad que tiene por objeto que el alumnado llegue a adquirir determinados conocimientos o competencias que le permitan superar con suficiencia situaciones complejas relacionadas con la información recibida; mientras que entendemos por educación aquella actividad que consigue que alumnos y alumnas aprendan a desarrollar un juicio propio, una actitud positiva en relación con las situaciones complejas de la vida. Diríamos que la enseñanza consigue objetivos más concretos mientras que la educación atiende a objetivos más amplios. La realidad es que toda acción de enseñanza comporta una actividad de educación. Toda trasmisión de conocimientos implica una trasmisión de valores y es precisamente en esta trasmisión de valores en las que se encuentran maestro y alumno, profesor y estudiante y va a determinar la satisfacción en el encuentro de ambos.

Una de las mayores fuentes de insatisfacción del profesorado hoy es la comparación con situaciones anteriores en las que el aprendizaje especialmente de carácter intelectual suponía una garantía de éxito profesional, económico y social. Podríamos decir que hace medio siglo los maestros y profesores podrían limitar su esfuerzo a la enseñanza de unos contenidos o unos procedimientos, en la seguridad de que a través de ellos transmitían los valores de esfuerzo y rigor. Sin embargo, hoy los conocimientos y los procedimientos no son patrimonio de los centros educativos, sino que se encuentran en los medios de comunicación y, sobre todo, en Internet. Así la profesión docente ha cambiado y los aspectos educativos han tomado una mayor importancia de la que pudieron tener en el pasado. Palomera, Fdez-Berrocal y Bracket, señalan la importancia de la formación inicial y permanente del profesorado para que llegue a desarrollar su “bienestar y rendimiento laboral”.



Extraído de:
Hué, C. (2012). Bienestar docente y pensamiento emocional. Revista Fuentes, 12, 47-68.
Sobre el autor:
Licenciado en Psicología y Pedagogía por la Universidad Complutense de Madrid en 1974 y 1975 respectivamente, y Doctor en Ciencias de la Educación por la Universidad de Barcelona en 1994.

sábado, 9 de febrero de 2013

Docencia y Estrés


El creciente malestar docente tiene diversos grados, pudiendo llegar a un estrés crónico o “burnot” ¿A quienes afecta? ¿Cuál puede ser su origen? ¿Qué efectos produce? ¿Cómo lo podemos enfrentar?

Determinadas profesiones comportan un alto riesgo de padecer estrés. Dos colectivos especialmente expuestos son el personal de atención hospitalaria y el personal docente. En la base del mismo está su elevada implicación emocional, fruto del contacto directo y continuado con las personas que reciben el servicio.

El profesor no trabaja con máquinas o números, sino con personas. Él a su vez también es una persona, con sus dudas, miedos, anhelos, ideales. Cuanto mayor es su expectativa e implicación con la docencia, más probable es que su “ideal docente” choque con la realidad de la enseñanza, exponiéndole a la frustración y a la sensación de fracaso. Así, excelentes docentes que ponen su cerebro y su alma al servicio de la vocación son víctimas del Síndrome de Burnout o síndrome del trabajador “quemado”.

El docente es un modelo que proyecta sobre sus alumnos, no sólo sus conocimientos sino también su propia forma de ser, su filosofía de la vida, sus valores y actitudes, y su estado de ánimo. Un docente estresado tendrá dificultades para transmitir eficazmente. Su salud laboral y psicológica afectará directamente a la calidad de sus enseñanzas.

Aparte de las dificultades y conflictos normales de cualquier persona, el docente se enfrenta a un número elevado de alumnos, y a menudo a la desmotivación, el desinterés, y los conflictos y problemas de conducta. Su trabajo no consiste exclusivamente en impartir clase; debe preparar, actualizar conocimientos, corregir exámenes y trabajos, evaluar, atender tutorías y revisiones, reuniones de equipo. La sensación de presión puede verse aumentada por las reformas educativas, la innovación, la investigación y la exigencia de calidad.

El orgullo personal del trabajo bien hecho se ve apagado por las pocas expectativas de promoción y por el escaso reconocimiento social. Sigue vigente el tópico de las “largas vacaciones del maestro”. La valoración y el fruto de su labor no suelen ser inmediatos. De hecho, pocos alumnos satisfechos con su profesor se lo hacen saber.

Todo este conjunto de elementos acaba generando agotamiento físico y emocional, irritabilidad, despersonalización, tristeza, desmotivación y ansiedad. La merma de autoestima puede llevar al docente a un estado en el que le resulta difícil reconocer sus éxitos, magnificando cualquier mínimo error y percibiendo situaciones normales como muy amenazantes.

La sensación de fracaso profesional y la insatisfacción con el trabajo le puede llevar a adoptar una actitud muy crítica con su entorno laboral, a la vez que carente de propuestas. El absentismo, el abandono o la jubilación anticipada empiezan a barajarse como posibles salidas a una situación que le desborda.

Las estrategias para combatir el estrés son múltiples. En el plano físico se orientan a la relajación, la respiración, el ejercicio, el descanso. Otras propuestas se dirigen a la formación en temas específicos, como las estrategias para tomar decisiones, resolver problemas o gestionar el tiempo. Estas últimas puede ayudar decisivamente a optimizar el aprovechamiento del tiempo, marcar objetivos y detectar prioridades, planificar y eliminar los malversadores del tiempo, y buscar la eficacia sin caer en el perfeccionismo.

El apoyo psicológico puede abordar técnicas de autocontrol emocional y trabajar la motivación y el autoconcepto, fortaleciendo el sentimiento de valía y reduciendo el de indefensión. El aspecto cognitivo es clave, ya que el pensamiento actúa como un filtro que precede a las respuestas emocionales y fisiológicas propias del estrés. Es preciso atajar los pensamientos negativos y obsesivos, y reestructurar algunas ideas irracionales. Es posible adoptar un enfoque positivo y constructivo no sólo sobre la docencia sino ante la vida en general. La actitud personal es fundamental en la prevención y tratamiento del estrés, así como en la mejora de la calidad de vida y del desempeño profesional.

Vale la pena recordar que la docencia es una actividad clave para el desarrollo humano. Una labor que despierta vocaciones, alumbra ideas en la mente de muchos discípulos, generando libertad, progreso y bienestar social. Esa noble profesión, lejos de ”quemar”, debe llenar de orgullo a quien tiene el privilegio de poder ejercerla.


Autor
Guillermo Ballenato Prieto.
Psicólogo

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