El mayor o menor control emocional será el que determine
nuestro nivel de bienestar docente. Precisamente, el malestar docente se mide
por las reacciones negativas fruto de un bajo control emocional. Las emociones
son manifestaciones fisiológicas primarias que facilitan la adaptación y la
supervivencia de los seres vivos. Las emociones permiten a los animales
sobrevivir al disponer en su organismo de toda la energía en el sistema
muscular para actuar, y en los órganos sensoriales para percibir. De este modo,
a través de los centros cerebrales correspondientes al paleocerebro en el ser
humano, la activación de las cápsulas suprarrenales emiten a la sangre altas
cantidades de cortisol que facilitan una rápida respuesta en el organismo
(Servan-Scheiber). Pero, al disponer de toda la energía para los músculos, se
obtiene una deprivación en la irrigación del resto de los órganos y sistemas
siendo el sistema digestivo y el sistema nervioso los más afectados. De ahí que
en situaciones de estrés, con alto consumo de energía, los docentes generamos
todo tipo de trastornos que son, en definitiva, un reflejo de que estamos
haciendo una mala gestión de nuestros recursos energéticos (Soler y Conalga).
Pero sobre todo, sin darnos cuenta, la energía que en una situación de estrés
prolongado podemos tener los docentes, es restada al cerebro consiguiendo una
capacidad de razonamiento, de decisión y de afrontamiento de los problemas muy
inferior a la que estaríamos habituados.
El descontrol emocional del profesorado se produce
fundamentalmente por la falta de adecuación de nuestro hacer docente a aquel
ideal de profesor que nos gustaría ser. “Hay
días que me encantaría largarme de aquí, dar un portazo al salir, decir al
director que se meta el trabajo donde le quepa, tirar cuesta abajo hacia el
transbordador...” decía Court.
Por este motivo, el método de pensamiento emocional nos
ayuda a gestionar nuestras emociones y sentimientos negativos como el miedo que
es aquella emoción que nos hace luchar o atacar, huir o quedarnos paralizados
Bizkarra. Muchas veces los docentes sentimos miedo y en otras ocasiones nos
ponemos barreras para defendernos y luego esas mismas barreras no nos dejan
crecer (Fischer). El estrés es ese sentimiento que sentimos los profesores
cuando nos vemos presionados, sobrecargados de trabajo. Cuando esto ocurre las
bajas por enfermedad son frecuentes llegando a alcanzar entre el 50 y el 75%
(Servan-Scheiber). La ansiedad es ese sentimiento indefinido que nos hace estar
alerta sin saber muy bien la razón que la provoca. Esa
situación nos hace consumir energías que podríamos dedicar, por ejemplo, a
mejorar nuestra metodología docente o a conocer mejor a nuestro alumnado. Y, a
veces, el miedo del profesorado se convierte en angustia. Todos hemos conocido
profesores o profesoras con el síndrome de la tarde del domingo cuando sienten
la angustia de tener que enfrentarse al día siguiente con un determinado grupo
de alumnos. Pero, la peor reacción del docente es la depresión (Bizkarra).
Por ello, el método de pensamiento emocional propone
actividades de control físico y de control mental. El control físico es la
primera de ellas. Todos los docentes cuando entramos en el aula utilizamos como
maquinaria nuestro propio cuerpo. Según entramos en ella, nuestros alumnos
advierten nuestro estado de ánimo, el nivel de autoestima, nuestra capacidad de
control emocional, nuestro nivel de motivación, etc. Aunque deseemos que ellos
no adviertan nuestras sensaciones y pensamientos, los alumnos los descubren
fácilmente porque son un número alto de observantes, 25 de media por aula, y a
lo largo de todo el curso. Este es el motivo por el que los docentes debemos
aprender a tener el máximo control sobre nuestro cuerpo (Traveset i Vilaginés).
Para ello, el método de pensamiento emocional, nos propone un conjunto de
técnicas a desarrollar que nos permitirán mejorar nuestro control físico. Así,
aprender a hacer ejercicios de relajación y respiración, como nos indican (Cox
y Heames). El ejercicio físico, especialmente caminar y hacer deporte que no
requiera grandes esfuerzos; ejercicios aeróbicos, yoga, tai-chi o pilates; o
también, aromoterapia, acupuntura u otras técnicas como las que nos indica
Servan-Scheiber.
Pero, más importante que el control físico es el control
mental. El método de pensamiento emocional fomenta la reflexión, el cambio
cognitivo como medio para cambiar las emociones y sentimientos negativos en
otros positivos. El estilo cognitivo del docente es determinante del control
emocional por lo que el método de pensamiento emocional propone un conjunto de
ejercicios para establecer ese cambio.
Finalmente, el método de pensamiento emocional nos propone
desarrollar las doce recomendaciones que Albert Ellis indicaba que posee una
persona equilibrada: “Siente interés por
sí mismo. Tiene intereses sociales. Es responsable de sí mismo. Es tolerante
con los errores. Es flexible. Vive el presente. Realiza actividades. Practica
el pensamiento racional. Se acepta a sí mismo. Toma decisiones. Acepta el
término medio. Se responsabiliza de su vida”.
Extraído de:
Hué, C. (2012).
Bienestar docente y pensamiento emocional. Revista Fuentes, 12, 47-68.
Sobre el autor:
Licenciado en
Psicología y Pedagogía por la Universidad Complutense
de Madrid en 1974 y 1975 respectivamente, y Doctor en Ciencias de la Educación
por la Universidad de Barcelona en 1994.
1 comentario:
REFORZAR EL SISTEMA EMOCIONAL
A menudo se busca la intervención de especialistas cuando los problemas, alteraciones y patologías ya han aparecido y lo que sería deseable es evitar que aparezcan mediante el refuerzo del sistema emocional. No es evitar los problemas, sino reforzar nuestra capacidad de respuesta para que no nos perjudiquen.
psicologia-terapias.blogspot.com.ar/2013/09/reforzar-el-sistema-emocional.html#.UkDFStIz1Q4
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