La aparición del “Síndrome de burnout” es reciente, pero no por eso significa que no sea importante, por lo que es objeto de numerosas investigaciones ¿En qué consiste el Síndrome de Burnout? ¿Qué variables explican su aparición y desarrollo? ¿Cuáles son las señales que lo delatan?
El término Burnout se empezó a utilizar a partir de 1977,
tras la exposición de Maslach ante una convención de la Asociación Americana
de Psicólogos, en la que conceptualizó el síndrome como el desgaste profesional
de las personas que trabajan en diversos sectores de servicios humanos, siempre
en contacto directo con los usuarios, especialmente personal sanitario y
profesores. El síndrome sería la respuesta extrema al estrés crónico originado
en el contexto laboral y tendría repercusiones de índole individual, pero
también afectaría a aspectos organizacionales y sociales.
Desde los años ochenta, los estudios sobre el Burnout no han
dejado de proliferar, pero es a fines de la década de los noventa cuando se
logran acuerdos básicos sobre la conceptualización, análisis, técnicas e
incluso programas de prevención. Uno de los modelos explicativos generales es
el de Gil- Monte & Peiró, y sobre estrategias y técnicas de intervención,
son de suma importancia los de Manassero y cols., Ramos, Matteson e Ivansevich,
Peiró y cols, Leiter, entre otros. Sin embargo, aún contando con los avances
desarrollados en campos específicos, todavía existen diversas interpretaciones
sobre el síndrome y más aún sobre los tipos de intervenciones apropiadas para
corregirlo, bien de tipo individual, acentuando la acción psicológica, bien de
tipo social u organizacional, incidiendo en las condiciones de trabajo. Aún
así, existe un consenso básico sobre la importancia de diagnosticar el síndrome
y de promover programas de actuación.
Conceptualización del
burnout
Hay acuerdo general en que el síndrome de Burnout es una
respuesta al estrés crónico en el trabajo (a largo plazo y acumulativo), con
consecuencias negativas a nivel individual y organizacional, y que tiene
peculiaridades muy específicas en áreas determinadas del trabajo, profesional,
voluntario o doméstico, cuando éste se realiza directamente con colectivos de
usuarios, bien sean enfermos de gran dependencia, o alumnos conflictivos. Estos
casos son los casos más reiterados, lo que no excluye otros, aunque ya hay que
advertir que el síndrome se manifiesta menos en los trabajos de tipo manual,
administrativo, etc. En estos casos, el estrés laboral no suele ser
conceptualizado como Burnout, según discriminación general en el campo de la Psicología. Pero
sí se produce en ámbitos como el voluntariado, sin que existan condicionantes
de tipo laboral, salarial, jerarquías, etc.
Así, por ejemplo, Freudenberger, empleó el concepto de
Burnout para referirse al estado físico y mental de los jóvenes voluntarios que
trabajaban en su "Free Clinic" de Nueva York. Estos se esforzaban en
sus funciones, sacrificando su propia salud con el fin de alcanzar ideales
superiores y recibiendo poco o nada de reforzamiento por su esfuerzo. Por lo
tanto, después de uno a tres años de labor, presentaron conductas cargadas de
irritación, agotamiento, actitudes de cinismo con los clientes y una tendencia
a evitarlos. Al mero concepto de “estar quemado” se añadía algo que ya no era
sólo el estrés laboral; también cuentan el significado para la persona del
trabajo que realiza, su propia capacidad de generar estrategias de
afrontamiento, la misión a realizar que a veces genera excesiva implicación en
el trabajo y puede terminar en la deserción o la desatención a los usuarios,
pero también a sí mismo.
Pero la extensión del Burnout a otros ámbitos distintos de
los asistenciales genera una gran polémica científica, ya iniciada en el mismo
momento en que Malasch acuñó el término y propuso que sólo se aplicara a
trabajadores insertos en el ámbito laboral que realizan su trabajo en contacto
directo con personas en el seno de una organización. Así, pues, Maslach y
Jackson definen el Burnout como una manifestación comportamental del estrés
laboral, y lo entienden como un síndrome tridimensional caracterizado por
cansancio emocional (CE), despersonalización (DP) en el trato con clientes y
usuarios, y dificultad para el logro/realización personal (RP). A partir de
estos componentes se elaboró el "Maslach Burnout Inventory" (MBI),
cuyo objetivo era medir el Burnout personal en las áreas de servicios humanos,
evaluando dichas dimensiones por medio de tres subescalas. Extraoficialmente,
esta escala se ha convertido en la más aceptada por su amplia utilización en
diversos tipos de muestras. Hasta el momento, la escala ha tenido tres
revisiones, en la última de las cuales se han introducido al fin las
“profesiones no asistenciales” y se ha sustituido el término despersonalización
por "cinismo".
La polémica, sin embargo, continúa; de ahí que encontremos
todavía otras definiciones que vienen a complementar la de Maslach, por
ejemplo, la de Burke,
que explica el Burnout como un proceso de adaptación del estrés laboral, que se
caracteriza por desorientación profesional, desgaste, sentimientos de culpa por
falta de éxito profesional, frialdad o distanciamiento emocional y aislamiento (Ramos
& Buendía). Farber lo describe como un reflejo de la mayoría de los
ambientes de trabajos actuales, ya que la competencia laboral exige intentar
producir cada vez mejores resultados al menor tiempo y con los mínimos recursos
posibles. A partir de esta realidad, este autor señala cuatro variables
importantes para explicar la aparición y el desarrollo del Burnout:
1) la presión de satisfacer las demandas de otros,
2) intensa competitividad,
3) deseo de obtener más dinero y
4) sensación de ser desprovisto de algo que se merece.
Dentro de la tendencia a aplicar el Burnout sólo a
profesiones asistenciales, Maslach y Schaufeli intentaron una ampliación del concepto
aceptando diversas definiciones en función de algunas características
similares, de las que destacan:
1. Predominan más los síntomas mentales o conductuales que
los físicos. Entre los síntomas disfóricos se señalan, el cansancio mental o
emocional, fatiga y depresión; siendo el principal el Cansancio Emocional.
2. Los síntomas se manifiestan en personas que no sufrían
ninguna Psicopatología anteriormente.
3. Se lo clasifica como un síndrome clínico-laboral.
4. Se desencadena por una inadecuada adaptación al trabajo,
que conlleva a una disminución del rendimiento laboral junto a la sensación de
baja autoestima.
En el lado contrario, es decir, entre los que amplían el
síndrome a profesiones no asistenciales, destacan los conocidos y numerosos
trabajos de Pines y Aronson, que defienden que los síntomas del Burnout se
pueden observar también en personas que no trabajan en el sector de asistencia
social. El síndrome se manifiesta igualmente como un estado de agotamiento
emocional, mental y física, que incluye sentimientos de impotencia e
inutilidad, sensaciones de sentirse atrapado, falta de entusiasmo y baja
autoestima. Dicho estado estaría causado por una implicación durante un tiempo
prolongado en situaciones que son emocionalmente demandantes. Desde esta
óptica, Pines y Aronson desarrollaron una escala de carácter unidimensional,
distinguiendo tres aspectos: agotamiento, desmoralización y pérdida de
motivación (que es básicamente la que nosotros hemos utilizado en nuestro
estudio empírico).
En el mismo sentido, Shirom, a través de una revisión de
diversos estudios, concluye que el contenido del síndrome de Burnout tiene que
ver con una pérdida de las fuentes de energía del sujeto y lo define como “una combinación de fatiga física, cansancio
emocional y cansancio cognitivo”. A ello hay que sumar otros factores, como
los culturales, ocupacionales, educacionales, individuales o de personalidad.
Más recientemente, Hombrados propone una definición conductual basada en la
coexistencia de un conjunto de respuestas motoras, verbales-cognitivas y
fisiológicas ante una situación laboral con exigencias altas y prolongadas en
el tiempo. Las repercusiones de esta coexistencia sobre la salud del trabajador
y sus funciones supone el desarrollo del Síndrome de Burnout. Por lo tanto, entiende
como elementos fundamentales: “los
cambios emocionales y cognitivos informados, cambios negativos en la ejecución
profesional y una situación de presión social y/o profesional que aparece de
manera continuada”.
En síntesis, actualmente se aplica el síndrome de Burnout a
diversos grupos de profesionales que incluyen desde directivos hasta amas de
casa, desde trabajadores en los ámbitos sociales hasta voluntarios de
organizaciones del Tercer Sector; y se acepta que el síndrome es el resultado
de un proceso en el que el sujeto se ve expuesto a una situación de estrés
crónico laboral y ante el que las estrategias de afrontamiento que utiliza no
son eficaces. Es decir, que en el ámbito individual, los sujetos, en su
esfuerzo por adaptarse y responder eficazmente a las demandas y presiones
laborales, pueden llegar a esforzarse en exceso y de manera prolongada en el
tiempo, lo que acarrea esa sensación que ellos describen como “estoy quemado”;
mientras en el ámbito laboral, en que se producen la mayoría de los casos
estudiados –cada día más por interés de las empresas-, la sensación de que el
rendimiento es bajo y la organización falla conduce al deterioro en la calidad
del servicio, absentismo laboral, alto número de rotaciones e incluso, abandono
del puesto de trabajo. Pero, en suma, las consecuencias en las que hay acuerdo
básico y las que nosotros seguiremos en nuestro estudio, siguiendo a Pines
(passim) son: Cansancio emocional, Despersonalización y Baja Realización
Personal.
Extraído de:
Martínez Pérez, Anabella (2010). El síndrome de Burnout.
Evolución conceptual y estado actual de la cuestión. Vivat Academia.
nº 112. Septiembre. 2010.
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