La docencia está considerada
como uno de los trabajos más estresantes. De hecho, en 1993 la Organización
Internacional del Trabajo señaló que el estrés es una de las principales causas
de abandono en esta profesión. Desde entonces las cifras no han hecho nada más
que empeorar, y los datos más recientes indican que la prevalencia del estrés
laboral en estos profesionales es alarmate. Según la Encuesta Nacional de Salud
(2012) realizada en España, el 26,9% de los docentes consideran que el estrés
laboral es frecuente en sus lugares de trabajo; y según el Informe de
Enfermedades Profesionales por Ocupación de 2014, también de ese país, se han
registrado entre los profesionales de las enseñanza 812 casos de estrés
laboral: 423 con baja laboral y 389 sin baja laboral.
¿A qué nos referimos cuando
hablamos de estrés laboral? El estrés es el resultado del desequilibrio entre
las exigencias y presiones a las que se enfrenta el individuo, por un lado, y
sus conocimientos y capacidades, por otro. Aplicado al ámbito laboral, no solo
incluye situaciones en las que la presión laboral excede a la capacidad del
trabajador para hacer frente a la misma, sino que también incluye los casos en
que no se utilizan suficientemente sus conocimientos y capacidades. Todo ello
puede dar lugar a comportamientos disfuncionales y no habituales en el trabajo,
contribuir a la mala salud física y mental del individuo, y propiciar el
desarrollo del síndrome deburnout(o quemarse en el trabajo), cuyas
principales características son: estar cada vez más agotado emocionalmente,
perder el interés por el trabajo y no resolver con eficacia los problemas que
surjan en el mismo.
¿Por qué se están quemando los
profesores? Actualmente el rol del profesor es retador y estresante ya que
desarrolla un trabajo con altas responsabilidades y exigencias. En las escuelas
del siglo XX, el éxito del profesor estaba vinculado esencialmente a los logros
académicos de sus alumnos, esto es, al rendimiento escolar. Sin embargo, en la
sociedad actual aparecen nuevas demandas y retos. Ahora no es suficiente
conseguir un buen rendimiento académico del alumnado, sino que además los
profesores tienen la responsabilidad de facilitar y potenciar el desarrollo
integral del individuo, su talento y creatividad (Cabello, Ruiz-Aranda y
Fernández-Berrocal, 2010). Para hacer frente a estos objetivos el docente no
solamente debe prepararse en nuevas materias, sino que además ha de trabajar en
equipo, coordinarse por niveles, ciclos y materias, asumir en algunos casos
cargos de gestión (Director, Jefe de Estudios, Secretario, etc.), y pertenecer
a órganos colegiados (Claustro de profesores, Consejo Escolar, Comisiones,
etc.). Estas responsabilidades, junto con las elevadas demandas por parte de
los alumnos y padres, y las continuas reformas de los planes de estudio, están
convirtiendo la docencia en una profesión de alto riesgo psicosocial.
La investigación sobre los
riesgos psicosociales en el trabajo ha proporcionado resultados interesantes
que nos permiten comprender mejor la realidad laboral de las organizaciones
modernas. En relación con la profesión docente, los estudios realizados en el
ámbito educativo han permitido identificar los principales obstáculos y
demandas del profesor, y también sus principales recursos y facilitadores.
Entre los obstáculos se incluyen dificultades sociales (indisciplina,
desinterés y falta de motivación de los alumnos, y actitudes negativas de los
padres hacia el aprendizaje), y problemas técnicos (problemas con los recursos
tecnológicos del centro, problemas con el material didáctico, y fallos o
averías en la infraestructura o instalaciones). Las demandas hacen referencia
la sobrecarga mental y emocional que a menudo supone la actividad docente. Los
facilitadores incluyen aspectos relativos al esfuerzo personal, así como a
conductas de supervisión y políticas de recursos humanos dirigidas a la
eliminación de obstáculos (por ejemplo llevarse bien con los alumnos, y que
éstos participen en clase, gestión eficaz de las reuniones, y fácil acceso a la
información y materiales. Por último, los recursos incluyen los aspectos
laborales e individuales (competencias) que nos ayudan a superar situaciones
difíciles, citándose como más relevantes la autonomía, el apoyo social de los
compañeros, la autoeficacia, los conocimientos didácticos, la inteligencia
emocional y el sentido del humor (Lorente, Salanova, Martínez y Schaufeli,
2008; Salanova, Grau y Martínez, 2005; Salanova, Martínez y Lorente, 2005).
Para evitar las consecuencias negativas y potenciar las positivas relativas al
trabajo docente, sería interesante formar a los docentes y entrenarlos en el
desarrollo de recursos personales que les ayuden a prevenir y/o amortiguar los
riesgos psicosociales de su trabajo, a potenciar su bienestar psicosocial, y a
mejorar los resultados de su trabajo. Ejemplos de esta aproximación es la
aplicación reciente de programas de entrenamiento en inteligencia emocional
(IE) en profesores de diferentes niveles educativos, lo cual está aportando
grandes beneficios y reduciendo el estrés laboral.
La inteligencia emocional es
una capacidad en la que se incluyen 4 habilidades específicas (Mayer y Salovey,
1997): 1)habilidad para identificar y expresar emociones, 2) para usar las
emociones en la toma de decisiones, 3) para comprender las emociones, y 4) para
regularlas, tanto en uno mismo como en los demás.
En la literatura científica
sobre los beneficios de la IE en la actividad docente contamos con estudios que
se han centrado en el análisis de la relación entre la IE y los riesgos
psicosociales del docente, comprobando que los profesores con más IE
experimentan menos burnout (Augusto, López-Zafra, Berrios y
Pulido-Martos, 2012), y utilizan estrategias de afrontamiento más positivas y
adaptativas ante las situaciones de estrés (Augusto, López-Zafra y
Pulido-Martos, 2011). Asimismo, la IE no solo amortigua los efectos de estrés,
sino que también facilita elengagement (Pena y Extremera, 2010), la
satisfacción laboral (Taliadorou y Pashiardis, 2015) y el bienestar psicosocial
del docente (Fernández-Berrocal y Ruiz-Aranda, 2008).En cuanto al efecto que
tienen los profesores emocionalmente inteligentes en sus estudiantes y en los
resultados de clase, se ha constatado que la IE de los profesores es crucial
para el desarrollo de las habilidades socio-emocionales de sus alumnos, para
establecer relaciones positivas con ellos (lo que ayuda a conseguir alumnos más
motivados y menos indisciplinados), y mejorar su ajuste psicológico, engagement y
rendimiento académico (Fernández-Berrocal y Extremera, 2003).
Por lo tanto, la capacidad para
identificar, usar, comprender y regular las emociones, tanto positivas como
negativas, se hace imprescindible en esta profesión, ya que estas capacidades
no sólo son importantes para prevenir desajustes en la salud mental del
profesor y desarrollar dichas competencias en los estudiantes, sino también
para crear entornos favorecedores del aprendizaje.
Por: María
del Pilar Berrios Martos
Publicado originalmente en: http://www.proyectocepa.com/wordpress/por-que-se-estan-quemando-los-profesores/
Psicóloga, profesora del área
de psicología social de la Universidad de Jaén
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