Proactividad, enfoque preventivo, anticipación... son
términos que han marcado la revolución pedagógica en la última centuria. Entre
los profesionales de la educación, la docencia y la psicología, es asumida la
máxima “es mejor prevenir que curar”. De hecho, en torno a esa idea se han
diseñado programas de intervención psicopedagógica, modelos de enseñanza, materiales
didácticos, etc.
Ahora bien, en lo que se refiere a la formación del
profesorado en términos generales, y particularmente en todo aquello concerniente
a su bienestar emocional y a aspectos motivacionales, podemos afirmar que este
tipo de actuaciones se han llevado a cabo ante una realidad ya manifiesta, y
cada vez más preocupante, derivada de las situaciones que en la actualidad se
viven en muchas aulas. Los docentes son uno de los colectivos más afectados por
problemáticas derivadas de la exposición prolongada a riesgos de tipo
psicosocial (estresores), entendiendo por éstos aquellos factores que suponen una
fuente de riesgo laboral.
A este respecto, las investigaciones a partir de los años 60
hablan de un nuevo síndrome, propio de las profesiones asistenciales caracterizadas
por el contacto con personas: el burnout o “síndrome de quemarse por el
trabajo”. Así mismo, señalan que dicho síndrome desencadena bajas satisfacción y
motivación hacia el trabajo, problemas de salud, absentismo laboral, propensión
al abandono de la actividad profesional y, por tanto, una disminución en la
calidad del trabajo que se realiza, siendo consecuencia de la exposición
prolongada a situaciones de estrés laboral.
Cuando estas investigaciones se refieren de manera específica
a la profesión docente, las cifras que arrojan son cuanto menos dignas de
mención. Al menos, los casos de estrés laboral y de síndrome de burnout,
aparecen en un 30% de los casos entre el profesorado (Rudow, 1999). Similares cifras
además apuntan al número de docente que han abandonado el ejercicio profesional
en los últimos cinco años tras haber padecido dicho síndrome (Marshall y
Marshall, 2003).
Ahora bien, ¿a qué factores o elementos podemos atribuir
esta alta incidencia del estrés laboral y del síndrome de burnout entre el
profesorado? Deci y Ryan afirman que una de las fuentes principales del estrés
y en general de la generación de estados psicológicos negativos es la deprivación
de las necesidades psicológicas básicas: autonomía, competencia y conexión
afectiva, que provocan la generación de un déficit motivacional. Por tanto,
determinadas manifestaciones emocionales, especialmente la actitud del profesor
hacia los alumnos, pueden estar indicando además de una carencia motivacional o
un bajo nivel de satisfacción, la existencia de elementos estresores, e incluso
puede ser un indicador de un trastorno psicológico. De hecho se ha afirmado que
la no satisfacción de los denominados “helper motives”, aquellos que hacen
referencia al afán del profesor por ayudar a los alumnos, se hallan en el
origen de trastornos de estrés y ansiedad docente. Esta “no satisfacción” de
los motivos o metas genera en el profesor bajas creencias de eficacia,
frustración ante expectativas no alcanzadas y, en consecuencia, déficit motivacional.
Los estudios también muestran que determinadas condiciones
externas, como la sobrecarga de trabajo o la escasez de recursos, son estresores
potenciales. Esto indica que, efectivamente –tal y como se afirma desde la
Teoría de la Autodeterminación–, la falta de conexión afectiva con el entorno
en el que se trabaja y la ausencia de sentimiento de competencia se relaciona de
manera proporcionalmente directa a estados de ansiedad y estrés laboral.
El estrés docente aparece asociado de este modo a
sentimientos de baja autoestima, de falta de apoyo por parte de la comunidad
escolar, de actitudes de indefensión y
de frustración, como consecuencia de una situación de desequilibrio que el
profesor percibe entre valores y metas, habilidades, recursos y exigencias del
entorno. De este modo, podemos conceptualizar el estrés como una percepción de
desproporción entre las demandas que el contexto exige y las respuestas que uno
es capaz de ofrecer, que se traduce en la generación de emociones negativas. El
estrés se asocia así a una mala adaptación entre la persona y el medio en el
que trabaja, derivada de la falta de apoyo que percibe.
Sin duda no nos supondrá mucho esfuerzo identificar la
presencia de todos los factores anteriormente señalados en la sociedad actual,
sobre todo en el contexto que aquí interesa. El día a día que muchos profesores
viven en las aulas de nuestros centros educativos está marcado por casuísticas
que en muchas ocasiones proporcionan testimonios que nos estremecen. La
violencia en las aulas, el escaso contacto entre la familia y la escuela, la
ausencia en muchas ocasiones de modelos educativos sólidos en el núcleo
familiar, bien permiten deducir que en la actualidad existen factores de riesgo
que lejos de favorecer un adecuado clima en la comunidad escolar lo dificultan
sobremanera. Se habla de asociaciones para la defensa del profesorado, podemos ver
en los noticiarios casos continuos de denuncias, procesos judiciales, agresiones
en las que se ven involucrados profesores y alumnado cada vez más joven... Se
habla de la “crisis de la autoridad docente” y, más allá, de una crisis
generalizada de valores nucleares que impide una definición adecuada de los
diferentes roles educativos, que en las relaciones entre profesor y alumno se
hace especialmente evidente.
Sin embargo, de nada sirve dejar únicamente por escrito lo
que ya se ha dicho en muchas ocasiones. Los esfuerzos deben apuntar a desarrollar
acciones que permitan llevar a cabo una labor de formación que facilite la
adquisición y consolidación de los fundamentos básicos desde el punto de vista
educativo.
La comprensión y análisis de los elementos que intervienen
en el desarrollo de las manifestaciones psicopatológicas en el profesorado, así
como sus consecuencias, permitirán establecer cuáles son las medidas
correctivas a adoptar que, a su vez constituirán la base para el diseño de
intervenciones de carácter preventivo en un futuro.
Extraído de
Estrés y desmotivación docente: el síndrome del “profesor
quemado” en educación secundariaAutora
Marta Silvero Miramón
Directora de Formación. Fundación Laboral de
2 comentarios:
Muito interessante o artigo e fala de modo claro o que vemos aqui também no Brasil a pressão que os docentes recebem e os males que isso tem causado a muitos. Parabéns pela escolha e pela indicação do livro. Abraços. Saúde e Paz! Elisabet Ristow
Buenas tardes, es muy interesante el tema. Una de las cosas que mas perjudica al docente, es ver como otras profesiones son valoradas economicamente y laboralmente, pero en la mayor de los paises del tercer mundo nos tratan como si no hubiesemos estudiado, tanto asi, que siempre nos dicen haga eso porque es inherente al cargo, y no podemos reclar. En que otra profesion le dicen eso. Nos desgastamos tanto trabajando con 30 o 40 seres humanos, que por eso es que nos deterioramos, dejando de lado nuestras familias y nuestros mismos intereses.
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