Son muchas las voces que se escuchan, advirtiendo sobre los
riesgos de la docencia, este quehacer lleva a exposiciones prolongadas ante
factores que estresan ¿Cuáles son? El conocimiento de ellos puede significar un
primer paso, para mejorar las condiciones de trabajo.
Proactividad, enfoque preventivo, anticipación... son términos
que han marcado la revolución pedagógica en la última centuria. Entre los profesionales
de la educación, la docencia y la psicología, es asumida la máxima “es mejor prevenir que curar”. De hecho, en
torno a esa idea se han diseñado programas de intervención psicopedagógica, modelos
de enseñanza, materiales didácticos, etc.
Ahora bien, en lo que se refiere a la formación del profesorado
en términos generales, y particularmente en todo aquello concerniente a su bienestar
emocional y a aspectos motivacionales, podemos afirmar que este tipo de actuaciones
se han llevado a cabo ante una realidad ya manifiesta, y cada vez más preocupante,
derivada de las situaciones que en la actualidad se viven en muchas aulas. Los docentes
son uno de los colectivos más afectados por problemáticas derivadas de la exposición
prolongada a riesgos de tipo psicosocial (estresores), entendiendo por éstos aquellos
factores que suponen una fuente de riesgo laboral.
A este respecto, las investigaciones a partir de los años
60 hablan de un nuevo síndrome, propio de las profesiones asistenciales caracterizadas
por el contacto con personas: el burnout o “síndrome de quemarse por el trabajo”.
Así mismo, señalan que dicho síndrome desencadena bajas satisfacción y motivación
hacia el trabajo, problemas de salud, absentismo laboral, propensión al abandono
de la actividad profesional y, por tanto, una disminución en la calidad del trabajo
que se realiza, siendo consecuencia de la exposición prolongada a situaciones de
estrés laboral.
Cuando estas investigaciones se refieren de manera específica
a la profesión docente, las cifras que arrojan son cuanto menos dignas de mención.
Al menos, los casos de estrés laboral y de síndrome de burnout, aparecen
en un 30% de los casos entre el profesorado (Rudow). Similares cifras además apuntan
al número de docentes que han abandonado el ejercicio profesional en los últimos
cinco años tras haber padecido dicho síndrome.
Ahora bien, ¿a qué factores o elementos podemos atribuir
esta alta incidencia del estrés laboral y del síndrome de burnout entre el
profesorado?
Una de las fuentes principales del estrés y en general de
la generación de estados psicológicos negativos es la deprivación de las necesidades
psicológicas básicas: autonomía, competencia y conexión afectiva, que provocan la
generación de un déficit motivacional. Por tanto, determinadas manifestaciones emocionales,
especialmente la actitud del profesor hacia los alumnos, pueden estar indicando
además de una carencia motivacional o un bajo nivel de satisfacción, la existencia
de elementos estresores, e incluso puede ser un indicador de un trastorno psicológico.
De hecho se ha afirmado que la no satisfacción de los denominados helper motives,
aquellos que hacen referencia al afán del profesor por ayudar a los alumnos, se
hallan en el origen de trastornos de estrés y ansiedad docente. Esta “no satisfacción”
de los motivos o metas genera en el profesor bajas creencias de eficacia, frustración
ante expectativas no alcanzadas y, en consecuencia, déficit motivacional (Rudow).
Los estudios también muestran que determinadas condiciones
externas, como la sobrecarga de trabajo o la escasez de recursos, son estresores
potenciales. Esto indica que, efectivamente –tal y como se afirma desde la Teoría
de la Autodeterminación–, la falta de conexión afectiva con el entorno en el que
se trabaja y la ausencia de sentimiento de competencia se relaciona de manera proporcionalmente
directa a estados de ansiedad y estrés laboral.
El estrés docente aparece asociado de este modo a sentimientos
de baja autoestima, de falta de apoyo por parte de la comunidad escolar, de actitudes
de indefensión y de frustración, como consecuencia de una situación de desequilibrio
que el profesor percibe entre valores y metas, habilidades, recursos y exigencias
del entorno. De este modo, podemos conceptualizar el estrés como una percepción
de desproporción entre las demandas que el contexto exige y las respuestas que uno
es capaz de ofrecer, que se traduce en la generación de emociones negativas. El
estrés se asocia así a una mala adaptación entre la persona y el medio en el que
trabaja, derivada de la falta de apoyo que percibe.
Sin duda no nos supondrá mucho esfuerzo identificar la presencia
de todos los factores anteriormente señalados en la sociedad actual, sobre todo
en el contexto que aquí interesa. El día a día que muchos profesores viven en las
aulas de nuestros centros educativos está marcado por casuísticas que en muchas
ocasiones proporcionan testimonios que nos estremecen. La violencia en las aulas,
el escaso contacto entre la familia y la escuela, la ausencia en muchas ocasiones
de modelos educativos sólidos en el núcleo familiar, bien permiten deducir que en
la actualidad existen factores de riesgo que lejos de favorecer un adecuado clima
en la comunidad escolar lo dificultan sobremanera. Se habla de asociaciones para
la defensa del profesorado, podemos ver en los noticiarios casos continuos de denuncias,
procesos judiciales, agresiones en las que se ven involucrados profesores y alumnado
cada vez más joven... Se habla de la “crisis de la autoridad docente” y, más allá,
de una crisis generalizada de valores nucleares que impide una definición adecuada
de los diferentes roles educativos, que en las relaciones entre profesor y alumno
se hace especialmente evidente.
Sin embargo, de nada sirve dejar únicamente por escrito
lo que ya se ha dicho en muchas ocasiones. Los esfuerzos deben apuntar a desarrollar
acciones que permitan llevar a cabo una labor de formación que facilite la adquisición
y consolidación de los fundamentos básicos desde el punto de vista educativo.
La comprensión y análisis de los elementos que intervienen
en el desarrollo de las manifestaciones psicopatológicas en el profesorado, así
como sus consecuencias, permitirán establecer cuáles son las medidas correctivas
a adoptar que, a su vez constituirán la base para el diseño de intervenciones de
carácter preventivo en un futuro.
Extraído de
Estrés
y desmotivación docente: el síndrome del “profesor quemado” en educación secundariaMarta Silvero Miramón
Directora de Formación.
Fundación Laboral de la
Construcción Navarra
No hay comentarios:
Publicar un comentario