El estrés se hace evidente por medio de síntomas
psicosomáticos (cansancio, fatiga crónica, cefalea, malestar general, problemas
de sueño, desórdenes gastrointestinales, taquicardia e hipertensión), síntomas
conductuales (mala comunicación, abuso de sustancias psicoactivas y distanciamiento
con el alumnado, entre otros), síntomas emocionales (distanciamiento, aburrimiento,
cinismo, impaciencia, irritabilidad, depresión y frustración) y síntomas
laborales (detrimento en la capacidad de trabajo, conflictos laborales y
ausentismo). Sin embargo, de acuerdo con Quiceno y Vinaccia, la literatura
científica ha reportado más de cien síntomas asociados al síndrome de burnout.
Sin embargo, en muchos casos, estos síntomas son concurrentes con otros
desórdenes, por lo que es importante no confundir la sintomatología del
síndrome de burnout con la depresión, la ansiedad, la insatisfacción laboral y
el estrés; aunque estén íntimamente relacionados (Savio). Tampoco debe
confundirse el síndrome de burnout con el mobbing (Gil-Monte).
A pesar de los múltiples síntomas que se reportan en la
literatura, el síndrome de burnout ha reunido de forma tradicional tres
síntomas, principalmente a partir de los trabajos de Cristina Maslach y Susan
Jackson. Estos síntomas serían el agotamiento emocional, la despersonalización
y la baja realización profesional.
Gil-Monte, Carretero, Roldán y Núñez agregan a estos tres, un profundo
sentimiento de culpa. Sobre el agotamiento emocional, se ha dicho que este
síntoma es el principal predictor del síndrome de burnout (Latorre) y que sería
la dimensión que precede a las otras dos. Pero, además, el predictor del
agotamiento emocional es la intensidad del estrés y el apoyo social de los
alumnos.
Precisamente, en el contexto educativo el agotamiento se
refiere a la pérdida de recursos emocionales debido a las demandas de los
estudiantes, sus familias y el centro educativo. Al respecto,
se han elaborado diversas explicaciones para comprender qué lleva al
agotamiento en los docentes. En primer lugar, se considera la personalidad del
profesor, ya que el optimismo es una característica que funciona, junto con el
hardiness como un recurso resistente en el choque con los eventos estresantes.
En otras palabras, los profesores con estas cualidades se enfrentan de forma
activa y optimista con los estresores.
En función de ello, se diferencia el burnout activo, asociado a la hostilidad y
la irritabilidad, del burnout pasivo, que se relaciona con la evitación y la
apatía. Asimismo, el autocontrol y la autoeficacia son factores
protectores del síndrome, mientras que la baja autoestima se relaciona con el
agotamiento (Moriana y Herruzo).
Dado que la profesión docente es una profesión que requiere
de entrega, idealismo y servicio a los demás, se ha propuesto que los
profesores que se comprometen más con su trabajo tienen mayor riesgo de padecer
el síndrome, debido a la frustración que sienten por no conseguir los logros
esperados en sus estudiantes, a pesar de sus esfuerzos (Aldrete, Pando, Aranda
y Balcázar). De hecho, se distinguen cuatro fases en el desarrollo del síndrome
de burnout: entusiasmo, estancamiento, frustración y burnout propiamente dicho.
En ese sentido, suele detectarse mayor agotamiento emocional
en las mujeres y mayor sentimiento negativo hacia sus estudiantes en los
varones. Esto sucede porque ellas son las primeras quienes se comprometen
emocionalmente más con sus alumnos (Durán, Extremera, Montalbán y Rey), además
de tener más carga en otros escenarios de la vida, como el familiar. Por ello,
aunque, según el estudio de Barría et al. (2002), el 97,1% de las profesoras
valora su trabajo y el 91,4% se siente motivado; el 42,8% no rinde con todo su
potencial, el 37,4% se siente abrumada por el trabajo, el 54,2% siente que a
veces no puede responder a las exigencias laborales y el 62,8% llega a casa
para seguir trabajando.
Este tipo de explicaciones pone énfasis en el intercambio
social, que deviene en la inequidad entre el esfuerzo que realiza el docente en
enseñar y el esfuerzo que realizan los alumnos al aprender. En otras palabras,
como los alumnos no están motivados para recibir las enseñanzas, se produce una
falta de reciprocidad, que se explica por la teoría de la equidad. Los
resultados son, empero, contradictorios, ya que Van Horn y Schaufeli fracasaron
en demostrar esta relación (Schaufeli). Dentro de esta perspectiva
interaccional, el clima social en el contexto escolar cobra una importancia más
que relevante. Haciendo referencia a la percepción que los individuos tienen de
los distintos aspectos del ambiente en el que desarrollan sus actividades
habituales, el clima social escolar se ha relacionado con la satisfacción
escolar y la calidad educativa. De acuerdo con un estudio de Arón y Milicic, la
capacidad que tienen los profesores de gestionar el clima social positivo se
relaciona con la percepción de su propia autonomía y un factor crítico en la etiología
del burnout es la autoestima del docente.
Así, la interacción docente-alumno implica, también, el
estudio de las intersubjetividades que entran en el juego relacional, sin hacer
a un lado las interacciones entre docentes. Por ello, como ya se dijo, dado que
la práctica docente se desarrolla en escenarios interactivos entraña un alto
riesgo psicosocial. Algunas causas de conflictos entre docentes serían la
incompatibilidad de temperamentos, la incapacidad del trabajo en equipo, las
distintas formas de hacer las cosas y la irascibilidad ante la crítica (Vásquez).
De hecho, el apoyo social es un factor predictivo de la aparición del síndrome
de burnout, de modo que los profesores que reciben más apoyo de sus colegas se
encuentran más protegidos para hacer frente al síndrome (Gil-Monte y Peiró).
Asimismo, dentro de un enfoque organizacional, el
agotamiento emocional se relaciona directamente con diversas variables
organizacionales como la satisfacción laboral, la presión
temporal, la ambigüedad y conflicto de rol y la inadecuada capacitación
(Marqués, Lima y Lopes). Por ejemplo, en el estudio de Moreno et al. el
agotamiento emocional actuó como mediador de las intenciones de abandono de los
docentes. La sobrecarga laboral también se asocia reiteradamente con el
agotamiento emocional (Gil-Monte y Peiró).
Lo más esencial del agotamiento emocional es que este se
relaciona más fuertemente con la depresión, la baja autoestima, la culpa, los
sentimientos de inferioridad, la falta de autorrealización, la irritabilidad,
las somatizaciones y la pérdida de ideales de los profesores (Moriana y Herruzo).
En otras palabras, el agotamiento emocional vulnera la salud
física y mental de los profesores. Esto no significa, empero, que la
despersonalización y la baja realización personal sean menos nocivas para la
salud física y mental. Sin embargo, se sabe más sobre el agotamiento emocional
porque entre este y el síndrome de burnout se establecen relaciones más
fuertes, así como con otras variables de riesgo psicosocial.
La despersonalización, como segundo componente del síndrome
de burnout, se caracteriza por el cinismo y las actitudes distantes que tienen
los profesores hacia los estudiantes. El clima organizacional
y la mala conducta de los alumnos se relacionan con la despersonalización. Los
profesores varones y los de mayor edad manifiestan más niveles de despersonalización, aunque también lo hacen los menores de 25 años, al igual que
los solteros. Datos todos estos, que ha sido recurrentes en
los estudios de Manassero et al. La baja realización personal se combina con el
apoyo social y las variables de personalidad para explicar el síndrome de burnout. La ambigüedad de rol también se asocia significativamente
con la baja realización personal.
Las variables demográficas y laborales que se asocian con el
estrés docente son el género, la edad, el estado civil, el grado de
instrucción, el tiempo de servicio, la sobrecarga laboral y el tipo de gestión;
sin embargo, los datos son, muchas veces, contradictorios. Con respecto al
género, las profesoras tienen más estrés que los profesores, por las razones
que ya han sido explicadas. A mayor edad, se observa más riesgo de tener el
síndrome de burnout, pero los profesores menos experimentados padecen de mayor
estrés, lo que se asocia indirectamente con la edad. En el
estudio de Pando, Castañeda, Gregoris, Aguila, Ocampo y Navarrete, los
profesores de menor edad presentan mayores niveles de burnout. El grado de
instrucción también es una variable predictiva, pero existen contradicciones.
Para Noyola y Padilla, la falta de preparación es una causa de estrés; sin
embargo, Aldrete et al. encontraron que, cuando es mayor el grado de instrucción,
existe mayor incidencia del síndrome.
Con respecto al tipo de gestión, los profesores de
instituciones educativas estatales suelen tener más estrés, pero esto no
siempre es así. Según Villarroel y Wooding, en las escuelas municipalizadas los
profesores disponen de menos tiempo personal y familiar. Además, existe mayor
violencia por parte de los directores y empleadores hacia los profesores.
Latorre indica, empero, en una investigación con 200 profesores de Murcia, que
aquellos que provienen de centros privados padecen más nerviosismo (61%), mayor
tensión (36%), mayor falta de apetito (14%) e inquietud (80%) que los
profesores de gestión pública. Curiosamente, en este estudio, los profesores de
centros privados reciben más apoyo de los alumnos y los directores del colegio
que los que laboran en instituciones públicas (Latorre). Acerca del nivel de
enseñanza, en secundaria, los principales obstáculos se relacionan con el
alumnado, pero se ha reportado que los profesores de nivel
inicial poseen más niveles de burnout debido al ruido y el menor nivel de
autocontrol que tienen los niños de edad preescolar.
Dado que muchos profesores perciben sueldos insuficientes,
se ven obligados a trabajar dos turnos, Noyola y Padilla indican que el
síndrome de burnout se presenta, en mayor medida, en los trabajadores que
tienen más turnos. Por ejemplo, el 43,2% de profesores que trabajan dos turnos
presentan burnout, según el estudio de Aldrete et al.. El estado civil de
casado se ha relacionado con el síndrome de burnout, y en proporciones menores
el estado de soltero.
En general, podemos apreciar que la incidencia del síndrome
de burnout en profesores es muy variable según el área geográfica, el contexto
escolar y hasta las diferencias individuales. En consecuencia, la presente
investigación tiene por objeto determinar la incidencia del síndrome de burnout
en docentes de la ciudad de Arequipa, encontrar relaciones entre variables
sociolaborales y las dimensiones de agotamiento emocional, realización
profesional y despersonalización.
Extraído de:
Síndrome de burnout en docentes de Educación Básica Regular
de Arequipa
Walter Lizandro Arias Gallegos
Noelia Araceli Jiménez Barrios
En: Educación Vol. XXII, N° 42, marzo 2013
1 comentario:
Con 20 años de docencia en el cordón suburbano Bonaerense en Argentina, me parece que las causas coinciden para el nivel de estrés y el síndrome de burnout explicado. Lo que noto del artículo es que no menciona formas de mejorar esta condición, si es que las hay, porque los factores que inciden son variados y difíciles de manejar.
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