El aislamiento genera estrés. Sin
embargo, la buena noticia es que es posible combatirlo. Un neurocientífico y un
psiquiatra proponen estrategias.
La cuarentena modifica las rutinas. Y
con eso la percepción del tiempo también se trastroca. El encierro provoca
estrés por una situación que no se elige, que no se sabe cómo manejar y de qué
forma enfrentar. El presente se vuelve pesado, viscoso ante la falta aparente
de futuro. “La palabra ‘encierro’ tiene una connotación muy negativa y
enseguida nos imaginamos en un cuarto oscuro y sin capacidades de movernos ni
hacer nada. Tenemos que quedarnos en nuestras casas y es posible promover las
mejores condiciones para que la cuarentena forzada no comprometa a la salud”,
describe Diego Golombek, Investigador del Conicet en el Laboratorio de
Cronobiología de la Universidad Nacional de Quilmes. Entonces, ante esta
situación excepcional, ¿qué es lo recomendable? “Debemos ponernos al sol, si
tenemos ventanas hay que abrirlas, porque la luz ayuda a que el cuerpo esté
mejor y nuestro sistema inmune en buenas condiciones de responder. La segunda
cuestión es movernos todo lo que podamos: si nos quedamos quietos, tarde o
temprano, el cuerpo pasará factura por algún lado. Por último, hay que saber
que un buen sueño equivale a un sistema inmune más robusto”. Con esto último
--el reconocido divulgador que preparó material exclusivo emitido desde las redes
del Centro Cultural de la Ciencia-- se refiere a no dormir de más, pero tampoco
de menos. El sueño justo y necesario es la premisa de máxima, a respetar casi
como mandamiento.
El estrés es la capacidad de afrontar
con éxito aquellas situaciones extremas. Aunque es una respuesta normal, cuando
se vuelve crónico --por circunstancias excepcionales como una pandemia-- causa
problemas y el cuerpo se resiente. Pero la cabeza también. La humanidad no está
preparada para vivir estresada en todo momento. “Los modelos de estrés crónico
promueven síntomas de ansiedad y depresión. Debemos intentar manejar la
situación, recurrir a la creatividad para evitar al máximo las perturbaciones
en nuestros estados de ánimo. Apelar a la música, a la lectura, a destinar un
tiempo para el trabajo si es que podemos hacerlo de manera remota, a seguir
rutinas de actividad física desde casa. Despejar la cabeza es fundamental. No
hay que caer en el pánico, el terror y la alienación”, explica el médico
psiquiatra (UBA) y especialista en el tratamiento de pacientes con consumos
problemáticos, Federico Pavlovsky.
La estimación subjetiva del tiempo se
trastroca con el aislamiento. Hay sobrada evidencia científica en base a
experimentos que lo han confirmado en cuevas, bunkers y todo tipo de escenarios
relacionados al confinamiento. Si bien la distancia entre los modelos de
estudio y la realidad --en cualquier caso-- debe tenerse en cuenta, vale la
pena aplicar el modus operandi en este paisaje de pandemia. “Para calcular el
tiempo, el cerebro debe medir eventos. Si no pasa nada en nuestro día --es
decir, si estamos acostados o mirando la TV en igual posición durante
horas-- y el entorno es homogéneo, el tiempo subjetivo se estira. En
cambio, si tenemos tareas y actividades que nos vamos pautando transcurre mucho
más rápido”, explica el neurocientífico. Algo similar a lo que sucede cuando
estamos entretenidos y el tiempo, desde nuestra perspectiva, se “pasa volando”;
o bien, cuando en período de vacaciones, el viaje de vuelta parece transcurrir
más rápido porque ya tenemos hitos para narrar, postas con las que fuimos
cumpliendo en el de ida y sobre las cuales podemos dar testimonio. De aquí se
desprende una recomendación natural: organizar el día que viene, planificarlo
con horarios bien estipulados. “De esta manera, el cerebro se prepara para lo
que viene después y subjetivamente nos parece que pasa más rápido. Lo engañamos
un poco para que la realidad no se parezca a un chicle”, comenta.
La importancia del diálogo, aunque sea virtual
“En el campo de la psiquiatría y la
salud mental, a los pacientes que suelo atender --muy perturbados
psicológicamente y con consumo problemático de sustancias-- el encierro
les potencia los síntomas. Las recaídas y las ansiedades se elevan mucho más y
se repiten de manera frecuente. Entonces, es contradictorio, porque el
autoaislamiento funciona muy bien para la epidemia y hay que respetarlo, pero a
corto plazo debemos diseñar estrategias de seguimiento continuo de individuos
con estos cuadros”, apunta Pavlovsky. Y sigue el razonamiento con un ejemplo:
“El otro día llamamos al SAME por un caso de sobredosis farmacológica. Nos
dijeron que no podían atenderlo porque estaban con el coronavirus. Logramos
resolverlo por otro lado, pero imagino que estas situaciones se están dando
mucho. El virus es prioridad pero no podemos dejar de atender a todos los
problemas de salud pública que vayan apareciendo. Muchas personas se encierran
a consumir”.
El aislamiento, la convivencia 24x24
con la familia y la incertidumbre económica de buena parte de la población que
no está preparada para solventar la cuarentena despiertan angustias. En este
marco, el aprovechamiento de las herramientas virtuales suele ser fundamental.
Lo mismo ocurre con las personas en tratamiento psicoterapéutico y
psiquiátrico. “Hay que poner en juego toda la creatividad disponible, todo lo
que tenemos a mano. Skype, videollamadas, llamadas comunes y corrientes por
teléfono fijo. En este momento hay un montón de personas que, como no van a
asistir a los hospitales y otros centros, están necesitando de manera
recurrente una llamada de alguien. Conversar un poco, dialogar. Eso ayuda mucho
para descomprimir”, dice el reconocido psiquiatra y remata: “La prioridad es la
pandemia, pero si todo es coronavirus nos vamos a perder cosas muy graves en
los próximos 60 días. Hay que informarse en su justa medida pero no sucumbir
ante el bombardeo constante de los medios. Se comunican noticias importantes
una o dos veces al día; no hace falta estar prendidos a la TV todo el tiempo”.
Autor Pablo Esteban
poesteban@gmail.com
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