El próximo curso se presenta con numerosas dudas debido a la pandemia. Por ello, es muy importante que el cuerpo docente y los estudiantes se encuentren fuertes emocionalmente. María López de Silanes, docente y psicóloga, ofrece algunas pautas para ello aplicando los valores emocionales de la ‘CASA’ (Curiosidad, Admiración, Seguridad y Alegría) cuando vuelvan a las aulas.
Estos meses han sido muy duros para algunos maestros y docentes. La finalización
del curso ha ido de la mano de la incertidumbre de no saber aún cómo empezará
en septiembre. Las continuas instrucciones de las instituciones, incompletas y
en ocasiones contradictorias, han dejado un mal sabor de boca que no sé si las
vacaciones estivales podrán cambiar. El miedo y la ansiedad de ‘más de lo
mismo’ acecha las mentes de algunos docentes y amenaza con no permitirles
descansar y desconectar en condiciones. Y, esto, sería muy contraproducente.
La importancia del
bienestar docente
Muy pocas personas son conscientes del desgaste psíquico y emocional al
que están sometidos los docentes durante el curso escolar. Aunque unos pocos
disfrutan de un alumnado implicado y su trabajo se desarrolla de manera fluida
y armónica; una gran mayoría ha de enfrentarse de manera cotidiana al estrés de
disciplinar su clase, resolver conflictos entre alumnos y, además, atender las
quejas de familias que acuden a ellos, algunas veces de manera imprevista, y no
siempre con los mejores modales. Todo ello teniendo en mente el currículo y
atendiendo a las diferencias individuales. El cóctel no es muy apetecible.
Quizás, por ello, cada vez menos jóvenes se decantan por esta profesión.
Desde las instituciones, el bienestar docente se pasa por alto. Podemos
tener la sensación de que no importamos mucho, de que solo somos peones de ajedrez
para mover en el tablero de la escuela o instituto. Ahora aquí; mañana allí. Al
grupo A, impartes esta asignatura; al B, esta otra, diferente. Ahora no se
puede asistir a clase: das las clases online. ¿No sabes? ¡Te apañas! El
sentimiento de abandono se expande. La sensación de ahogo también. La
frustración y el sentimiento de indefensión aprendida se generaliza. Comienza
el desánimo, sigue la apatía y para algunos termina en depresión.
Entre las demandas de los profesores se sitúan unas instrucciones claras
y más recursos humanos y técnicos.
¿Qué información
tenemos acerca del inicio del nuevo curso?
Parece ser que se nos recomienda bajar las ratios e incluso el desdoble
de grupos, si es posible, y me pregunto: ¿supone también un desdoble de los docentes?
¿O llegarán refuerzos? ¿Y qué pasará en los comedores, en general llenos y
actualmente con doble o triple turno para comer? Organizar los horarios, el uso
de los espacios, los turnos… Los centros educativos tienen por delante grandes
desafíos para completar el puzle ¡y que no les sobre ni falte ninguna pieza,
porque tendrán mil ojos encima!
«Muy pocas personas son conscientes
del desgaste psíquico y emocional al que están sometidos los docentes durante
el curso escolar.»
La complejidad es enorme. Cada centro tendrá que adaptar las soluciones
a medida, implementando unas pautas comunes. Las autoridades deben dar esas
pautas: si prima la educación presencial,habrá un número máximo de alumnos por
grupo y una distancia mínima entre pupitres, pero luego el equipo docente
tendrá que ver cómo aplicarlas a cada caso.
Con este panorama, cabe preguntarnos si es realmente necesario volver al
colegio o instituto. Rotundamente, sí. Se han hecho estudios muy bien documentados
(como este informe de Unicef) sobre
las consecuencias negativas de la no asistencia a los centros educativos
relacionadas con sentimientos de seguridad, bienestar y aprendizaje de niños y
jóvenes.
Además, el aprendizaje en casa es menos efectivo, y aumenta la
desigualdad. Sin olvidar que la escuela, en muchos casos, es un ‘santuario’
donde los alumnos encuentran refugio y paz. Un lugar que debería ser seguro y
donde pueden expresarse y desarrollarse, apartados de las condiciones
desfavorables que pudieran estar sufriendo en casa. Los centros educativos y,
en concreto, sus maestros y docentes pueden ser ese flotador que les ‘salve la
vida’.
Las herramientas
emocionales para el nuevo curso
Si el docente dispone de las herramientas y estrategias emocionales
necesarias, si sabe dónde colocarse, puede mejorar la vida al alumno. Hoy en
día los niños y jóvenes aprenden más con los tutoriales que encuentran en
YouTube que en el aula. No nos necesitan tanto como transmisores de
conocimiento. En ese aspecto, somos fácilmente sustituibles.
«Con este panorama, cabe preguntarnos
si es realmente necesario volver al colegio o instituto. Rotundamente, sí.»
Sin embargo, si un niño tiene problemas personales y el profesor, como
referente, se coloca delante con emociones que resuelven las situaciones de
manera armoniosa, le puede salvar. La variable que interviene con más fuerza en
el éxito escolar no es la capacidad intelectual, sino la capacidad emocional de
situarnos, la mayor parte del tiempo, en las emociones correctas y que pueden
hacer que nuestra vida fluya con sentido.
Los docentes que enseñan desde la curiosidad, admiración, seguridad y
alegría son los que tienen más posibilidades de ser felices y tener éxito. Si
estamos en ‘CASA’ (Curiosidad, Admiración, Seguridad y Alegría) hay una
sintonía entre lo que se dice y lo que se hace. El bienestar docente depende de
ser consciente de estas emociones y actuar para sentirlas cada día.
Las circunstancias que tendremos que afrontar a partir de septiembre no
son sencillas, ni para los docentes ni para los alumnos, pero si estamos llenos
de rabia, rechazo o tristeza, aunque aparentemos estar bien, se va a notar que
no es así. “No somos lo que decimos ni lo que hacemos, somos lo que sentimos”,
dice el psicólogo Roberto Aguado. Por otro lado, y resumiendo las palabras del
político francés, Jean Jaurès: “No enseñamos lo que sabemos, no enseñamos lo
que queremos, enseñamos lo que somos”. Por lo tanto, en este nuevo curso dentro
de la ‘nueva normalidad’, los docentes han de procurar ser y estar sanos, no
solo a salvo de la Covid-19, sino mentalmente sanos y fuertes, alejados del
caos y la rigidez emocional.
El curso de la
flexibilidad emocional
El curso 2020-21 será el curso de la flexibilidad emocional, ya que si
los maestros y docentes se instalan en emociones como la tristeza, la rabia, el
asco o el miedo acabarán enfermando. Si los docentes enferman, contagian al
sistema y las instituciones educativas se pudrirán sin remedio.
«Los docentes que enseñan desde la
curiosidad, admiración, seguridad y alegría son los que tienen más
posibilidades de ser felices y tener éxito.»
Por ello, cuidar y atender a los docentes como se merecen es una
asignatura pendiente de la sociedad española. ¿Hay alguien que no esté de
acuerdo en que los profesores y maestros felices facilitan el éxito escolar? En
este sentido, la ‘CASA’ (Curiosidad, Admiración, Seguridad y Alegría) ayuda a
los docentes a enseñar a su alumnado a tomar conciencia de sus emociones, regularlas
y desarrollar sus fortalezas personales. Para el profesorado supone un
crecimiento personal mientras desarrollan su profesión. También, los
estudiantes aprenden las herramientas que les permiten afrontar la vida con
seguridad y optimismo, creyendo no sólo en sí mismos sino construyendo además
relaciones positivas con sus iguales.
EDUCACIÓN 3.0
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