Evidentemente, la intervención será diferente dependiendo del estadío en que nos encontremos.
La promoción y protección de la salud psíquica, y concretamente el aprendizaje de habilidades y recursos de protección frente al estrés, junto a la adquisición de hábitos psicológicos saludables pueden ejercerse desde la infancia.
Dentro del ámbito laboral de la docencia, tanto privada como pública, la Ley de Prevención de Riesgos Laborales determina elaborar estrategias en el medio laboral para proteger la salud del trabajador y prevenir aquellas enfermedades que el Reglamento de Servicios de Prevención denomina “enfermedades relacionadas con el trabajo”, aunque no formen parte de la lista oficial de enfermedades profesionales (como es el caso del estrés del docente).
La intervención terapéutica psicológica más eficaz es la psicoterapia cognitivo-conductual, tanto las técnicas de relajación (método de Jacobson y similares), terapias cognitivas (no olvidar que el estrés comienza por una cognición amenazante), entrenamiento en habilidades sociales y puede utilizarse la terapia de exposición (inoculando cantidades progresivamente crecientes de estrés).
Sin embargo, hay muchas situaciones donde no pueden aplicarse simple y directamente las soluciones expuestas hasta ahora: Se trata a veces de docentes cuyo grado de estrés no les permite en ese momento someterse a una terapia psicológica (recuérdese que el propio estrés genera disminución de la concentración, etc.).
Otras veces se trata de docentes en los que hay un evidente cuadro florido de ansiedad o de depresión, que a todas luces no va a permitir un abordaje al principio desde el punto de vista psicológico (sí será necesario posteriormente).
Y finalmente, algunas veces el enfermo no está dispuesto a esperar pacientemente los resultados de la psicoterapia o a participar activamente en ella, y prefiere la alternativa más rápida y menos comprometida de la medicación.
Todos estos casos descritos, más aquellos que por la naturaleza de la enfermedad generadora de ansiedad o depresión tengan una indicación clara de tratamiento farmacológico, pueden beneficiarse de los progresos que la farmacología moderna aporta a la sociedad.
5 Art. 38 del R.D. 39/1997 de 17 de enero por el que se aprueba el Reglamento de los Servicios de Prevención. Esta legislación afecta tanto a la empresa privada como a la Administración Pública.
Hay en algunas personas ciertas actitudes negativas respecto al empleo de medicamentos tranquilizantes y antidepresivos. Esto obedece a varias razones:
Por un lado, al ser un trastorno psíquico, ¿por qué hay que dar un tratamiento químico?
En segundo lugar, el miedo a los efectos secundarios de estos medicamentos, que (basados en efectos de moléculas antiguas) producen sedación siempre y le impiden al sujeto desarrollar sus actividades.
En tercer lugar, el miedo a la dependencia farmacológica a los medicamentos.
La información puede solventar estas dificultades, permitiendo al paciente comprender la necesidad y bondad del tratamiento farmacológico (en los casos que esté indicada su prescripción).
Tanto la ansiedad como la depresión tienen unos fundamentos biológicos, basados fundamentalmente en la inhibición del GABA (ácido gamma-amino-butírico) que es el responsables de la hiperexcitación neuronal en el caso de la ansiedad, y basados en la facilitación de neurotransmisores sinápticos (serotonina, etc.) que están disminuidos en la depresión. No son por tanto fenómenos psíquicos, sino que la parte biológica del individuo presenta alteraciones.
Por otro lado, los efectos secundarios de los fármacos comúnmente utilizados hoy día no guardan ya relación con los molestísimos efectos sedativos, mareos, visión borrosa, desorientación, etc. que a modo de tributo había que soportar hasta hace pocos años. Y finalmente, si bien existe la posibilidad de generar dependencia, sobre todo los tranquilizantes empleados en la ansiedad, la disminución progresiva de las dosis y la sustitución por otros tranquilizantes, evitará este riesgo.
En cualquier caso, son productos de venta obligatoria con receta y el médico prescriptor conoce sus características. Lo importante que debe conocer el paciente es que tanto los tranquilizantes (los más usados pertenecen a un grupo llamados “benzodiacepinas”) como los antidepresivos (los más comunes son de un grupo llamado “antidepresivos tricíclicos” o de otro llamado “inhibidores de la recaptación de serotonina”) no deben interrumpirse bruscamente, sino según pautas de reducción progresiva.
También debe conocer que se trata de terapias de larga duración. Es incorrecto tomarlas sólo hasta notar mejoría, ya que pronto volverá a estar como al principio y tendrá que volver a empezar el tratamiento.
El médico de familia está capacitado para tratar la mayoría de trastornos de ansiedad y de depresión (se estima en un 90% de los casos). El 10% restante precisa asistencia especializada (psiquiatra), bien en las consultas privadas, bien en los consultorios de las compañías de asistencia que Muface tiene concertadas, bien en las Unidades de Salud Mental que tiene establecidas por zonas geográficas el Servicio Valenciano de Salud.
Las medidas de apoyo constituyen el 4º pilar para mejorar las situaciones de estrés. Cabe destacar el ejercicio físico regular (gimnasia, deporte no competitivo, caminar 1 a 2 h. diarias), las actividades lúdicas (viajes de placer, actividades altruistas, etc.) y una alimentación saludable (eliminar sustancias excitantes como café, colas, té, alcohol y realizar comidas regulares y no copiosas como lucha contra nutrición compulsiva)
EL ESTRÉS DEL DOCENTE DESDE LA PERSPECTIVA
MEDICO-LABORAL.
Autora: Ana Gómez Seguí
Generalitat Valenciana
Consellería de Cultura Educación y Ciencia
Fuente: http://www.edu.gva.es/per/docs/rlestres_1.pdf