¿Qué presiones sufre el docente, que lo empujan hacia el burnout? ¿Por qué se considera que es vulnerable al burnout? ¿Cuáles son las profesiones más riesgosas? ¿Cuáles son las principales fuentes del estrés docente?
El profesor no corre el riesgo de caer de un andamio ni se
ve afectado por silicosis, pero el entorno educativo también supone un riesgo
para su salud física y, sobre todo, mental. Ello debido a que las exigencias
laborales hoy en día son más mentales que físicas; es decir, el profesor está
sometido a factores de riesgo psicosocial. Estos factores de orden psicológico
o social abarcan situaciones de tipo laboral, familiar o personal; que inciden
en la aparición y/o mantenimiento de diversas condiciones que afectan la salud
mental del profesor. En ese sentido, la profesión docente está sometida a una
serie de presiones internas y externas que mellan la salud del docente.
Por ejemplo, las familias, las instituciones educativas y la
comunidad en su conjunto exigen que el profesor eduque y forme personas en una
sociedad llena de violencia, injusticias y desigualdades sociales. Además, la
labor docente es un ejercicio que está sometido a continuos cambios impulsados
por las reformas educativas, que se han ido imponiendo en el sistema educativo.
Por si fuera poco, la docencia exige una actividad laboral y extralaboral muy
intensa, que implica, hoy más que nunca, un amplio conocimiento
interdisciplinario. Esto supone un perfil del educador con mayor preparación pedagógica,
cuya importancia en la sociedad es nodal para el desarrollo de las jóvenes
generaciones que son el futuro del país; sin embargo, el docente debe enfrentar
una serie de dificultades económicas, sociales y laborales, y se le considera,
muchas veces, como el responsable de las deficiencias del sistema educativo.
En el ámbito del microcosmos de la escuela, la relación
entre profesor y alumno es complementaria: los primeros dan y los segundos
reciben; es decir, que el alumno depende del profesor, de su orientación, de su
conocimiento y de su asistencia. Este tipo de relación hace del profesor una
persona vulnerable al síndrome de burnout. Este síndrome fue descrito por
Herbert Freudenberger en 1974 en trabajadores que sufrían una progresiva
pérdida de energía, síntomas de ansiedad, depresión, desmotivación y
agresividad como afección característica de las profesiones de servicio. Por
tanto, así como la profesión docente, las profesiones asistenciales son las de
más alto riesgo laboral y se relacionan con altos niveles de ansiedad, depresión
y estrés, que provocan úlceras, insomnio, cefaleas, etcétera.
Entre las profesiones que presentan más riesgo de padecer
síndrome de burnout se tiene las del sector salud (médicos, enfermeras,
obstetras, psicólogos, etcétera), los policías y los profesores. En ese
sentido, Latorre ha reportado que el 34,5% de profesores de Murcia padecen
estrés y que el sistema cardiovascular es el que más se correlaciona con el
síndrome de burnout. En Holanda, entre un 5 y un 20% de profesores tienen
síndrome de burnout. De hecho, el 25% de maestros europeos padece de algún tipo
de desgaste profesional.
Sin embargo, para que el síndrome de burnout se desarrolle
es necesaria la presión laboral; es decir, una dosis de estrés que es variable según
se trate del profesor (su personalidad, estructura cognitiva y su capacidad de
resistencia) y de las circunstancias familiares y laborales que vive. Es importante
entender que, si bien el estrés crónico o prolongado es un claro referente de
la aparición del síndrome de burnout, sobre todo en profesiones de servicio, no
todo estrés es negativo. En términos generales, se suele hacer la distinción
entre estrés positivo o estrés y el estrés negativo o distrés. Sin embargo, en
un contexto laboral, el estrés relacionado con el trabajo puede definirse como
el conjunto de reacciones emocionales, cognitivas, fisiológicas y del
comportamiento a ciertos aspectos adversos o nocivos del contenido, la
organización o el entorno de trabajo. La indisciplina en el aula, la falta de
apoyo de los padres de familia y la administración educativa son factores de
estrés para el profesor. Asimismo, lo son algunos rasgos inherentes a la
enseñanza: el contacto interactivo constante, el estar sometido a evaluación y
el trabajar con individuos que pueden no estar dispuestos a aprender.
Nieto ha sistematizado las principales fuentes de estrés
docente en las siguientes categorías:
1) Conducta
perturbadora de los alumnos, que abarca alumnos ruidosos, clases difíciles,
problemas de conducta e indisciplina. Los estudios de Restrepo, Colorado y
Cabrera indican, por ejemplo, que el 39% de docentes está sometido a ruidos
fuertes en el salón de clases. El ruido se asocia a la indisciplina, que es una
fuente de estrés importante para la mayoría de profesores. Asimismo, algunos
estudios indican que las mujeres son más vulnerables a la conducta negativa de
los alumnos, de modo que perciben más estresantes los problemas relativos a los
estudiantes.
2) Condiciones de
trabajo poco satisfactorias, que incluyen estructura pobre de la carrera,
pocas oportunidades de promoción, salario insuficiente, escasez de
equipamiento, falta de reconocimiento y escasa participación en la toma de
decisiones escolares. Al respecto, a pesar de la Nueva Ley de la Carrera Pública
Magisterial, en nuestro país, hace falta una línea de carrera
para los profesores, que favorezca la promoción de los docentes sobre la base
de méritos académicos y logros destacados, con la consecuente remuneración que
ello supone. En ese sentido, varios estudios señalan que los profesores
perciben que su sueldo es insuficiente. Además, la baja consideración de la
profesión docente agrava la carga de estrés y, a la vez, mella su autoestima,
sus sentimientos de autoeficacia y su rendimiento laboral. Los factores
ergonómicos también pueden incluirse aquí, ya que como reportan Santana et al.,
de las alteraciones músculo-esqueléticas que sufren los profesores venezolanos,
el 23% se relacionan con la bipedestación extendida. En el estudio de Restrepo
et al. el 40% de maestros indicó que trabajaba en condiciones de extenuante
calor debido a que, muchas veces, el alumnado por clase es muy numeroso.
3) Tiempo disponible
escaso, porque tiene demasiadas tareas que realizar, demasiadas tareas
administrativas, demasiado papeleo y carencia de tiempo para preparar las
sesiones de aprendizaje. De hecho, el estudio de Oramas et al. reveló que el
87% de los 1746 docentes que trabajan en Arroyo Naranjo (Cuba) refieren que el
trabajo burocrático, los breves momentos de receso y la falta de tiempo para
atender a los alumnos individualmente les causa excesivo estrés. Además, el 76%
dijo estar expuesto a estresores extralaborales, ya que llevan trabajo a casa
(preparación de sesiones de aprendizaje, elaboración de material educativo,
corrección de evaluaciones, etcétera), lo que limita su vida personal y
familiar. En la investigación de Barría, Calabrano, Flores, Muñoz y Osorio, el
71,4% de profesoras declara no tener tiempo para sí mismas. Asimismo, el 100%
de docentes de la IE
Jesús Nazareno, de la ciudad de Corrientes, declaró que debe
realizar labores en su casa.
4) Pobre cultura
escolar, caracterizada por un reglamento interno inadecuado, falta de
consensos, actitudes y conductas negativas del director, carencia de asesores y
consultores, falta de capacitaciones, etcétera. Todos estos factores son
concebidos como obstáculos organizacionales tangibles del ambiente laboral que
tienen la capacidad de restringir el desempeño del profesor y que se asocian
con el surgimiento de los síntomas del síndrome de burnout. En oposición, los
facilitadores organizacionales tienen un efecto contrario. Así, mientras la
satisfacción laboral se relaciona con el logro personal y el apoyo percibido de
los compañeros de trabajo, la percepción de obstáculos tiene un efecto directo
y negativo en la salud mental de los profesores.
Sobre la base de los estudios hechos en Lima, podemos decir
que los estresores que son referidos con mayor frecuencia por los docentes son
las actitudes negativas de los alumnos, los problemas de disciplina en el aula,
las malas condiciones de trabajo, la sobrecarga laboral, los conflictos entre
profesores, los cambios rápidos en las demandas de currículo y la organización,
entre otros. Así por ejemplo, el trabajo de Fernández indica que, de una
relación de 10 estudios realizados en la capital, el 43,2% de los docentes
limeños experimenta altos niveles de burnout.
Extraído de
Síndrome de burnout en docentes de
Educación Básica Regular de Arequipa
Educación Vol. XXII, N° 42, marzo 2013, pp. 53-76 / ISSN
1019-9403
Walter Lizandro Arias Gallegos
Noelia Araceli Jiménez Barrios