Luis Rojas Marcos, psiquiatra de formación, casi no necesita presentación. A sus 77 años ha sido una de las figuras referentes de la medicina en las últimas décadas. Lleva desde 1968 trabajando y viviendo en Nueva York, en donde ha sido nombrado por tres alcaldes diferentes para dirigir diferentes puestos del sistema sanitario de la ciudad. Hablamos con él de esta pandemia y de las cosas que podemos esperar en el futuro más o menos reciente.
Médicos Afiliados
de Nueva York es una organización sin ánimo de lucro compuesta por 3.500 médicos
y profesionales de la salud que prestan sus servicios en seis hospitales
públicos y en las diez cárceles de la ciudad. Luis Rojas Marcos es el director
ejecutivo de esta asociación, a la que dedica buena parte de sus energías. El
estallido de la pandemia de la Covid-19 ha puesto de nuevo a prueba la
capacidad de trabajo de este doctor que, recién licenciado en Medicina, se
instaló en Nueva York en 1968. Quince años más tarde, el alcalde Edwar Koch le
eligió para dirigir los servicios psiquiátricos de los 11 hospitales generales
de la ciudad. Otro alcalde, David Dinkins, le nombró, en 1992, responsable de
los servicios municipales de salud mental, alcoholismo y drogas. Y, en 1995, un
tercer alcalde, Rudolph Giuliani, le encargó la presidencia del Sistema de
Salud y Hospitales Públicos. A punto de cumplir 77 años, constata los efectos
devastadores de la pandemia y se desvive por minimizar sus consecuencias sobre
la salud de los neoyorquinos. Se considera un ‘vencedor lento’.
¿Qué impacto está
teniendo la crisis de la Covid-19 en la salud mental de los ciudadanos?
Indudablemente,
esta pandemia está teniendo efectos devastadores para la salud en su sentido
más amplio: estado de bienestar físico, psicológico y social. En cuanto a la
salud mental, está siendo un gran reto para nuestra resiliencia; la mezcla de
resistencia y flexibilidad que necesitamos para afrontar y superar
adversidades. Concretamente, este enemigo invisible socava el sentido de
futuro: desde pequeños, en cada momento pensamos con ilusión sobre lo que vamos
a hacer más tarde, el mes que viene o incluso dentro de unos años. Por eso,
cuando nos sentimos incapaces de anticipar el porvenir nos invade el estrés, la
incertidumbre, la vulnerabilidad y se agrieta el cimiento vital de la confianza
en nosotros mismos y en el mundo que nos rodea. Como resultado, han aumentado
considerablemente los trastornos de ansiedad, la depresión y la incidencia de
problemas personales y de convivencia asociados al consumo de alcohol y drogas.
¿Ese impacto es
idéntico en los ciudadanos de Estados Unidos, China, España o cualquier país
europeo o del mundo?
El impacto
psicosocial varía según los valores culturales del país. Se dice que la cultura
es como la sal en la sopa, no la vemos, pero tiene efectos importantes en nuestra
forma de ver la vida. Así, en los países donde predomina el sentido de grupo o
colectividad, se tiende a pensar que el impacto de la pandemia depende de los
recursos y la colaboración del grupo y es responsabilidad de la comunidad. Por
el contrario, en las sociedades individualistas, como Estados Unidos, en las
que se piensa que el individuo es el principal responsable tanto de sus éxitos
como de sus miserias, los efectos de la pandemia tienden a considerarse fallos
personales.
En Nueva York, ¿se
constata que los colectivos más vulnerables son los más afectados por la
enfermedad? La pandemia ¿afecta de forma muy diferente a ricos y pobres?
Sin duda. Los
recursos personales, sean económicos o sociales, determinan definitivamente la
defensa ante la pandemia, tanto en el acceso a los remedios sanitarios como a
los dispositivos protectores. Es evidente que los colectivos de niveles
socioeconómicos más bajos –que suelen incluir las minorías étnicas e
inmigrantes– sufren y mueren desproporcionadamente. Este hecho representa un
enorme desafío a los principios fundamentales de justicia y a valores humanos
muy básicos, incluyendo el derecho a acceder a cuidados médicos
independientemente del nivel económico.
Parece como si esta
pandemia se viviera a dos niveles por cuestiones de edad: los jóvenes, poco
susceptibles de sufrir contagios graves, y los ancianos, con altos niveles de
mortalidad
Así es. Los efectos
patológicos del virus discriminan a la población según la edad y la presencia
de dolencias como diabetes, hipertensión y trastornos pulmonares, que son más
prevalentes entre los mayores. Un ejemplo tan evidente como conmovedor es el
contraste entre las altas cifras de mortalidad entre los residentes de asilos y
residencias de ancianos y el impacto del virus, a menudo asintomático, en la
población menor de los 35 años. Este hecho reta a la sociedad a tomar medidas
específicas para proteger a las personas mayores.
¿Qué efecto está
teniendo ese hecho en la forma de reaccionar ante la crisis de unos y otros?
En numerosas
situaciones vemos que mientras la población más joven, amparada por el sentido
de invulnerabilidad, actúa a menudo imprudentemente ante los riesgos de
infección, los mayores tienden a sentirse desamparados o incluso desahuciados
al ser considerados fuente de contagio por unos o victimas irremediables por
otros.
Esta crisis ha
demostrado que vivimos en un mundo insolidario, egoísta, o, por el contrario,
ha puesto de manifiesto las grandes dosis de solidaridad que hay en nuestras
sociedades?
Creo que la
pandemia está poniendo de manifiesto, una vez más, la impresionante capacidad
para resistir y superar adversidades de la especie humana y el papel
fundamental que juega la solidaridad en la supervivencia de las personas y, en
definitiva, de la humanidad. Quizá los medios no ayuden a exponer este aspecto
positivo de los seres humanos. No olvidemos que las buenas noticias no son
noticia. Creo que el titulo de los informativos debería ser “Malas Noticias” o
“Sucesos Aberrantes”.
¿Algunos sistemas
sanitarios han reaccionado mejor que otros ante la pandemia? Son muchas las
voces que reclaman ahora que la sanidad tiene que ser 100% pública para que sea
el máximo de eficiente ante crisis como esta.
La reacción de los
sistemas sanitarios ha variado dependiendo de los recursos disponibles, de la
fiabilidad de la información recibida y de los mensajes de los profesionales de
la salud y lideres sociales y políticos. Indudablemente, la sanidad de misión
pública –algo que aún escasea en países potentados–, dotada de los recursos
necesarios, está mejor preparada para afrontar las epidemias y demás amenazas a
la salud de los ciudadanos.
¿La pandemia
marcará esta generación? ¿Qué huella dejará en nuestras vidas y en la forma de
organizar nuestra sociedad?
Nos marcará y
formará parte de nuestra biografía. El tipo de huella va a depender de las
consecuencias que haya tenido en nosotros y en nuestro entorno y de la
interpretación o explicación que le demos a su impacto, a nuestras decisiones y
al papel que hayan jugado en su momento los lideres sociales. Es reconfortante
recordar que la humanidad no sólo ha sobrevivido a terribles epidemias y
calamidades, sino que a menudo ha salido reforzada de ellas. Y es que son
muchos los hombres y mujeres que en su lucha por superar la adversidad
descubren cualidades en ellos mismos que desconocían, reconfiguran sus
prioridades y afirman haber experimentado cambios positivos. Esto es lo que
llamamos Crecimiento Postraumático.
¿La solución
llegará con esa vacuna que todos esperamos?
La vacunación
masiva de la población y la consiguiente prevención de futuras infecciones por
la Covid-19 marcará el fin de la pandemia. La recuperación de los daños
producidos por el virus requerirá un proceso de duelo para los que hayan
sufrido pérdidas de seres queridos y de rehabilitación para quienes hayan
afrontado los efectos perniciosos de la pandemia sobre la convivencia familiar
y social, la seguridad económica y laboral y el plan de vida.
Lidera la
asociación Médicos Afiliados de Nueva York, que trabaja en hospitales públicos
y cárceles. ¿Cómo ha impactado la Covid-19 en las prisiones que usted conoce?
En el escenario de
las cárceles de NY, la pandemia ha adquirido un matiz especialmente desolador.
El confinamiento involuntario de 9.000 reclusos en celdas construidas para un
máximo de 4.000, que no permiten distanciamiento físico, ha planteado un enorme
reto a la prevención de los contagios y ha creado un ambiente de alto riesgo y
estrés en la población encarcelada y de gran tensión entre presos y guardias.
Las intervenciones más frecuentes, aparte de las urgencias médicas, han sido
crisis de ansiedad, depresión e intentos de suicidio.
¿Saldremos de esta
pesadilla con una sociedad más solidaria o crecerán los populismos y los
nacionalismos?
Sin negar la
persistencia de los prejuicios y la discriminación en muchos países, incluido
Estados Unidos, donde coincidiendo con la pandemia hemos vivido de cerca
pruebas desgarradoras de un racismo empedernido, la evidencia demuestra que la
mayoría de las personas viven convencidas de que la tarea diaria más importante
es convivir en armonía y que el mejor negocio es el bien común. De hecho,
cuando afrontamos situaciones catastróficas como esta pandemia y nos invade el
pesimismo, con el tiempo, el resplandor de la solidaridad se convierte en la
fuente más segura de esperanza.
¿Cómo valora la
gestión de Donald Trump ante esta crisis?
En mi opinión, la
gestión del presidente Trump ha sido caprichosa, impulsiva, mal informada y ha
estado empapada de motivaciones políticas personales y manipulada con el fin de
encubrir la ignorancia y serios errores de juicio y culpar a fuerzas externas o
a contrincantes políticos. Menos mal que han surgido lideres locales como los
gobernadores de ciertos estados, incluido Nueva York, que han tomado las
riendas, han absorbido la confianza de los ciudadanos y nos han guiado en la
superación de la devastadora pandemia.
En noviembre quería
correr la maratón de Nueva York. ¿Volverá la normalidad a nuestras vidas en
unos pocos meses?
Como cabía esperar,
la maratón de Nueva York ha sido cancelada por motivos de salud pública. Pero
tenemos la oportunidad de correrla individualmente monitorizados por la
organización. Esta opción ha sido una buena noticia para los que estamos
enganchados a esta prueba anual -yo llevo 26-, acabadas a duras penas en más de
una ocasión, ya que soy un vencedor lento. Este es mi lema que aprendí de
Martin Luther King y recomiendo: “Si no puedes volar, corre; sino puedes
correr, anda; si no puedes andar, gatea; pero hagas lo que hagas, ¡sigue
avanzando!”.
Por Siscu Baiges
Fuente