¿Cómo se vinculan el estrés y la angustia social? ¿Qué relación podemos encontrar entre la angustia y la violencia social? ¿Cómo enfrentar la angustia social? ¿Cómo podemos ayudarnos?
El estrés está relacionado con manifestaciones de alto nivel
como reacciones de angustia, que implican fenómenos definidos de sufrimiento.
La angustia se refiere a episodios profundos de preocupación,
caracterizados por percepciones de amenaza asociadas a temores generalizados o
específicos en los que hay una impresión de indefensión ante una situación
dada. Esta indefensión conlleva valoraciones subjetivas de inminente daño en
caso de suceder la situación temida.
Las situaciones que están asociadas con episodios de
angustia son de diversa naturaleza:
• Fenómenos naturales
incontrolables. Incendios, terremotos, erupciones volcánicas, deslizamientos, inundaciones,
entre otras.
• Fenómenos accidentales.
Accidentes aéreos, de tráfico vehicular, deportivos, etc. Se percibe en ellos
mayor controlabilidad o previsión.
• Eventos sociales.
Atracos, violaciones, secuestros, atentados terroristas, extorsiones. Se
relacionan con sentimientos de resentimiento y culpabilización.
• Fenómenos biológicos
y psíquicos. Temor a contraer una enfermedad específica o a sufrir un trastorno
mental cualquiera, así como la sensación de poder perder el control sobre sí
mismo.
En la medida en que haya una mayor percepción de dominio
sobre la situación, habrá mayores posibilidades de definir estrategias de
afrontamiento adaptativas ante el evento específico.
El sufrimiento asociado a las manifestaciones de angustia se
relaciona con una preocupación característica ligada a las implicaciones o
consecuencias que ésta pueda tener en su vida. Las personas temen consecuencias
nefastas de la situación o temen perder el control sobre sí mismo, de manera
que no den cuenta conciente de sus manifestaciones.
Los antecedentes relacionados con la situación temida
generan una sensación de mayor probabilidad de la ocurrencia del evento. A
mayor impacto emocional del hecho, mayor el temor de que esté vuelva a suceder.
Los episodios traumáticos son los más relevantes en el momento de la generación
de la angustia.
La dimensión de la situación traumática es proporcional a
los acontecimientos que implican enfrentarse a la posibilidad de un perjuicio
(daño, muerte o enfermedad). La magnitud del trauma puede determinar el grado
de procesamiento de información, que genera un mayor impacto en el sujeto.
De esta manera, se asume que las manifestaciones traumáticas
inciden en la dimensión de la angustia, en tanto la representación hecha de la
situación conlleva a manifestaciones anticipatorias diferentes, que suscitan
distintos niveles de amenaza.
Angustia y violencia
social
Es claro pensar que algunas manifestaciones de angustia tienen
que ver con fenómenos sociales característicos de nuestro medio. Si asumimos que
vivimos en un medio de por sí amenazante, tomaríamos las manifestaciones de
angustia como reacciones normales ante las condiciones ambientales.
Sin embargo, el hecho de su supuesta normalidad no implica
que deban asumirse como naturales y que se debe permitir su evolución espontánea.
Debido al sufrimiento asociado con la angustia, se deben buscar estrategias de
acción para aminorar su impacto negativo en el sujeto.
Siguiendo la teoría de la evaluación y el afrontamiento, se
toma que las interpretaciones subjetivas del entorno se refieren a imaginarios sociales,
presentados como conjuntos de representaciones individuales y colectivas que
llevan a la aprehensión de los fenómenos característicos de lo social.
De esta manera, la interpretación subjetiva que hace cada
individuo del fenómeno social, está sesgada por una construcción colectiva que lleva
a reacciones propias de un contexto determinado. La angustia, entendida en su relación
con los fenómenos de estrés y ansiedad, se entiende desde la percepción
subjetiva de inminente amenaza asociada con las condiciones y costumbres de un
contexto social específico.
Sin embargo, así hallan condiciones colectivas que insertan los
fenómenos sociales en el marco referencial de los individuos, se deben entender
que cada persona asume una posición diferente frente a la realidad y por lo tanto
sus manifestaciones son exclusivas. El fenómeno de la angustia debe entenderse desde
una perspectiva individual, tomándose a cada persona como un universo diferente
con manifestaciones características.
Cada caso presentado debe abordarse desde el malestar subjetivo
padecido por el individuo. En el caso de la angustia presentada por la interpretación
de los fenómenos sociales, se debe comprender lo subyacente de la manifestación
de cada individuo.
Buscando opciones
ante la angustia social
Ante la pregunta de qué hacer frente a la angustia producida
por la interpretación de los fenómenos sociales, se debe hacer una diferencia entre
dos estrategias diferentes y posibles ante un hecho determinado: La
preocupación y la planeación.
La preocupación se remite a la anticipación de las
consecuencias negativas de una situación, con la percepción de no tener las habilidades
o capacidades para hacerle frente. El sujeto se centra fundamentalmente en la supuesta
emoción negativa que tendrá si el evento temido ocurriera, sin prepararse para
la ocurrencia del evento por focalizarse en desear que no ocurra.
La planeación implica la anticipación de diversas consecuencias
(positivas y negativas), anticipándose también a posibles estrategias efectivas
para enfrentar el evento. Se focaliza en posibilidades de acción si el hecho
ocurriera, viendo a éste como una eventualidad y no como una inminencia.
Para que la persona se asuma más en actitudes de planeación que
de preocupación, se debe tener en cuenta las siguientes condiciones:
• La persona debe entender que la preocupación es una típica
forma de llegar a prolongar una emoción a través del pensamiento. La angustia es
una emoción secundaria producto de sesgos evaluativos a nivel de anticipaciones
cognitivas.
• La preocupación está relacionada con una sensación de impredecibilidad
o incontrolabilidad. El resultado de ello es la incertidumbre, pues la mente se
encarga de convertir algo posible en algo probable.
• La preocupación es una trampa perfecta que lleva a la
sensación de indefensión. La indefensión no es más que producto de la mente.
• Como la angustia es producida por el pensamiento, constituye
una emoción artificial y no natural. El sujeto debe entender que una situación real
no necesariamente va a experimentar la ansiedad que experimenta al imaginar la
situación.
• En una situación real, nuestro pensamiento estaría al
servicio de la elaboración de la emoción y la situación. Es decir,
en una situación amenazante real no nos ponemos a pensar en lo horrible de la situación
sino que se dirige a reducir la emoción y vigilar la amenaza, para sufrir el
mínimo daño.
Algunas preguntas
orientadoras.
Hay algunas preguntas fundamentales con las cuales las
personas pueden enfrentar su angustia, para que puedan cuestionar sus esquemas
estresógenos:
* ¿Fuera de incrementar mi malestar social, sirve de algo mi
preocupación?
* ¿La preocupación me permitiría vivir de forma más adecuada
si se presentara la situación temida?
* ¿La preocupación me crea habilidades y me hace más
eficiente?
* ¿Dónde está la evidencia de la ocurrencia de la situación?
¿Cuál es su probabilidad?
* ¿Hay otra manera diferente de mirar la situación?
* ¿Qué es lo peor que podría suceder?, ¿Podría yo
afrontarlo?
* ¿Qué estrategias de afrontamiento puedo asumir ante la
situación?
* ¿Hay factores importantes que estoy descuidando al valorar
la situación?
* ¿Quién dijo que yo no puedo afrontar eso?
Extraído de
Estrés y angustia social: base real o imaginaria
Revista Poiesis
NÚMERO 4 • JUNIO 2002
Rodrigo Mazo Zea
Psicólogo especialista en terapia cognitiva