Se ha constatado que las situaciones comunicativas se influencian los
sentimientos de los receptores a través de un 55% de comunicación no verbal, un
32% de voz y un 7% de contenido. El trabajo del docente en el aula
implica una gran transmisión de contenido y pese a que los contenidos ocupan
una gran parte del proceso de comunicación dentro de la clase, es importante
observar cómo se comparten estos contenidos, con qué emoción o cómo
acompaña el cuerpo a la transmisión de ese conocimiento. De hecho, los maestros
que suelen ser más significativos para los alumnos suelen mostrar pasión por la
asignatura que imparten y dominio de la comunicación total entre voz, contenido
y cuerpo (Riart, Arís y Martorell, 2012).
Por ello, el docente tiene que ser capaz de utilizar todas sus
capacidades como comunicador, lo cual implica una correcta utilización del
cuerpo. Esto permite mantener a los alumnos atentos y tener un mayor
control de la clase. Cuando estamos actuando delante del aula, toda nuestra
comunicación debe dirigirse a un mismo punto, razón por la cual, el discurso
que trasmitimos debe ser coherente desde un punto de vista emocional, corporal,
visual, cenestésico e incluso a nivel de indumentaria (color, aroma, forma,
etc.) (Riart, Arís y Martorell, 2012).
Desde el punto de vista del emisor, existen cinco puntos mágicos: la
cara, las manos, el cuerpo, los pies y el entorno de la voz. Saber cómo
emplear estas partes del cuerpo para mejorar la comunicación puede ser muy útil
para aumentar la propia seguridad y, en consecuencia, reducir el estrés (Riart,
Arís y Martorell, 2012)
Comunicación no verbal en alumnos
Hay que considerar que, dentro del aula, no es solo el cuerpo del
docente el que está emitiendo comunicación no verbal (CNV) de forma permanente,
sino que el alumnado es uno de los grandes emisores de comunicación no
verbal y de manera involuntaria, da al docente una información muy
valiosa. No se debe desaprovechar esta información, ya que es muy valiosa,
razón por la cual, debe procesarse, interpretarse y aplicarse. En este sentido, un
buen orador es el que adapta su discurso al público y es, además, capaz de
modificarlo en función a las respuestas que recibe por parte de los asistentes (Riart,
Arís y Martorell, 2012).
Detectar la CNV del alumnado es complejo y requiere de concentración.
Para ello, hay que entrenar capacidades de percepción para conseguir ver más
allá de lo que el alumnado está dejando ver. Se deben buscar gestos que se
centran especialmente en el espacio, los brazos, las piernas, las manos y la
interacción de las manos con la cara. Según Haggard e Isaacs (1966), las
expresiones que duran un micro momento se emplean como indicadores de
sentimientos que están viviendo los alumnos. Gracias a Ekman y Friesen
(1976), el concepto evolucionó hasta llegarse a hablar de micro
expresiones. Una micro expresión es un principio de expresión que se
realiza en una vigésimo quinta parte de segundo, en donde diferentes músculos
de la cara efectúan un movimiento que se traduce en la emoción que está
viviendo el sujeto. Por tanto, a través de la detección de micro expresiones se
puede conocer el estado de la persona que tenemos delante (Riart, Arís y
Martorell, 2012)
¿Cómo detectar las emociones del grupo de alumnos?
En 1999, Ekman identificó nueve emociones, algunas de las cuales varían
por simples matices de las que había descubierto inicialmente (felicidad, ira,
repugnancia, miedo, sorpresa y tristeza). Dichas emociones son: diversión,
desprecio, culpa, orgullo, entusiasmo, vergüenza, placer, alivio, complacencia,
satisfacción y bochorno. Para saber qué clase de movimientos se encontraban en
los músculos de las caras de las personas que tenía delante y cómo la
combinación de estos generaba una emoción, Ekman creo el Sistema FACS (Sistema
de Codificación Facial, 1978), el cual puede ser aprendido progresivamente y
puede ser ensayado frente a un espejo o a través de programas informáticos para
poder entrenarse en detectar emociones (Riart, Arís y
Martorell, 2012).
Para tener unas primeras nociones de las emociones que se pueden
producir con más repetición en el aula, resulta interesante identificar las
unidades de acción propias de las siguientes emociones:
Felicidad: las comisuras labiales se abren y se levantan ligeramente
tirando hacia los extremos y los músculos que rodean los ojos estiran los
parpados hacia los extremos. Estos músculos marcarán la diferencia
entre una sonrisa real y una falsa, ya que no se pueden accionar de forma
voluntaria (Riart, Arís y Martorell, 2012).
Ira: los labios se cierran, haciendo la boca más pequeña, con el
labio superior ligeramente escondido dentro del inferior. Las cejas se juntan
provocando una tensión en el centro de las mismas que dibuja una línea
vertical. Se tensan los músculos inferiores de los ojos (Riart, Arís y
Martorell, 2012).
Sorpresa: la boca se abre ligeramente y de forma relajada, las cejas se
levantan y los ojos quedan muy abiertos (Riart, Arís y Martorell,
2012).
Desprecio: una de las dos comisuras labiales se tensa hacia un lado,
de forma ligeramente elevada, y una de las dos cejas también se levanta,
coincidiendo en el mismo lado (Riart, Arís y Martorell, 2012).
Lo más importante de la lectura de las emociones de
los alumnos es poder adquirir un control más amplio de la clase. Para poder adaptar nuestra
comunicación a nuestra clase es importante saber qué percepción tienen los
individuos que forman parte de la clase. Por esta razón, debemos poder
interpretar correctamente las emociones. Para conseguir esta correcta
interpretación no tenemos que centrarnos en una micro expresión aislada,
sino que es básico contextualizar toda la CNV de los alumnos. Se debe
entender una micro expresión como parte del conjunto de señales que emiten los
alumnos, sumando los diferentes gestos (Riart, Arís y Martorell,
2012).
Fuente: https://www.isep.es
Por: Maribí Pereira
Psicóloga, docente del Máster en Psicoterapia del Bienestar Emocional.
Antigua alumna del Máster en Psicología Clínica y de la Salud.