El término burnout se utilizó inicialmente entre los deportistas de alto rendimiento para definir el estado de estar quemado por la falta de éxito en las competiciones tras prolongados periodos de ilusión, esfuerzo y duros entrenamientos. En la literatura sobre psicología el término es introducido en 1974 por Freudenberg, para referir la sensación de agotamiento, decepción y pérdida de interés por la actividad laboral, como consecuencia del desgaste diario, en personas que se dedican a profesiones de servicios a los seres humanos (educación, sanidad, servicios sociales…) Freudenberg lo define como “el resultado de gastarse en el seguimiento de un conjunto imposible de expectativas"”(Freudenberg, 1975, en Gil-Monte, P. 1992)
Para evitar el término inglés que ya está bastante introducido en los ámbitos universitarios, Seisdedos (1997), en la adaptación española del Inventario de Burnout (MIB) propone utilizar la perífrasis síndrome del estrés laboral asistencial.
Maslach se había referido ya a finales de los 70 a lo que consideraremos uno de los factores componentes del síndrome, “la pérdida de interés por las personas con las que se trabaja”. Un agotamiento emocional en el que el profesional ya no tiene ningún sentimiento positivo, simpatía o respeto hacia los alumnos o pacientes”. (Maslach, 1979, citado en Gil-Monte, P. 1992) Los clínicos constatan una constelación de afecciones psicosomáticas asociadas.
La clave de los factores componentes del burnout ya era indicada por los servicios de salud franceses, a principios de los ochenta, según recogíamos más arriba: la Dirección de los Servicios de Salud Mental franceses destacaba, en los docentes, los aspectos tensionales, ansiosos o de fatiga, especialmente la frustración y la depresión con manifestaciones de apatía, desinterés, dificultad de concentración, desvalorización personal, desesperanza… junto al insomnio y la ansiedad, pero Álvarez Gallego y Fernández Ríos (1991) operativizan el concepto clasificando con mayor detalle los síntomas asociados al síndrome de burnout,
ANÁLISIS DE SÍNTOMAS EN EL SÍNDROME DE BURNOUT. PSICOSOMÁTICOS: FATIGA CRÓNICA, CEFALEAS,
PROBLEMAS DE SUEÑO, DESÓRDENES
GASTROINTESTINALES, DOLORES MUSCULARES…
CONDUCTUALES: ABSENTISMO LABORAL, INCREMENTO DE
AGRESIVIDAD Y CONDUCTAS VIOLENTAS,
ABUSO DE DROGAS …
EMOCIONALES: IRRITABILIDAD, DISTANCIAMIENTO AFECTIVO,
INCAPACIDAD DE CONCENTRACIÓN, BAJA
AUTOESTIMA, DESEOS DE ABANDONO DEL
TRABAJO, IDEAS DEPRESIVAS…
DEFENSIVOS: NEGACIÓN DE EMOCIONES, IRONÍA,
ATENCIÓN SELECTIVA, RACIONALIZACIÓN,
DESPLAZAMIENTO DE AFECTOS…
CRISIS PERSONAL DOCENTE: MÁS QUE ESTRÉS.
Autor: Luis Gómez Pérez
Generalitat Valenciana
Consellería de Cultura Educación y Ciencia
Fuente: http://www.edu.gva.es/per/docs/rlestres_1.pdf
sábado, 24 de octubre de 2009
jueves, 15 de octubre de 2009
ESTRÉS EN DOCENTES.
Hemos analizado en post anteriores el concepto de estrés y su relación con los procesos ansiosodepresivos desde una perspectiva médica. Sabemos ya que el término estrés, en la acepción de Cannon a principios de los años treinta, informa de pérdida de equilibrio en un organismo que sufre cambios neuroendocrinos como respuesta a estímulos nocivos y que la investigación fisiológica ha tenido un gran auge, que no era acompañado por la investigación psicológica hasta la aparición de las primeras escalas de medición del estrés de Taylor, en 1953. Incluso la teoría del Síndrome General de Adaptación, de Seyle, desde los años 50, potenció el estudio del estrés, pero a costa de “solapar el análisis psicológico del estrés bajo la explicación biológica y ocultar los concomitantes emocionales bajo la investigación de los cambios fisiológicos”.
Hasta que aparece una teoría o modelo explicativo del estrés desde una perspectiva psicológica, consolidada gracias a trabajos como los de Lázarus y Folkman (1986) y de Meichembaum (1983, 1989) no se resalta cómo en la perspectiva psicológica los procesos cognitivos de evaluación son claves esenciales para la explicación del comportamiento humano. En los procesos de evaluación inciden tanto los factores personales (como son las creencias o los compromisos personales impulsores de las estrategias de afrontamiento) como de factores situacionales.
Y esto es de gran importancia, ya que el estrés NO depende exclusivamente de los estímulos agresores externos (estresores). No todos los docentes reaccionan igual forma al ser insultados en público por un alumno agresivo. La experiencia nos dice que el mismo agente estresor (el insulto del alumno, la asignación de un curso conflictivo o de un horario indeseado, la entrevista conflictiva con los padres de una alumna, etc.) no provoca los mismos comportamientos en personas distintas: depende de individuos... Hemos comprobado que el mismo estresor no provoca en nosotros iguales reacciones siempre que se presenta: depende de circunstancias... Incluso hemos podido comprobar que el mismo estresor en similares circunstancias tampoco produce en nosotros la misma respuesta: depende de cómo nos lo tomemos...
Sutherland y Cooper (1991) han mostrado, en un modelo interactivo del estrés, como los estresores de nuestro entorno y factores del propio individuo se combinan en el proceso que desencadena la respuesta de estrés, de modo que la modificación de cualquiera de los dos elementos (factores estresores del entorno) la modificación de los factores personales (actitudes, valores, atribuciones... del individuo) puede controlar las situaciones de estrés. Hemos elaborado el siguiente diagrama para reflejar gráficamente estos conceptos.
De este modo, los sucesos que nos agreden desde el entorno resultan solamente estresores potenciales: la agresividad en el alumno del ejemplo citado, el enfrentamiento con otro docente, las exigencias desconsideradas de los padres de la alumna... únicamente serán estresores si nosotros desarrollamos estrés, y nuestras expectativas, creencias, actitudes... acerca de lo esperable en el ejercicio de la profesión y sobre nuestras competencias en la enseñanza, entre otras variables, constituyen los factores personales que determinan si respondemos al problema con o sin estrés. Y la respuesta ajustada a la eficacia posible es la que conllevará a la superación.
En este mismo contexto algunos autores remarcan la relevancia de las variables cognitivas en la investigación de lo que en cada caso se ha dado en llamar estrés docente (Shutz y Long 1988, Hall 1989, Dunham 1986, etc.), burnout en la enseñanza (Kyriacou 1987, Hock, 1988), malestar docente (Esteve 1993), crisis del profesorado (Gómez y Serra 1989). Los estudios realizados insisten en la necesidad de utilizar técnicas cognitivas en la prevención primaria y secundaria de las alteraciones comportamentales que muestran algunos docentes (Bornas y Martínez Abascal 1995, etc.)
Esta línea de intervención está también justificada, ya que en contextos generales -no limitados a la enseñanza- está comprobado que “la forma en que un individuo interpreta una situación y decide afrontarla determina que dicha situación provoque una respuesta de estrés” (Labrador 1992) del mismo modo que en cualquiera de los procesos psicológicos, por ejemplo en la depresión (principales teorías: Seligman, Beck, Rehm …), se insiste en la relevancia de las variables cognitivas del sujeto.
Teniendo en cuenta estas consideraciones, las manifestaciones de conflicto personal en los docentes reciben una mejor explicación desde el modelo explicativo del burnout, que incluye la sintomatología asociada a procesos de estrés y ansiosodepresivos, pero considera factores cognitivos y relacionales que describen con mayor precisión las conductas docentes. El concepto de burnout está más próximo a factores como insatisfacción personal, frustración en el ejercicio de la profesión, fatiga emocional, distanciamiento del alumnado, etc.
CRISIS PERSONAL DOCENTE:
MÁS QUE ESTRÉS.
Autor: Luis Gómez Pérez
Generalitat Valenciana
Consellería de Cultura Educación y Ciencia
Fuente: http://www.edu.gva.es/per/docs/rlestres_1.pdf
Hasta que aparece una teoría o modelo explicativo del estrés desde una perspectiva psicológica, consolidada gracias a trabajos como los de Lázarus y Folkman (1986) y de Meichembaum (1983, 1989) no se resalta cómo en la perspectiva psicológica los procesos cognitivos de evaluación son claves esenciales para la explicación del comportamiento humano. En los procesos de evaluación inciden tanto los factores personales (como son las creencias o los compromisos personales impulsores de las estrategias de afrontamiento) como de factores situacionales.
Y esto es de gran importancia, ya que el estrés NO depende exclusivamente de los estímulos agresores externos (estresores). No todos los docentes reaccionan igual forma al ser insultados en público por un alumno agresivo. La experiencia nos dice que el mismo agente estresor (el insulto del alumno, la asignación de un curso conflictivo o de un horario indeseado, la entrevista conflictiva con los padres de una alumna, etc.) no provoca los mismos comportamientos en personas distintas: depende de individuos... Hemos comprobado que el mismo estresor no provoca en nosotros iguales reacciones siempre que se presenta: depende de circunstancias... Incluso hemos podido comprobar que el mismo estresor en similares circunstancias tampoco produce en nosotros la misma respuesta: depende de cómo nos lo tomemos...
Sutherland y Cooper (1991) han mostrado, en un modelo interactivo del estrés, como los estresores de nuestro entorno y factores del propio individuo se combinan en el proceso que desencadena la respuesta de estrés, de modo que la modificación de cualquiera de los dos elementos (factores estresores del entorno) la modificación de los factores personales (actitudes, valores, atribuciones... del individuo) puede controlar las situaciones de estrés. Hemos elaborado el siguiente diagrama para reflejar gráficamente estos conceptos.
De este modo, los sucesos que nos agreden desde el entorno resultan solamente estresores potenciales: la agresividad en el alumno del ejemplo citado, el enfrentamiento con otro docente, las exigencias desconsideradas de los padres de la alumna... únicamente serán estresores si nosotros desarrollamos estrés, y nuestras expectativas, creencias, actitudes... acerca de lo esperable en el ejercicio de la profesión y sobre nuestras competencias en la enseñanza, entre otras variables, constituyen los factores personales que determinan si respondemos al problema con o sin estrés. Y la respuesta ajustada a la eficacia posible es la que conllevará a la superación.
En este mismo contexto algunos autores remarcan la relevancia de las variables cognitivas en la investigación de lo que en cada caso se ha dado en llamar estrés docente (Shutz y Long 1988, Hall 1989, Dunham 1986, etc.), burnout en la enseñanza (Kyriacou 1987, Hock, 1988), malestar docente (Esteve 1993), crisis del profesorado (Gómez y Serra 1989). Los estudios realizados insisten en la necesidad de utilizar técnicas cognitivas en la prevención primaria y secundaria de las alteraciones comportamentales que muestran algunos docentes (Bornas y Martínez Abascal 1995, etc.)
Esta línea de intervención está también justificada, ya que en contextos generales -no limitados a la enseñanza- está comprobado que “la forma en que un individuo interpreta una situación y decide afrontarla determina que dicha situación provoque una respuesta de estrés” (Labrador 1992) del mismo modo que en cualquiera de los procesos psicológicos, por ejemplo en la depresión (principales teorías: Seligman, Beck, Rehm …), se insiste en la relevancia de las variables cognitivas del sujeto.
Teniendo en cuenta estas consideraciones, las manifestaciones de conflicto personal en los docentes reciben una mejor explicación desde el modelo explicativo del burnout, que incluye la sintomatología asociada a procesos de estrés y ansiosodepresivos, pero considera factores cognitivos y relacionales que describen con mayor precisión las conductas docentes. El concepto de burnout está más próximo a factores como insatisfacción personal, frustración en el ejercicio de la profesión, fatiga emocional, distanciamiento del alumnado, etc.
CRISIS PERSONAL DOCENTE:
MÁS QUE ESTRÉS.
Autor: Luis Gómez Pérez
Generalitat Valenciana
Consellería de Cultura Educación y Ciencia
Fuente: http://www.edu.gva.es/per/docs/rlestres_1.pdf
sábado, 3 de octubre de 2009
CRISIS PERSONAL DOCENTE: MÁS QUE ESTRÉS
La recompensa está en el esfuerzo, no en el resultado. Un esfuerzo total, es una victoria completa. M.Gandhi
INTRODUCCIÓN.
En la actual conflictividad que vive el profesorado, las manifestaciones clínicas están siendo erróneamente consideradas, de facto, como el objeto mismo del conflicto. Desde una perspectiva frecuente en la práctica clínica parece lógico que en los procesos de ansiedad se trate la angustia, y en la depresión la depresión. Pero también puede entenderse que la agitación, la tensión nerviosa, el miedo mal diferenciado, la apatía, la desilusión, la tristeza, el sufrimiento, la caída de la actividad, etc. son las manifestaciones sintomáticas de una crisis más profunda que hace exteriorizar tales manifestaciones de desequilibrio en parte del profesorado, tal vez en los más vulnerables, acaso en los más sensibles o en los más implicados; seguramente en quienes disponen de menos recursos personales y sociales para superar la crisis.
Pero inclusive desde el origen de los modelos clínicos se conceptúa el síntoma no como el signo de una enfermedad, sino como la expresión más florida de un conflicto. Desde esta concepción la fiebre que acompaña a un proceso infeccioso puede, debe, tratarse en sí misma si alcanza los niveles de máxima tolerancia del organismo humano, pero ningún clínico olvida la intervención sobre el proceso que la genera.
El estrés, al igual que la fiebre, constituye la respuesta indiferenciada a un desajuste en el que el organismo busca reequilibrarse en situaciones en la que la demanda del medio, o del propio sujeto, no está ajustada a sus capacidades y recursos.
El estrés docente es más que estrés. Constituye una manifestación de desequilibrio entre las demandas que recibe el docente y su capacidad y recursos para responderlas adecuadamente, constituye un avisador que estimula al cambio e informa de su necesidad.tá en la intervención sobre ese desequilibrio de forma que la resolución del mismo conlleve un desarrollo en el individuo y no un estancamiento. Tal vez la relevancia que superficialmente se le ha dado al concepto de estrés docente en algunos ámbitos sensacionalistas hubiera que focalizarla en el contexto del estrés docente, en la crisis que lo provoca.
Recordemos la investigación del Instituto de Ciencia y Tecnología de la Universidad de Manchester, en la que se refleja como en el contexto británico la enseñanza no es una de las profesiones más afectadas por el estrés, sino que ocupa el noveno lugar, por detrás de otras como la construcción, enfermería, policía, periodista o minero.
10 profesiones con mayor estrés.
Minero ___________________________________ 8,30
Policía __________________________________ 7,70
Trabajadores Construcción __________________ 7,50
Periodista ____________________________ 7,50
Piloto aviación. _________________________ 7,50
Dentista ___________________________ 7,30
Médico ______________________ 6,80
Enfermería ___________________ 6,50
Profesorado___________________ 6,30
Jefe de personal __________________6,00
Fuente: Instituto de Ciencia y Tecnología. Universidad de Manchester. (Ref. Aguayo y Lama 1996. Estrés ocupacional. En Mapfre Seguridad. 62.
Resaltamos la aparente contradicción de los datos ofrecidos por este estudio que sitúa el nivel de estrés en la docencia en un noveno lugar, mientras que en otras investigaciones, las cifras de alteraciones comportamentales asociadas a procesos ansiosodepresivos que se registran en la enseñanza están muy por encima de las correspondientes a esos mismos procesos en el resto de las profesiones. También parece contradictorio que el lugar de la enseñanza en la clasificación de profesiones por su nivel de estrés sea el noveno mientras que la literatura especializada insiste en la difusión de investigaciones acerca del estrés docente, la enfermedad de la enseñanza, el malestar de los enseñantes, el burnout en la docencia, la depresión en el profesorado y similares. Entendemos que ello es debido a una manifestación más de la focalización que las investigaciones suelen realizar sobre aspectos concretos de un mismo problema. No obstante debemos insistir en la necesidad de ser más rigurosos en el uso de los términos, aunque en ocasiones se requiera emplear términos conocidos en las publicaciones de carácter divulgativo.
Del mismo modo, algunos cuestionarios utilizados para la evaluación del estrés docente desde protocolos clínicos valoran esencialmente las manifestaciones de síntomas psicosomáticos asociados a los procesos de estrés y ansiedad, otros se centran en manifestaciones de las fuentes de presión en el trabajo, con ítems como los recogidos en el cuadro Cuestionario sobre estrés en la enseñanza. Las presiones a las que se enfrenta en su trabajo, de Travers y Cooper (1997). En otros, como el publicado por Calvete y Villa (1997) se valora algunas manifestaciones del burnout, aunque el título del cuestionario asocia estrés y burnout.
Cuestionario de estrés y burnout del profesor.
Evaluación e intervención en el estrés docente.
Me siento deshecho al final de la jornada laboral.....
Me siento emocionalmente cansado a causa de mi trabajo.....
He conseguido muchas cosas valiosas en este trabajo.
Trabajar con gente todo el día es realmente una tensión para mí...
Me preocupa que este trabajo me esté endureciendo emocionalmente.
No me importa mucho lo que les suceda a algunos alumnos.
Me siento muy animado y contento al trabajar de forma próxima a mis alumnos.
Me abstengo de corregir a algunos alumnos por evitarme problemas.
Creo que trato a algunos alumnos como si fueran objetos, impersonalmente....
Con mi trabajo estoy influyendo positivamente en la vida de otras personas.
Etc.
El cuestionario íntegro puede hallarse en: Programa Deusto 14-16. II Anexo III Ed.:Mensajero y más delante se encuentra la adaptación del MBI de Maslach que
A pesar de que el uso de estos cuestionarios en el contexto de investigaciones rigurosas exija la correspondiente validación psicométrica, la utilidad de este tipo de instrumentos para potenciar la reflexión sobre la práctica docente y sobre el desarrollo personal, y para estimular la toma de decisiones de cambio... es evidente.
CRISIS PERSONAL DOCENTE:
MÁS QUE ESTRÉS.
Autor: Luis Gómez Pérez
Generalitat Valenciana
Consellería de Cultura Educación y Ciencia
Fuente: http://www.edu.gva.es/per/docs/rlestres_1.pdf
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