sábado, 19 de noviembre de 2016

Cómo prevenir el Burnout o estrés laboral

El concepto de “síndrome del Burnout” (“síndrome de estar quemado”, “síndrome de quemarse por el trabajo”, “síndrome del estrés laboral asistencial”), nace de la consideración del estrés laboral sufrido por los profesionales.

En un principio se pensaba que los ejecutivos eran los más estresados, sin embargo las investigaciones afirmaban que también estaban expuestas a este tipo de estrés las personas que tuviesen un contacto directo con pacientes, clientes, alumnos o ciudadanos cuyas exigencias desbordaban la capacidad de actuación del profesional, ya que la situación le ha sobrepasado y se va reduciendo su capacidad de adaptación.
Maslach y Jackson (1981, 1982) definen  “Burnout” como un cuadro clínico cuyos síntomas principales son:
– El Cansancio Emocional: también llamado agotamiento emocional, agotamiento de la energía o los recursos emocionales propios, una experiencia de estar emocionalmente agotado, debido al contacto cotidiano y mantenido con personas a las que hay que atender porque son la razón de ser de su trabajo.
– La Despersonalización: desarrollo de sentimientos negativos, y de actitudes y sentimientos de cinismo hacia las personas destinatarias del trabajo. Estas personas son vistas por los profesionales de forma deshumanizada debido a un endurecimiento afectivo, lo que conlleva que les culpen de sus problemas.
– La falta de Realización Personal en el trabajo: tendencia a evaluarse negativamente, y afectando a la habilidad en la realización del trabajo y a la relación con las personas a las que atienden. Los trabajadores se sienten descontentos consigo mismos e insatisfechos con sus resultados.
El síndrome es frecuente en profesionales de la salud, de la educación y en profesionales que trabajan en los servicios humanos. Sin embargo, el síndrome de “estar quemado” también se aplica a un extenso colectivo de profesionales que incluye desde los directivos a las amas de casa.
Por otra parte, hay que mencionar que el síndrome tiene un desarrollo insidioso y progresivo como respuesta al estrés laboral crónico, pero hay que destacar que en este proceso sobre todo fracasan las estrategias de afrontamiento que suele emplear el sujeto, como por ejemplo, la evitación.
Las consecuencias del síndrome del Burnout son muy negativas tanto para el sujetoque lo padece (salud física y mental: alteraciones psicosomáticas, ansiedad, depresión, etc.) como para la organización en la que desempeña su rol profesional (disminución del rendimiento, absentismo laboral, abandono del puesto de trabajo, etc.).
Medidas preventivas del estrés crónico y el burnout
En primer lugar, para poder prevenirlo antes de que sea demasiado grave o para poder controlarlo, será necesario saber qué es el estrés y el Síndrome de Burnout, identificarlo y, sobre todo, averiguar qué lo está desencadenando y cómo nos está afectando. Es importante en estos momentos no negar la situación que se está padeciendo y aceptarla de manera incondicional.
Posteriormente será necesario tomar conciencia de que no hay que exigirse más de lo que uno puede dar.
Las técnicas de prevención incluyen:
– Mantener un estilo de vida saludable (alimentación moderada, honestidad, no alterarse fácilmente, relajación, paciencia, realización de ejercicio físico y distracción en algún momento del día para la desconexión con la vida laboral, no ser aprensivo, etc.).
– Satisfacción en el lugar de trabajo: si no estás satisfecho en el trabajo y te sientes quemado por ello, pregúntate qué es lo que falla y cómo podrías afrontarlo.
– Apoyo personal y social: desde lo laboral a lo familiar es muy importante disponer de este tipo de apoyo, y para todos los ámbitos, ya que nos puede ayudar con el afrontamiento de la situación desagradable que se padece o incluso a ver las cosas desde otra perspectiva.
– Comunicaciones abiertas: la comunicación, dentro de la honestidad y la educación, es un factor muy importante para que podamos expresar lo que deseamos, siendo asertivos. Es una manera de evitar la despersonalización que se ha mencionado anteriormente.
– Mejora de la organización personal: la organización siempre es un paso muy importante para poder llevar a cabo nuestros objetivos en la vida y utilizar las técnicas de afrontamiento mas propicias para cada caso.
– Desarrollo de habilidades profesionales: no quedarse estancado o bloqueado y seguir desarrollando habilidades hará que nos sintamos más realizados con nosotros mismos, y evitando así el sentimiento de esa falta de realización personal que caracteriza al Síndrome de estar Quemado.
Además de todo esto, sería de gran relevancia comentar que la prevención de este tipo de estrés, también ha de abordarse desde el enfoque organizacional y no sólo de forma individual ya que la promoción de la calidad de vida laboral se consigue mediante la puesta en práctica de políticas óptimas de dirección organizacional.


Compartido por
Rebeca Pozuelo Fernández


sábado, 17 de septiembre de 2016

Docentes y enfermeros son los más afectados por el síndrome de la cabeza quemada

También conocido como burnout, se trata de uno de los llamados “males de siglo” y afecta en nuestro país principalmente a los docentes y enfermeros.



El mundo del trabajo también se ha transformado modificando el rol de los sujetos: de simples ejecutores de tareas se ha pasado a trabajadores que aspiran a desempeñarse en empleos que les permitan tomar decisiones con cierta autonomía, realizar tareas significativas y con impacto social.
Esos son los trabajadores más proclives a ser víctimas del “síndrome de cabeza quemada”, una vez que sus aspiraciones profesionales se ven frustradas por una realidad cada vez más compleja. Otras causas pueden ser el “inmovilismo” laboral y el desempleo.
Es allí donde la psiquis, el cuerpo y el comportamiento comienzan a verse afectados en distintos niveles, experimentando agotamiento, falta de energía, malhumor, insensibilidad y hasta cinismo. Todas estas conductas colaboran con una baja eficacia laboral.
Entre los síntomas de quienes padecen este mal se cuentan palpitaciones, taquicardias, pinchazos en el pecho, aumento de la tensión arterial, dolores musculares, contracturas, dolores de cabeza, dificultades digestivas, inapetencia, disminución del deseo sexual y dificultades en el sueño.
¿Cuál es la diferencia entonces entre burnout y el clásico estrés laboral?
El psiquiatra y especialista de la Universidad de Zaragoza Javier García Campayo,  explicó que el estrés laboral es solo la primera fase del burnout: el síndrome de “cabeza quemada” aparece cuando el estrés laboral se vuelve crónico.
Las profesiones más afectadas por este síndrome son las que tienen un costado claramente vocacional y de servicio al otro, en las que existe una alta implicación entre el sujeto que presta el trabajo y el sujeto receptor del mismo.
Aquí, el listado de las profesiones más afectadas por el burnout:
-Docentes
-Enfermeros
-Médicos
-Psicólogos
-Asistentes geriátricos
-Comerciales
-Abogados
Aunque entre las primeras tres profesiones hay un porcentaje de afectados por burnout de entre el 25 y el 40%, García Campayo afirma que en todas las profesiones existe una prevalencia del 10% de este mal.
Estos perfiles son los que explican que en España, la Confederación Estatal de Sindicatos Médicos (CESM) vaya a realizar un estudio sobre el tema en conjunto con el Departamento de psicología de la Universidad de Extremadura, y esté en campaña exigiendo que el burnout sea tipificado como enfermedad profesional.




lunes, 15 de agosto de 2016

El estrés docente: un hecho al que casi nadie parece importar.

Desgraciadamente, cada vez más docentes sienten en su trabajo ese malestar personal, esa sensación de no servir para nada, de que su esfuerzo no es reconocido como debería serlo, y que en muchas ocasiones se le exige hacer cosas que no son ni mucho menos de su competencia.
Además, muchos de ellos tienen que soportar y aguantar escenarios de presiones y reuniones con familias poco respetuosas y maleducadas. Igualmente, se puede dar el caso de que algunos de ellos no tengan buenas relaciones con los demás compañeros del centro y que se sientan desplazados del grupo. Si al tiempo que dedica el docente a estar en clase, le sumamos el que invierte en corregir exámenes, trabajos, actividades y preparar las clases de toda la semana, podríamos decir perfectamente, que es un trabajo que genera un estrés elevado. Y sí, así es, pero a la mayoría de las personas parece no importarle.

Me parece a mí, que todavía se cree en el rol de los maestros de las civilizaciones clásicas: ese rol que definía al docente como un “semidios”, que todo lo sabía, que sabía darle explicaciones a casi todas las cosas, y uno de los seres más sabios e inteligentes del lugar. Así pues, se defendía que los profesores podían con todo y que en ningún momento podrían necesitar ayuda de vez en cuando. Esa creencia era absurda hace décadas y lo sigue siendo ahora.
Los docentes son personas de carne hueso (oh, qué gran sorpresa), que sienten y padecen. Y que en más casos de los que les gustarían, sufren un malestar que posiblemente no sepan explicar. Ese malestar, no provoca únicamente estrés (que ya es suficiente), sino que puede desembocar en fatigas, excesivo cansancio, dolores musculares, dolor de huesos, de cabeza, problemas al conciliar el sueño, en la alimentación, en sus relaciones personales e incluso en una depresión laboral.
Estas situaciones, como os podéis imaginar no han suscitado demasiada importancia en los medios. Ni siquiera en los centros educativos. Son muy pocos colegios o institutos los que hacen algo para evitar lo anteriormente citado. La mayoría de programas, de actividades, de reuniones son en referencia a los alumnos, y eso está bien. ¿Pero quién “cuida” a los docentes? ¿Quién se encarga de su bienestar en el trabajo? Sí, la respuesta más sencilla es que ellos mismos. Pero es que ellos mismos, en muchas ocasiones se sienten tan agotados y menospreciados que no tienen ni ánimos para motivarse por sí solos.
Muchos, por ejemplo, no han desarrollado habilidades para enfrentarse a estos conflictos, o no están preparados para una situación concreta. Algunos, se implican demasiado con los alumnos y les termina afectando también a ellos.
Desgraciadamente, más personas de las que me gustaría, se estarán preguntando: “estrés docente, ¿es eso posible?”. Parece ser que algún sector de la sociedad española, todavía no se ha dado cuenta que el personal educativo es uno de los peores reconocidos y tratadas desde hace algunos años. ¿Qué puede provocar entonces ese malestar en los docentes? A mí se me ocurren un montón de cosas a exponer:
◦Muchos alumnos para un único profesor: pues sí, en muchas ocasiones, hay aulas compuestas por 30 alumnos para un único docente. ¿Es eso normal? No, por supuesto que no. Habitualmente, el maestro o profesor se encuentra sólo en clase. Tiene que enfrentarse a estudiantes diferentes, con distintas habilidades y capacidades, con ritmos de aprendizaje muy dispares, y con un sin fin de intereses. Cada día, tiene que adaptar sus clases, tiene que centrarse en todos los alumnos y dejar a un lado esa atención personalizada e individualizada que muchos centros dicen tener y muchos padres quieren que se de. ¿Pero cómo se va a llevar a cabo ese deseo? Para llegar a esa cumbre, haría falta por lo menos tener a tres docentes por aula todos y cada uno de los días. ¿Estarían dispuestas las autoridades a eso? No, me temo que no.
◦Lo que se aprende en la universidad, está lejos de ser práctico: es cierto, los que estudian magisterio no aprenden a tratar las dificultades de aprendizaje, por ejemplo. Y tampoco las necesidades específicas de los alumnos. En muchos casos, los docentes se encuentran con estudiantes de altas capacidades y no saben qué hacer. No por falta de capacidad ni de habilidades, sino simplemente porque no les han enseñado. Pueden tener apuntes, pueden saberse la teoría de memoria. ¿Pero qué pasa en la práctica? Y se sienten perdidos.
◦Seamos sinceros; no todos los alumnos tienen ganas de aprender: pues sí, es de sobra conocido, que muchos alumnos presentan falta de interés y poca motivación. Que se sienten desanimados y que no tienen ganas de aprender cosas nuevas. El docente, se esforzará en crear un innovador y atractivo proceso de enseñanza-aprendizaje, para llamar la atención de los estudiantes, pero hay veces que las expectativas no se cumplen y no se ha generado el clima ni la actitud que ellos esperaban.
◦Sí, hay familias que insultan a los docentes. Y no sólo en una ocasión: desgraciadamente, hay familias que culpan a los maestros de todo lo que le pase a sus hijos. Se crea un escenario de críticas, de malas palabras, de acusaciones y de ofensas hacia el profesor. Hay padres, que están lejos de ser personas civilidades y con buena comunicación. Y algunos de ellos, pueden llegar a insultos e incluso a acosar al profesor.
◦Los futbolistas son más importantes que los docentes: ya se puede dar el caso de que un profesor haya hecho algún logro importante, que seguramente no será reconocido por las demás personas ni por los medios de educación. Hay muchos docentes que cada día se esfuerzan y dan lo mejor de sí mismos para los alumnos. Pero claro, da más audiencia que Cristiano Ronaldo haya dejado a su novia.
¿Hay algo que se puede hacer al respecto? Evidentemente, sí. Los expertos dicen, que practicar deporte en cualquier situación de estrés es beneficioso, ya que reduce el riesgo de ansiedad. Evidentemente, los docentes necesitan tiempo para ellos mismos, y en muchas ocasiones, ese tiempo de ocio o de estar con sus familias y amigos, lo dedican a corregir exámenes, trabajos, actividades o a preparar las clases, y eso les genera más sensación de malestar. No se debería dar casos en que los maestros dejaran de hacer cosas que les gustan por exceso de trabajo (ojo, ni los maestros ni ningún trabajador).   También, es muy importante que el docente fomente su autoestima y que potencie las actitudes positivas que tenga a lo largo del día. Que sea consciente de los obstáculos que ha superado y de que su esfuerzo ha merecido la pena. Y que por supuesto, en situaciones límites que no sepa cómo actuar (porque… ¡oh, madre mía!, el docente no lo sabe todo), pida ayuda a los pedagogos, directores y demás personal educativo del centro.
Como es obvio, desde el propio centro también se pueden plantear diversas actividades para reducir el estrés docente en las aulas, como por ejemplo diferentes cursos de formación, reuniones mensuales para que los maestros hablen de sus experiencias, de sus dudas, de sus inquietudes, fomentar la comunicación y la relación entre el personal educativo creando grupos de trabajo y de colaboración entre ellos, apoyándose en las situaciones y casos en las que sean posible. Quizás, empezando por eso, los docentes se sentirían valorados por el lugar del trabajo, y estarían más motivados en las clases. Pero, ya sabemos que en gran parte de los colegios, institutos y universidades, realizar esos programas, les parece una pérdida de tiempo, y en muchas ocasiones, los propios docentes se ven obligados a buscar ayuda externa para no verse superados.
Aunque a la gente le cueste creerlo, la docencia es una de profesionales que más estrés produce. Muchos psicólogos dicen que el número de maestros que pasan por sus consultas está ascendiendo a un ritmo vertiginoso. Algunos de ellos, afirman haber pasado por depresiones provocadas por el exceso de trabajo y el poco reconocimiento y estima que se les tiene. Lo que es cierto, es que como la mayor parte de la sociedad sigue sin darse cuenta de lo que realmente llegan a hacer los profesores, como no son conscientes de su implicación con los alumnos, me temo que este problema tardará en solucionarse y que estará presente durante varios años más. Además, como viene siendo habitual, estas situaciones pasarán desapercibidas por la mayor parte de las personas. Pero, ¿no son los docentes superhéroes camuflados? Pues no, señores míos, está claro que no lo son.

 FUENTE: TU DOCENTE

https://docentesprimero.wordpress.com/2016/07/26/el-estres-docente-un-hecho-al-que-casi-nadie-parece-importar/

lunes, 25 de julio de 2016

COMBATIR LA ANSIEDAD: SÍNTOMAS Y TRATAMIENTO

Tips y ayuda psicológica de la vida real para combatir la ansiedad.

La ansiedad es cada vez más común entre diversos sectores de la sociedad en México y numerosos países del mundo y aunque frecuentemente se oye que no tiene cura, sí existen tratamientos efectivos para combatir la ansiedad. Actualmente ha sido abordada incluso en películas, de las que podemos obtener información útil para su tratamiento:
Dentro de la historia de la película “Iron Man 3” de Marvel que se exhibió en la Ciudad de México, el personaje principal, Tony Stark, sufre ataques de ansiedad cuando no tiene cerca su armadura, dejando ver que en cierto grado, depende de algo externo a el para sentirse seguro.
Cuando no puede tener su armadura en momentos que la necesita, vemos que empieza a tener algunos síntomas comúnmente asociados con la ansiedad, como ataques de pánico, taquicardia y palpitaciones, mareo, visión borrosa, insomnio, sobresaltos nocturnos, pesadillas, y varios más.
Quienes no somos superhéroes también nos creamos nuestras propias armaduras o protecciones, que pueden ser fármacos, hábitos repetitivos, fantasías y conductas diversas que, aunque nos ayudan a sentirnos tranquilos por momentos, frecuentemente son también una manera de seguir encubriendo las causas profundas de nuestros problemas.
Síntomas de ansiedad en hombres y mujeres
Es importante que las personas que sufren ataques de ansiedad recuerden que esta no va a desaparecer de la noche a la mañana, ni por arte de magia, pues si hoy la sienten con más o menos fuerza, es porque se ha ido formando a lo largo de los años, a través de problemas y situaciones no resueltas en tu vida.
Cuando estas situaciones ya han pasado, pero no han sido resueltas, pueden sentir algunos síntomas, además de los que describí arriba. Entre los principales síntomas de la ansiedad también se encuentran estos:
  • fantasías catastróficas (contigo o con seres queridos);
  • dolor muscular y tensión nerviosa (cuello, espalda);
  • sentir adormecimiento en brazos y piernas;
  • sudoración excesiva en manos o pisé;
  • sensación de falta de aire;
  • miedo a volverte loco o miedo a poder morir;
  • miedo al futuro;
  • miedo a los espacios donde hay mucha gente;
  • mareos, etcétera.
Estos síntomas son generales y es muy posible que en tu caso existan algunos de estos y varios otros, pero a fin de cuentas, todos ellos te están avisando que existe algún problema emocional que necesitas resolver dentro de ti, aunque en este momento tal vez todavía no sea claro cuál es.
El alcohol y el tabaco han ayudado a adormecer estos síntomas, de manera que el problema sigue ahí y frecuentemente crece con el tiempo, pero las personas que beben o fuman por ansiedad pueden seguir adelante con sus vidas… hasta cierto punto.
Estas sustancias, igual que muchos fármacos, no son de ninguna manera una solución real, sino únicamente te quitan las molestias sin preocuparse por ir a la raíz. Por esto es que resulta muy importante saber pedir ayuda psicológica cuando ya no puedes tu sol@ con lo que te está pasando.
Tratamiento humanista para curar la ansiedad
Es muy común escuchar que no hay cura a la ansiedad, pero en mi experiencia esta afirmación se debe a dos causas:
  • Se busca eliminar la ansiedad (que es un síntoma) en vez de ir a la causa real;
  • Trata de atacarse con pensamientos e ideas lo que se originó con hechos.
Las terapias donde sólo se habla y el paciente “entiende” lo que le sucede, no funcionan porque el problema real no es la falta de entendimiento, sino una o varias experiencias que por su fuerza no pudieron ser asimiladas y que se encuentran al nivel de las emociones y por lo mismo carecen de explicación lógica.
Lo primero que deseo compartir es que la ansiedad sí puede Curarse, (así, con mayúsculas) pero NO existen curas milagrosas ni remedios mágicos. Implica un trabajo profundo de parte del paciente que no se conforma con vivir a medias, ni con “entender” para acomodarse lo mejor posible a una situación indeseable.
Una vez dicho esto, el trabajo se dirige al nivel corporal y emocional, que es donde se encuentra el origen del problema del cual la ansiedad es sólo una “alarma” de nuestro propio organismo.
Cuando recibo pacientes para empezar un tratamiento de psicoterapia humanista contra la ansiedad, es común que lleguen preocupados porque su vida se ha vuelto gris en muchos momentos y ya no saben qué hacer para cambiar esa situación, y frecuentemente les afecta en su trabajo o en la relación con sus seres queridos.
Ya arriba decía que la ansiedad te está avisando que algo no está bien en tu vida, así que lo primero que hacemos es identificar las situaciones en las que sientes más ansiedad. ¿Acaso es porque tienes un problema y no sabes si se va a resolver satisfactoriamente? ¿Sabes que necesitas cambiar algo importante en tu vida, pero te da miedo hacerlo y entonces no te atreves? ¿Tal vez es un personaje conocido de tu vida, pero no sabes cuándo ni cómo llegó?
Si la situación es más complicada, porque involucra emociones fuertes de miedo, enojo, soledad, abandono, odio, y otras, sería muy normal que tu sol@ no puedas lidiar con ello, y en estos casos será necesario que acudas a buscar un psicólogo de tu confianza que pueda ayudarte a encontrar las causas reales de tu problema y a solucionarlo, pero cuidando que no sea una terapia únicamente racional ni verbal, sino que trabaje con las emociones y sensaciones que se encuentran en tu cuerpo alrededor del cuadro de ansiedad.
Mi consultorio se encuentra en la Colonia Condesa, Ciudad de México D.F., y si buscas un tratamiento humanista para curar la ansiedad, puedo acompañarte a resolver las situaciones difíciles que estés atravesando. Si vives en otro estado de la República Mexicana, o en otro país, te recomiendo que uses tu buscador favorito y busques ayuda psicológica profesional en un lugar cercano.
Verás entonces que poco a poco vuelves a ganar confianza en ti mism@ y puedes dejar la “seguridad” (y también la pesadez) de tus viejas armaduras para enfrentar los problemas de la vida con mayor confianza.

Por: Francisco Aguirre
Francisco Aguirre, (2013). Combatir la ansiedad: síntomas y tratamiento. Recuperado de Revista Vinculando: http://vinculando.org/psicologia_psicoterapia/que-hacer-si-sufres-de-ansiedad-y-no-tienes-la-armadura-de-iron-man.html

domingo, 24 de julio de 2016

¿POR QUE SE ESTÁN QUEMANDO LOS PROFESORES?

La docencia está considerada como uno de los trabajos más estresantes. De hecho, en 1993 la Organización Internacional del Trabajo señaló que el estrés es una de las principales causas de abandono en esta profesión. Desde entonces las cifras no han hecho nada más que empeorar, y los datos más recientes indican que la prevalencia del estrés laboral en estos profesionales es alarmate. Según la Encuesta Nacional de Salud (2012) realizada en España, el 26,9% de los docentes consideran que el estrés laboral es frecuente en sus lugares de trabajo; y según el Informe de Enfermedades Profesionales por Ocupación de 2014, también de ese país, se han registrado entre los profesionales de las enseñanza 812 casos de estrés laboral: 423 con baja laboral y 389 sin baja laboral.

¿A qué nos referimos cuando hablamos de estrés laboral? El estrés es el resultado del desequilibrio entre las exigencias y presiones a las que se enfrenta el individuo, por un lado, y sus conocimientos y capacidades, por otro. Aplicado al ámbito laboral, no solo incluye situaciones en las que la presión laboral excede a la capacidad del trabajador para hacer frente a la misma, sino que también incluye los casos en que no se utilizan suficientemente sus conocimientos y capacidades. Todo ello puede dar lugar a comportamientos disfuncionales y no habituales en el trabajo, contribuir a la mala salud física y mental del individuo, y propiciar el desarrollo del síndrome deburnout(o quemarse en el trabajo), cuyas principales características son: estar cada vez más agotado emocionalmente, perder el interés por el trabajo y no resolver con eficacia los problemas que surjan en el mismo.
¿Por qué se están quemando los profesores? Actualmente el rol del profesor es retador y estresante ya que desarrolla un trabajo con altas responsabilidades y exigencias. En las escuelas del siglo XX, el éxito del profesor estaba vinculado esencialmente a los logros académicos de sus alumnos, esto es, al rendimiento escolar. Sin embargo, en la sociedad actual aparecen nuevas demandas y retos. Ahora no es suficiente conseguir un buen rendimiento académico del alumnado, sino que además los profesores tienen la responsabilidad de facilitar y potenciar el desarrollo integral del individuo, su talento y creatividad (Cabello, Ruiz-Aranda y Fernández-Berrocal, 2010). Para hacer frente a estos objetivos el docente no solamente debe prepararse en nuevas materias, sino que además ha de trabajar en equipo, coordinarse por niveles, ciclos y materias, asumir en algunos casos cargos de gestión (Director, Jefe de Estudios, Secretario, etc.), y pertenecer a órganos colegiados (Claustro de profesores, Consejo Escolar, Comisiones, etc.). Estas responsabilidades, junto con las elevadas demandas por parte de los alumnos y padres, y las continuas reformas de los planes de estudio, están convirtiendo la docencia en una profesión de alto riesgo psicosocial.
La investigación sobre los riesgos psicosociales en el trabajo ha proporcionado resultados interesantes que nos permiten comprender mejor la realidad laboral de las organizaciones modernas. En relación con la profesión docente, los estudios realizados en el ámbito educativo han permitido identificar los principales obstáculos y demandas del profesor, y también sus principales recursos y facilitadores. Entre los obstáculos se incluyen dificultades sociales (indisciplina, desinterés y falta de motivación de los alumnos, y actitudes negativas de los padres hacia el aprendizaje), y problemas técnicos (problemas con los recursos tecnológicos del centro, problemas con el material didáctico, y fallos o averías en la infraestructura o instalaciones). Las demandas hacen referencia la sobrecarga mental y emocional que a menudo supone la actividad docente. Los facilitadores incluyen aspectos relativos al esfuerzo personal, así como a conductas de supervisión y políticas de recursos humanos dirigidas a la eliminación de obstáculos (por ejemplo llevarse bien con los alumnos, y que éstos participen en clase, gestión eficaz de las reuniones, y fácil acceso a la información y materiales. Por último, los recursos incluyen los aspectos laborales e individuales (competencias) que nos ayudan a superar situaciones difíciles, citándose como más relevantes la autonomía, el apoyo social de los compañeros, la autoeficacia, los conocimientos didácticos, la inteligencia emocional y el sentido del humor (Lorente, Salanova, Martínez y Schaufeli, 2008; Salanova, Grau y Martínez, 2005; Salanova, Martínez y Lorente, 2005). Para evitar las consecuencias negativas y potenciar las positivas relativas al trabajo docente, sería interesante formar a los docentes y entrenarlos en el desarrollo de recursos personales que les ayuden a prevenir y/o amortiguar los riesgos psicosociales de su trabajo, a potenciar su bienestar psicosocial, y a mejorar los resultados de su trabajo. Ejemplos de esta aproximación es la aplicación reciente de programas de entrenamiento en inteligencia emocional (IE) en profesores de diferentes niveles educativos, lo cual está aportando grandes beneficios y reduciendo el estrés laboral.
La inteligencia emocional es una capacidad en la que se incluyen 4 habilidades específicas (Mayer y Salovey, 1997): 1)habilidad para identificar y expresar emociones, 2) para usar las emociones en la toma de decisiones, 3) para comprender las emociones, y 4) para regularlas, tanto en uno mismo como en los demás.
En la literatura científica sobre los beneficios de la IE en la actividad docente contamos con estudios que se han centrado en el análisis de la relación entre la IE y los riesgos psicosociales del docente, comprobando que los profesores con más IE experimentan menos burnout (Augusto, López-Zafra, Berrios y Pulido-Martos, 2012), y utilizan estrategias de afrontamiento más positivas y adaptativas ante las situaciones de estrés (Augusto, López-Zafra y Pulido-Martos, 2011). Asimismo, la IE no solo amortigua los efectos de estrés, sino que también facilita elengagement (Pena y Extremera, 2010), la satisfacción laboral (Taliadorou y Pashiardis, 2015) y el bienestar psicosocial del docente (Fernández-Berrocal y Ruiz-Aranda, 2008).En cuanto al efecto que tienen los profesores emocionalmente inteligentes en sus estudiantes y en los resultados de clase, se ha constatado que la IE de los profesores es crucial para el desarrollo de las habilidades socio-emocionales de sus alumnos, para establecer relaciones positivas con ellos (lo que ayuda a conseguir alumnos más motivados y menos indisciplinados), y mejorar su ajuste psicológico, engagement y rendimiento académico (Fernández-Berrocal y Extremera, 2003).
Por lo tanto, la capacidad para identificar, usar, comprender y regular las emociones, tanto positivas como negativas, se hace imprescindible en esta profesión, ya que estas capacidades no sólo son importantes para prevenir desajustes en la salud mental del profesor y desarrollar dichas competencias en los estudiantes, sino también para crear entornos favorecedores del aprendizaje.

Por: María del Pilar Berrios Martos
Publicado originalmente en: http://www.proyectocepa.com/wordpress/por-que-se-estan-quemando-los-profesores/

Psicóloga, profesora del área de psicología social de la Universidad de Jaén

miércoles, 16 de marzo de 2016

Estar quemados

La siguiente es un artículo escrito en un periódico de gran circulación, en la ciudad de Buenos Aires.

El estrés laboral o síndrome de burnout (lo que comúnmente llamamos "estar quemados") es un estado de decaimiento físico, emocional y mental caracterizado por padecer cansancio crónico, sentimientos de desamparo, desesperanza, vacío emocional y por el desarrollo de una serie de actitudes negativas hacia el trabajo, hacia la vida propia y hacia los demás.
¿Cómo llegamos a eso? El agotamiento emocional (disminución y pérdida de recursos emocionales) suele ser lo primero que aparece. Esto se manifiesta a través de la pérdida progresiva de la energía vital y una desproporción entre el trabajo realizado y el cansancio experimentado (no sé qué me pasa, no hice tanto y no doy más). La irritabilidad, la queja y la pérdida de la capacidad de disfrutar de las tareas son cualidades de ese momento. Posteriormente surge la deshumanización o desconsideración por el otro: ante la dificultad de manejar el malestar, se tiende a expresar la hostilidad hacia el medio y a generar actitudes negativas hacia los demás. La falta de realización personal es la tercera fase de este proceso: la pérdida de ideales repercuten en la autoestima y en los sentimientos de autoeficacia.
Los síntomas físicos más comunes del síndrome de burnout son la fatiga crónica, los dolores de cabeza, las alteraciones de sueño y gastrointestinales y la pérdida de peso; y a nivel emocional, además de los ya citados, los sentimientos depresivos y la falta de concentración. Esto trae consigo muchas veces también la ausencia de motivación por acudir al trabajo, el abuso de drogas (café, tabaco, alcohol, fármacos, etc.), la incapacidad para relajarse o el aislamiento social.
¿Cuándo nos quemamos? Cuando existe mucha sobrecarga laboral, o cuando aquello que tenemos que realizar es monótono y repetitivo. El ambiente físico o social también influye: por ejemplo, cuando trabajamos en lugares ruidosos, pequeños o con poca ventilación; o cuando existen relaciones deterioradas con superiores, personal a cargo o compañeros. También puede incidir la búsqueda de perfección absoluta o la necesidad de control total.
La detección temprana del síndrome de burnout es fundamental para prevenir el malestar generalizado que provoca. Pero en todos los casos, para prevenirlo o tratarlo es fundamental reservar tiempo y espacio para las cosas que nos despejan y nos hacen disfrutar de la vida como son los hobbies, los paseos al aire libre, la práctica de deporte y las relaciones con nuestros amigos y nuestra familia.
Debemos tenerlo en cuenta cada día: ser trabajadores responsables y profesionales eficaces no se logra necesariamente por trabajar mucho. Para eso, además de nuestra dedicación y esfuerzo, también es clave sentirse bien.

Autor
Facundo Manes, para La Nación (Arg)
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