viernes, 5 de marzo de 2021

Inteligencia emocional, clave para reducir el estrés docente ante la pandemia

 Expertos en educación emocional explican cuáles son los beneficios de desarrollar las competencias emocionales en la docencia y algunas recomendaciones sobre cómo usarlas para controlar el estrés en tiempos de coronavirus

 


Si en circunstancias normales la docencia ya producía altos niveles de estrés laboral y agotamiento, la crisis del COVID-19 ha agravado la salud mental de los y las docentes a nivel mundial.
 
El 92,8% del profesorado ha sufrido desgaste emocional y estrés durante el confinamiento, según un estudio desarrollado por la Central Sindical Independiente y de Funcionarios (CSIF). Y otra investigación, Panorama de la educación en España tras la pandemia del COVID-19: La opinión de la comunidad educativa (2020), realizada por investigadores de las universidades de Granada y Málaga para BBVA, afirma que, tras el periodo de alarma y cuarentena, toda la comunidad educativa evidencia signos de estrés, ansiedad y agotamiento, tanto profesional como psicológico.
 
"La comunidad docente afronta una situación novedosa y de incertidumbre, muy similar a la que está afrontando toda la sociedad. Sin embargo, en el caso del profesorado, esta situación se suma a los diferentes estresores que ya hacían mella en su salud mental antes de la pandemia", asegura en declaraciones a Educaweb Natalio Extremera Pacheco, Catedrático de Universidad en el departamento de Psicología Social de la Universidad de Málaga (UMA) e investigador del Grupo de Investigación Recursos Personales Positivos.
 
"El profesorado en ejercicio en general (más del 90%) no ha recibido nunca ningún tipo de formación en educación emocional de forma sistemática, fundamentada en las investigaciones científicas y suficiente en cantidad (tiempo) y calidad", apunta en entrevista reciente Rafael Bisquerra, presidente de la Red Internacional de Educación Emocional y Bienestar (RIEEB).
 
Ante este contexto, los expertos y fuentes consultadas consideran que el profesorado necesita más que nunca formarse en educación emocional. De esta forma podrá desarrollar y practicar la inteligencia emocional y así manejar las emociones de miedo, incertidumbre y motivación que le ayude a incentivar el aprendizaje del alumnado en estos momentos difíciles.
 

Los beneficios de la inteligencia emocional para docentes

 Entre los beneficios que aporta la inteligencia emocional en el ámbito educativo destacan los siguientes, según los expertos consultados:
 

Ayuda a prevenir la ansiedad y el estrés

 El profesorado que cuenta con habilidades emocionales "es capaz de regular mejor sus emociones y como consecuencia goza de un mayor bienestar emocional", señala en declaraciones a Educaweb Rafael Bisquerra.
 
El director del Posgrado en Educación Emocional y Bienestar (PEEB) y del Posgrado en Inteligencia Emocional en las Organizaciones (PIE) de la Universitat de Barcelona añade que "las competencias emocionales, cuando se han desarrollado de forma fehaciente, a través de procesos de educación emocional, son un factor importante en la prevención múltiple de estrés, depresión, fobias, violencia, etc.".
 
Como evidencia de lo anterior se encuentran los resultados del estudio La importancia de la inteligencia emocional del profesorado en la misión educativa: impacto en el aula y recomendaciones de buenas prácticas para su entrenamiento (2019), elaborado por investigadores de la UMA en el que se comprobó que los profesionales de la enseñanza con mayores habilidades emocionales tienen menos síntomas de estrés y ansiedad que quienes no cuentan con ellas.
 
 
Evita el burn-out y mejora la satisfacción laboral

 Los docentes que practican la inteligencia emocional se sienten más satisfechos tanto con su trabajo como con la vida en general, por lo que presentan actitudes laborales más positivas, así "como mayores niveles de ilusión por la enseñanza, menores niveles de burn-out (síndrome del quemado) y mayor satisfacción laboral", según Extremera Pacheco, catedrático del departamento de Psicología Social de la UMA.
 
Cuando un profesional de la educación consigue su bienestar personal a través de la inteligencia emocional también es capaz de mejorar su trabajo docente, porque podrá llevar a cabo un "manejo emocional positivo de situaciones conflictivas en el aula, así como relaciones más positivas entre el profesorado y el alumnado", añade.
 
De hecho, el nivel de inteligencia emocional de los docentes modera significativamente la intención de abandono de la profesión, de manera que quienes no cuentan con ella tienen más probabilidades de sufrir el síndrome burn-out, un tipo de estrés laboral que agota física, emocional o mentalmente a las personas. Así lo señala la investigación Leaving the Teaching Profession: Examining the Role of Social Support, Engagement and Emotional Intelligence in Teachers' Intentions to Quit (2020), desarrollada por investigadores de la UMA y la Universidad Jaume I.
 

Permite ayudar al alumnado a mejorar su desempeño emocional y académico

 El profesorado que practica la inteligencia emocional está en mejores condiciones para contribuir al desarrollo de las competencias emocionales de los estudiantes, explica a Educaweb Rafael Bisquerra. "Las repercusiones de todo esto es la mejora de la convivencia, del clima emocional de aula, del rendimiento y del bienestar" de todo el alumnado.
 
Asimismo, el profesorado que trabaja su inteligencia emocional "acaba repercutiendo en resultados satisfactorios en los estudiantes, tanto académicos como en otros ámbitos, como en que puedan llegar a ser autosuficientes, por ejemplo", indica a Educaweb Alejandra Cortés, profesora y directora del Máster en Educación Socioemocional para el Desarrollo Personal y Profesional de la Universidad de Zaragoza.
 
Y es que la inteligencia emocional de los y las docentes tiene un impacto directo a largo plazo en los indicadores educativos del alumnado, como, por ejemplo: una mayor motivación por aprender, el incremento del sentimiento de pertenencia al grupo, actitudes más positivas hacia el centro educativo, el profesorado y asignaturas, así como un mayor rendimiento escolar y mejores conductas sociales en clase, explica por su parte Extremera Pacheco.
 

Cómo controlar el estrés y la ansiedad en el profesorado 

Los expertos consultados sugieren a los docentes formarse en inteligencia emocional y aaportan algunas recomendaciones, basadas en la educación emocional, para ayudar a los y las docentes a cuidar su salud mental, especialmente en tiempos de pandemia. Entre estas se encuentran:
 
 

1. Practicar el autocuidado

 Para evitar caer en el estrés y la ansiedad resulta necesario poner en práctica "las 4 D": descanso, dieta, deporte y diversión, recomienda el catedrático e investigador Natalio Extremera Pacheco.
 
En relación con el descanso, hay que buscar "ese equilibrio de 8 horas de trabajo, 8 horas de descanso y 8 horas de ocio", señala el experto. Respecto a la dieta, recomienda alimentarse de manera equilibrada y no dejarse arrastrar por "ingestas compulsivas" ante una situación de estrés.
 
También resulta indispensable realizar ejercicio físico, ya que es un antiestrés natural, y tener momentos de diversión. "Debes buscar un tiempo a la semana para hacer aquello que realmente te gusta, te motiva, te apasiona y, principalmente, te mantenga la mente alejada de los estresores cotidianos del trabajo", señala.
 

2. Realizar "gimnasia emocional"

 Por su parte, Rafael Bisquerra recomienda bajar los niveles de estrés realizando "gimnasia emocional", que consiste en poner en práctica diariamente algunos de los principios y actividades de la educación emocional: la relajación, respiración consciente, meditación, mindfulness, fluir en lo que se está haciendo y "desafiar las fuerzas de la gravitación emocional para hacer consciente el bienestar".
 

3. Controlar la sobreexposición a noticias sobre la pandemia

 Evitar la sobreexposición a información sobre la pandemia también es recomendable para controlar el estrés y la ansiedad.
 
"No podemos controlar la pandemia, pero sí podemos controlar el tiempo que le dedicamos a ello… Seguir recibiendo más información de víctimas e infectados solo nos afecta a nivel emocional", explica Extremera Pacheco, quien también recomienda a los docentes descansar, desconectar y convertir el tiempo libre en momentos para estar con la familia.
 

4. Compartir las preocupaciones o ansiedades con otros

 
Conversar con los demás sobre las preocupaciones tiene un importante valor terapéutico, por ello los expertos recomiendan formar parte de un grupo social de apoyo, de preferencia profesional, con el cual compartir experiencias y emociones. "Hablar sobre cómo te sientes y cómo estás afrontando la situación con amigos, compañeros del trabajo, familiares o un profesional de la psicología puede ser de gran ayuda", sostiene Extremera Pacheco.
 
"Tener un grupo social de apoyo es clave", coincide Alejandra Cortés. "Las evidencias nos dicen que, en contextos profesionales, si te sientes apoyado y cuentas con un buen ambiente laboral en el centro educativo, es posible evitar el estrés a corto y largo plazo".
 
En una investigación reciente elaborada por docentes del proyecto Escola de Voluntariat i Formació a Mida de Fundació Siuriana se demostró que el profesorado que forma parte de "grupos de docentes de gestión del estrés" en un centro educativo ha podido reducir esta emoción. Estos grupos son espacios de reflexión donde los docentes comparten sus problemas en el aula y encuentran en conjunto la solución.
 

Recursos para mantener el bienestar docente

Diversas entidades han desarrollado algunos programas formativos, recursos y guías para mantener el bienestar docente en tiempos de coronavirus por medio de la educación emocional. Por ejemplo, el Grupo de Investigación Recursos Personales Positivos de la Universidad de Málaga implementa un programa formativo de desarrollo de la inteligencia emocional docente llamado FortalecEMOs: Fortaleciendo competencias de inteligencia emocional con docentes en centros educativos de Secundaria y Primaria.
 
La UNESCO y la Organización Internacional del Trabajo han publicado conjuntamente un conjunto de herramientas para ayudar a los líderes escolares a proteger la salud mental de los y las docentes.  Proporciona consejos prácticos sobre cómo preparar a los y las docentes para un entorno escolar diferente al que estaban acostumbrados y sugiere cómo mitigar su impacto en su salud mental. Entre las recomendaciones destacan: realizar evaluaciones psicológicas y socioemocionales periódicas al profesorado, crear redes de apoyo entre pares y llevar a cabo formación en habilidades emocionales para el manejo del estrés. 
 
En Reino Unido, el sindicato de profesores NASUWET publicó una guía gratuita sobre cómo evitar el estrés y la ansiedad docente mientras se enseña en forma remota. También la asociación australiana ReachOut Schools ha desarrollado recursos gratuitos y consejos para que el profesorado cuide su salud mental en tiempos de coronavirus.
 
También existen multitud de recursos de formación sobre inteligencia emocional para docentes. Desde cursos virtuales de 25 horas lectivas, hasta másteres especializados. En Educaweb podrás encontrar algunas opciones.

 

 

Por Mayra Bosada

Fuente

https://www.educaweb.com/noticia/2020/10/15/inteligencia-emocional-reducir-estres-docente-pandemia-19331/ 

viernes, 26 de febrero de 2021

MÉXICO: ENFERMERAS QUE ATIENDEN COVID-19 ENFRENTAN INCERTIDUMBRE LABORAL Y CANSANCIO

 Enfermeras mexicanas conmemoraron el Día Nacional de la Enfermería expuestas a riesgos de contagio por COVID-19, sobrecarga laboral, afectaciones emocionales, distanciamiento con su familia e incertidumbre con respecto a su estabilidad en el empleo. 

 


Cada 6 de enero, México conmemora el Día Nacional de la Enfermería. Este 2021, sin embargo, la efeméride llegó en medio de una pandemia que ya cobró la vida en nuestro país de al menos 130 mil personas.

 

La enfermería, constituida casi totalmente por mujeres, es la principal actividad al frente de la atención de todas las personas que han sido contagiadas con el nuevo virus, lo que las expone a mayor riesgo de contagio porque son quienes mantienen todo su turno laboral en contacto directo con las y los pacientes, su entorno, sus fluidos y sus secreciones.

 

De acuerdo con el reporte del 4 de enero del 2021 que da a conocer semanalmente la Secretaría de Salud, seis de cada 10 profesionales de salud que han padecido la enfermedad por COVID-19 son mujeres; 40 por ciento del total de este personal contagiado son enfermeras.

 

Cimacnoticias platicó con cuatro enfermeras que laboran en distintas instituciones públicas de salud en la Ciudad de México que atienden pacientes COVID, para conocer cómo han cambiado sus condiciones laborales y de vida tras la pandemia.

 

Sandra, enfermera que labora desde abril pasado en una unidad temporal para la atención de pacientes COVID. Este enero cumplió ocho meses de no ver a su familia. También tuvo que cambiar de residencia y, en algunos casos, ha tenido que hacer uso de los cuartos de hoteles que en la CDMX se pusieron a disposición del personal sanitario que atiende la pandemia.

 

Antes de la COVID-19, en una jornada laboral promedio, Sandra atendía un máximo de seis pacientes al día y en estado de salud no tan grave. Actualmente, en una área de hospitalización atiende cotidianamente entre 8 a 11 pacientes en estado de salud de moderado a delicado. En el caso de pacientes en terapia intensiva, antes atendía a 1 persona y ahora 2 en estado de gravedad.

 

Aunque Sandra trabaja las mismas horas que antes de la pandemia y su sueldo aumentó de 16 a 24 mil pesos al mes, las jornadas son más extenuantes toda vez que han tenido que prepararse para la aplicación de nuevos procedimientos y conocer cerca una enfermedad nueva para todas las personas, incluyendo para  el personal sanitario.

 

En esto coincide Rosario, enfermera obstetra en un hospital del Instituto Mexicano del Seguro Social, que atiende a mujeres embarazadas con COVID.  De acuerdo con Rosario, al inicio de la pandemia el personal directivo y altos mandos del hospital para el que labora no supieron cómo lidiar con las necesidades del personal de enfermería y no les proporcionaron material de calidad, lo que derivó en contagios y hasta muerte de sus compañeras y compañeros.

 

Fue varios meses después de la pandemia que se tuvo un mejor manejo de las condiciones de trabajo de las enfermeras, de acuerdo con Rosario, quien aseguró que la atención de pacientes COVID es más cansada porque –y en esto coincidieron todas las entrevistadas– el uso del Equipo de Protección Personal es pesado y deshidrata.

 

Amalia, que atiende a niñas y niños con COVID en el Hospital Infantil de México desde abril de 2019, relató que cuando empezaron a escuchar de los primeros casos de contagio imperó entre el personal un “miedo ante lo desconocido”, que poco a poco fue convirtiéndose en respeto.

 

La enfermera detalló que, como en el caso de muchas otras compañeras, la COVID le abrió las puertas para laborar en las instituciones públicas, para aumentar su sueldo, que en su caso –al venir de una institución privada– se duplicó, y de crecer profesionalmente.

 

Sin embargo, por la contingencia sanitaria, tuvo que modificar sus hábitos de vida. Por ejemplo, dejó de visitar por varios meses a su mamá y su papá, a quienes veía una vez por semana. Además de vivir con el constante miedo de ser portadora del virus y contagiar a alguien más.

 

Laura, una enfermera con 26 años de trayectoria, dijo que tras la pandemia se tuvieron que modificar no sólo los espacios de trabajo dentro del hospital sino también en su casa, con la instalación de tapetes sanitizantes o hacer un cambio de ropa al llegar del trabajo; no obstante, el mayor reto de su trabajo en esta época ha sido presenciar la pérdida de los pacientes.

 

“El riesgo ha aumentado y el trabajo también. Es muy estresante porque tienes paciente grave y de repente se ponen mal dos o tres pacientes al mismo tiempo. Algunas veces no te das a basto para atender la situación tan eficientemente como quisieras.

 

Tuve la experiencia de trabajar en un hospital de Tijuana por quince días, y fue una experiencia muy fuerte pues la demanda de la atención médica era muy grande. Gran parte del personal adscrito al hospital estaba con incapacidad por COVID y tuvimos que entrar nosotros (que laboran en la CDMX) y después de nosotros llegaron otros grupos. Ahí sí vi mucha gente morir en cuestión de minutos, a pesar de ayudarlos de manera muy profesional y expedita, era inútil, morían. Nunca jamás antes había llorado tanto por la muerte de mis pacientes, esa sensación de impotencia, coraje mezclados con desesperación ha sido una experiencia que me ha marcado mi vida profesional”, detalló la enfermera.

 

Antes de la pandemia, en  julio de 2019, el Instituto Nacional de las Mujeres (Inmujeres) contabilizó que en el país había 472 mil 781 personas se dedicaban a la enfermería con un grado técnico o especializado de las cuales el 79.1 por ciento mujeres; no obstante, la Secretaría de Salud estimaba que México tenía un déficit de 730 mil enfermeras y enfermeros para cubrir las necesidades sanitarias del país.

 

Además del déficit del personal, desde 2016 y durante los años recientesmiles de enfermeras han protestado en manifestaciones públicas para exigir una mejora salarial de acuerdo a su nivel de estudios, que en muchos casos es de maestría o más de una especialización; y el reconocimiento social de su labor.

 

Tras los primeros tres meses de la pandemia, el gobierno federal contrató un total de mil 502 enfermeras especialistas y 18 mil 664 enfermeras generales, de acuerdo con la SS, y el IMSS ofreció a 161 mil 807 personas un bono salarial del 20 por ciento.

 

No obstante, las enfermeras consultadas coincidieron en que lo prioritario para ellas es que se atienda su salud mental, toda vez que enfrentan desgaste físico y emocional por la pandemia, además de que desconocen qué pasará con sus empleos una vez que las hospitalizaciones disminuyan y se requiera en menor medida de sus servicios, ya que nadie les puede garantizar que su sueldo actual se mantenga o, mejor aún, gocen de una plaza fija.

 

 

Texto: Angélica Jocelyn Soto Espinosa/ Foto: César Martínez López

Fuente.  CIMAC Noticias

lunes, 15 de febrero de 2021

El síndrome de docente quemado será considerado enfermedad relacionada con el trabajo

La OMS ha cambiado la consideración de este síndrome desde los "problemas relacionados con dificultad en el control de la vida" a los relacionados con un estrés crónico en el trabajo.


Hace muchos años que el síndrome del profesor quemado o burnout no ocupa espacio en los medios de comunicación o en la discusión pública cuando se habla de enseñanza. Igual que hace una década eran muchos quienes hacían estudios o informes más o menos importantes sobre la prevalencia de ese síndrome entre el profesorado, hacer una búsqueda de datos hoy día no es tan fácil.
Y esto, precisamente, en un momento en el que las condiciones de trabajo del profesorado han empeorado de manera significativa, principalmente, dede el Real Decreto 14/2012 de razcionalización del gasto en el que se aumentaron las ratios de alumnos por docente o se ampliaba la jornada lectiva en todas las etapas. También, en un momento en el que se han amortizado más de 30.000 puestos de trabajo mientras el número de alumnos y alumnas crecía en decenas de miles.
Hasta la fecha, los casos que se producían dentro del mundo de la enseñanza tenían que pasar por los juzgados para conseguir el reconocimiento de esta situación como producto de la compleja labor de profesoras y profesores.
El burnout es un síndrome con diferentes estadios. El primero de ellos, el agotamiento, tanto físico como psicológico de la persona. Después viene el de despersonalización, en el que se produce un endurecimiento emocional y una mayor o menor despreocupación hacia el alumnado y sus problemas o circunstancias. Por último, el síndrome tiene impacto en la eficacia en el trabajo.
Para Francisco Javier Gómez, responable de Salud Laboral de STEs es una buena noticia que la Organización Mundial de la Salud haya dado este paso en la consideración de enfermedad producida por el trabajo. Para este experto, docente y que lleva 12 años trabajando temas de salud laboral en el sindicato, el sí¡ndrome del profesor quemado tiene muchos factores que interrelacionan. Desde la organización del centro educativo (o su desorganización), pasando por la falta de recursos materiales, el aumento de las horas lectivas, de las ratios o de la presión de una burocracia siempre creciente.
A pesar de la falta de datos oficiales, Gómez estima que entre un 10 y un 20% (más cerca del 20 que del 10) del profesorado se encuentra en esta situación de burnout. Pueden encontrarse, según su experiencia, en mayor medida en la etapa de la ESO, también en Bachillerato. Y en algunos casos en infantil o los primeros cursos de la primaria.
Uno de los posibles efectos de esta nueva consideración por arte de la OMS puede ser, además de evitar la judicialización de los procedimientos, que se sienten las bases para considerar las difíciles circunstancias en las que las y los docentes desarrollan su trabajo cotidiano.
Hasta ahora, y desde 1990, la OMS había catalogado el burnout dentro de los «problemas relacionados con dificultad en el control de la vida». A partir de ahora, lo circunscribe a problemas de estrés crónico en el trabajo. «El burnout se refiere específicamente a los fenómenos en el contexto laboral y no debe aplicarse para describir experiencias en otras áreas de la vida», explica la Organización.
Uno de los problemas más importantes que le encuentra a esta situación, frente a otras que pueden causar bajas laborales, está el hecho de que «te señalan a ti como el culpable». Algo que no sucedería con otro tipo de enfermedades o causas de baja.
Entre las posibles propuestas que pone sobre la mesa Gómez, además de la mejora de las condiciones de trabajo y de la consideración del profesorado socialmente, estaría, para empezar, la recuperacón de los médicos inspectores de educación que poco a poco han desapareciendo de las comunidades autónomas con su jubilación y la amortización de la plaza. Según el sindicalista, estas figuras realizan una importante labor de formación y prevención, además de un trabajo en relación al estudio de la prevalencia de determinadas enfermedades desarrolladas por docentes. Hoy su labor la llevan a cabo las mutuas, que no hacen seguimiento en los centros ni llevan a cabo ninguna labor estadística, según dice Gómez.
Además, el responsable de Salud Laboral de STEs defiende la creación de la figura del docente acompañante que ayude a la reincorporación de quien vuelve de este tipo de bajas que, además, suelen ser de alta duración, rondando el año. Un docente que durante un tiempo determinado esté en el aula asumiendo la labor y responsabilidad de quien se reincorpora para que este pueda hacerlo con seguiridad y tranquilidad.
El burnout está muy relacionado, además de por causas materiales de desempeño del trabajo (cantidad de alumnado, necesidades educativas especiales de todo tipo, falta de recursos…), con elementos personales como una posible baja autoestima. Un problema que, además, aumenta según el o la docente se va adentrando en el síndrome.
Es necesaria una labor de prevención, así como recursos para la formación en el centro de trabajo relacionadas con la gestión de los conflictos en el aula, por ejemplo.




Autor
Pablo Gutiérrez del Álamo
Fuente
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