jueves, 23 de enero de 2020

BURNOUT COMO PROCESO


La definición de Burnout puede verse completada con los trabajos de Pines, Aaronson y Kafry (1981), estos autores, al igual que Maslach y Jackson (1978), definen el Burnout como un estado de agotamiento físico, emocional y mental (respuesta emocional inadecuada).
Se entiende el síndrome como resultado de la exposición crónica ante una presión emocional (estrés), durante prolongados períodos de tiempo (proceso). En la anterior definición, aparece de manera implícita el concepto de Burnout como proceso tal y como lo han hecho numerosos autores, quienes describen los estados o etapas en los que se desarrolla la desilusión en las profesiones de ayuda.
Maslach y Pines (1977), insistieron en la necesidad de prevención del síndrome de desgaste, pues éste hacía perder sentimientos positivos hacia sí mismo y hacia sus clientes, a quienes podrían dirigirse con una actitud cínica y deshumanizada. Se constataría también un descenso de su compromiso laboral.

 Nos enfrentamos a un sentimiento complejo de inadecuación personal y profesional al puesto de trabajo, que surge al comprobar que las demandas que se les hace, exceden a su capacidad para atenderlas debidamente.
Este sentimiento se puede encubrir mediante una sensación de omnipotencia. (Álvarez y Fernández, 1991 a, b). Como hemos señalado, los síntomas anteriormente descritos, transcurren a lo largo de unas etapas definidas, a lo largo de un proceso y pueden ser observadas sin dificultad. (Edelwich y Brodsky 1980, Golembiewski, Munzerider y Stevenson 1986; Golembiewski y Munzerider 1988 y Leiter, 1988), también señalaremos que se trata de un proceso que contiene la característica de propagarse fácilmente entre el resto de los miembros del staff.
Además, si no hay claridad en las diferentes tareas o responsabilidades que realizan los sujetos, es decir no están bien delimitadas, la interacción laboral tenderá a ser competitiva y conflictiva más que cooperativa y eficaz.
 Muchos autores, consideran la ausencia de un apoyo significativo, como un factor clave para que se produzca el “desgaste”. De la misma manera, se ha denotado la presencia de líderes que únicamente aportan retroalimentación negativa en ambientes laborales con gran presencia del fenómeno Burnout, frente a bajos niveles del síndrome, en ambientes con altos niveles de apoyo sin reducir la autonomía de los sujetos.
A continuación se exponen los predictores más potentes de Burnout, según los autores que hemos ido citando:
1) Las relaciones interpersonales en el trabajo.
2) Encontrarse insatisfecho con su rol.
3) Experimentar altos niveles de estrés en el trabajo.
4) Sentimientos de apatía y claudicación.
5) Recibir apoyo inadecuado. Hemos podido comprobar que el síndrome es un patrón de síntomas, actitudes y conductas que varían en cada sujeto.
 No obstante, se discute si en realidad es el Burnout un nuevo concepto o, por el contrario, si no se trata más que de una de las tantas definiciones de estrés, insatisfacción laboral o depresión, aunque en la literatura se pueden encontrar otros muchos conceptos como sinónimos de Burnout, tales como conflicto, ansiedad, tedio, aburrimiento, etc. (Gil-Monte y Peiró, 1997).
Otra consideración fundamental del síndrome, es su imposibilidad de categorización como variable dicotómica, no podemos decir tajantemente si está o no presente, es un continuo que tiene unos síntomas y unas etapas generales.
 Es un proceso cíclico, pero cuya evolución puede ser modificada o cortada y, aunque el aburrimiento o “hastío” es común tanto en la insatisfacción laboral como en el síndrome, sólo en el Burnout se debe a demandas laborales crónicas (Olabarría, 1995).
Se señala, además, que si bien la insatisfacción laboral aparece como un elemento del síndrome de Burnout, aquella sólo aparece ligada, sobre todo, al agotamiento emocional en este síndrome y no fuera de él. De la misma manera, podemos decir, que la pérdida de interés y entusiasmo, así como el abatimiento, pueden ocurrir en todas las profesiones, pero las víctimas a “quemarse” se encuentran fundamentalmente entre aquellas ocupaciones en las que se presta una atención directa al trabajo con personas que demandan la atención directa del “cuidador” y, aunque el abatimiento es común a, por ejemplo, la depresión, en el Burnout queda determinado al espacio y tiempo cotidiano del entorno laboral y lo que verdaderamente caracteriza a este concepto y lo diferencia de otros similares es la actitud de despersonalización (Firth, Mc Keown, Mc Intee y Britton, 1986).
Podemos observar que estamos ante una interacción de variables afectivas (cansancio emocional y despersonalización), y cognitivo–aptitudinales (falta de recursos personales), que se articulan entre sí en un episodio secuencial. Otros autores consideran que más que un estado, podría considerarse como una particular respuesta a corto y mediano plazo al estrés crónico en el trabajo (Gil-Monte y Peiró, 1997).
Otra variable importante a considerar es la expectativa. En los trabajadores noveles estas juegan un papel de consideración. Para Broufenbrenner (1979), el Burnout tiene mayor incidencia en profesionales jóvenes.
De todas formas, parece claro, que el síndrome de Burnout se debe a la relación del sujeto con la organización laboral, pero no quedan tan claras las variables que abocan al proceso. Básicamente podemos diferenciar, entre los modelos existentes, los que consideran que las variables organizacionales son las que determinan fundamentalmente el síndrome (Mc Dermott, 1984; Golembiewski, Munzenrider y Stevenson, 1986; Randall y Scott, 1988; Maslach y Leiter, 1997), o los que defienden que estas variables se combinan con las variables personales de los sujetos, y se distinguen como dispuestos a padecer el síndrome, a aquellos con un estilo obsesivo-compulsivo; también a sujetos con estilo de personalidad dependiente o pasivo-agresiva y, por norma general, a sujetos con una tendencia a identificarse de forma excesiva con los receptores de su atención y que basan su autoestima únicamente en la consecución de metas. Sea cual sea la característica de la personalidad, los individuos más entusiastas y dedicados son los que presentan un mayor riesgo, ya que son los que presentarán una mayor desilusión y disgusto al comprobar la diferencia existente entre el marco ideal y real de su trabajo (Broufenbrenner, 1979; Cherniss, 1980, 1989, 1990; Meir, 1983; Lee y Ashford, 1993 y Olmedo, 1997). Álvarez y Fernández (1991a) y Olmedo (1997), aportan una interesante descripción de los distintos modelos comprensivos del síndrome y la diferenciación del constructo Burnout.
Ahondando en la etiología del desgaste, podemos resumir diciendo que las principales conclusiones de diversos estudios apuntan a que las principales causas del desgaste pueden ser tanto laborales como extralaborales, encontrándose relaciones importantes entre Burnout y rol del cliente (Maslach, 1978), satisfacción y medio laboral (Mc Dermott, 1984; Dolan, 1987; Randall y Scott, 1988), depresión (Firth y cols., 1986), sexo y cultura (Etzion y Pines, 1986). Lee y Ashford (1993), han establecido que el proceso del síndrome burnout se puede entender a partir del paradigma estrés-tensión-afrontamiento, propuesto por Lazarus y Folkman (1986). De tal forma que, el cansancio emocional puede ser visto como una forma de tensión, mientras que la despersonalización sería una forma de afrontamiento.
Resaltar, que para Golembiewski, el cansancio emocional estaría considerado como el factor más característico en el avance de las fases del Burnout, y la despersonalización la menos virulenta. Freudenberger consideró este síndrome como efecto de la pérdida de la motivación, idealismo y entusiasmo, también se puede observar en este fenómeno una confirmación del Síndrome de Estrés de Seyle, con sus correspondientes fases de alarma, resistencia y agotamiento, pero dentro de un contexto estrictamente laboral-asistencial frente a la presentación de otros cuadros.
Un contexto laboral asistencial donde se origina y donde tiene sus más destacadas consecuencias. Cherniss (1980) considera que la indefensión aprendida (Seligman, 1975) puede ser el mecanismo de mediación en el Burnout, de tal modo que los sujetos expuestos a resultados no controlables, pueden aprender que los acontecimientos o sucesos de su entorno son independientes de sus acciones y generalizar la creencia de que son incapaces de ser efectivos, conduciéndose a un aislamiento apático.


Extraído de
Profesión docente y estrés laboral: una aproximación a los conceptos de Estrés Laboral y Burnout JOSÉ ANTONIO AYUSO MARENTE Universidad de Cádiz, España
Fuente


martes, 14 de enero de 2020

El estrés laboral docente: una dificultad más



En la actualidad, la figura del docente ha adquirido un protagonismo involuntario en los medios de comunicación. Desafortunadamente, este privilegio va asociado a noticias que desvelan los aspectos negativos que inciden en su situación profesional. Es muy frecuente, leer la prensa y encontrar casos de agresiones a profesores por parte de alumnos y padres así como ver el telediario y que nos recuerden el alto índice de bajas laborales, que se producen entre los integrantes de este conjunto de trabajadores, como resultado de las circunstancias que rodean a esta profesión.

Para ejemplificar lo anteriormente citado, haré mención de la información publicada el día 23 del pasado mes de octubre en el Diario Digital de Información Sanitaria Azprensa. Según esta noticia, los estudios realizados por FETE-UGT indican que el 23% de los docentes estará de baja por una enfermedad de carácter psicosocial durante este curso escolar.

Realizada esta breve introducción procederé a establecer una aproximación teórica que delimite el estrés laboral docente.


¿Qué es el estrés laboral docente?

Según Kyriacou y Sutcliffe (1978), el estrés del profesor se define como aquella experiencia de emociones negativas y desagradables, tales como enfado, frustración, ansiedad, depresión y nerviosismo, que resultan de algún aspecto de su trabajo y que van acompañadas de cambios fisiológicos y bioquímicos (Muchinsky, 2000).

Toda situación de estrés laboral puede estar generada por:

- Una respuesta ante las presiones o tensiones a las que se ve sometido el profesional.
- Un estímulo que alerta de situaciones indeseadas.
- Un desequilibrio entre las exigencias del puesto de trabajo y las capacidades individuales.

Causas del estrés

Los agentes estresores han sido estudiados por numerosos autores entre los que destacan los estudios realizados por Boot y Cox (1990), Kyriacou (1990) y McCormick y Solman (1992) entre otros. Sin embargo, destacaré el trabajo de Jenkins y Calhoun (1991) quienes realizan una interesante agrupación de causas empleando las siguientes categorías:

1. Sobrecarga laboral.
2. Falta de control sobre las actividades y los resultados.
3. Insuficientes satisfacciones en el trabajo.
4. Conflictos de rol.
5. Cambios rápidos e imprevistos.
6. Conflictos interpersonales.
7. Expectativas irreales.
8. Sentimientos de inadecuación.

Conviene mencionar que los orígenes del estrés docente son variados y tienden a cambiar de unos contextos laborales a otros, por lo que no se pueden establecer referencias de categorización cerradas. Sin embargo, es preciso destacar que algunas de estas causas tienen un mayor grado de incidencia que otras.

¿Qué síntomas denotan su padecimiento?

El estrés genera un grado de afectación distinto en cada individuo por lo que existen diversidad de respuestas ante él. Siguiendo a Kyriacou (2003) destacamos los siguientes:




Se debe resaltar que el padecimiento de estrés laboral de forma continuada durante espacios temporales prolongados puede llegar a crear un estado de extenuación o agotamiento que se ha definido como "burnout” o síndrome del quemado.

¿Cómo podemos superarlo?

Siguiendo a Matteson e Ivancevich (1987) y a Romano (1988) nos aproximaremos a las técnicas principales de superación del estrés:

1. Práctica de Ejercicio Físico. La actividad física contribuye a reducir la ansiedad.
2. Técnicas de Relajación. Pueden desarrollarse en el propio lugar de trabajo.
3. Biofeedback o control voluntario de las funciones corporales.
4. Técnicas Cognitivas que eliminen la distorsión cognitiva que provoca el estrés.

Acciones de Prevención

Las acciones preventivas eficaces pueden evitar la generación de estrés entre el profesorado. Este hecho contribuye a la mejora de la situación laboral de los profesionales y reduce el número de incapacidades temporales que sufren los profesores motivadas por esta circunstancia.

Algunas recomendaciones que pueden contribuir a la prevención del estrés docente son las siguientes:

- Establecer una buena distribución del tiempo que se dispone para realizar las tareas pendientes. Para ello, es necesario establecer prioridades, planificar y tener compromiso de actuación.
- Llevar a cabo una correcta organización de las tareas a realizar y anticiparse a los posibles problemas o dificultades que puedan surgir.
- Realizar actividad física diaria y preocuparse por cuidar los hábitos posturales.
- Fortalecer el autoconcepto y potenciar las actitudes positivas.
- Promover unas buenas relaciones con el equipo docente y fomentar la asertividad.
- Recibir incentivos y reconocimientos por parte de la Administración.
- Fomentar las políticas de salud laboral y de prevención de riesgos para el profesorado.

En este sentido cabe mencionar, la publicación realizada el día 9 de octubre de 2006 del primer Plan de Salud Laboral y Prevención de Riesgos Laborales del personal docente de los centros públicos dependientes de la Consejería de Educación de la Junta de Andalucía que beneficiará a 91.097 maestros y profesores y que tendrá una inversión total de 3.65 millones de euros en esta Comunidad Autónoma.

Consideraciones finales

Los profesionales de la educación deben afrontar y adaptarse a los cambios que acontecen en nuestra sociedad y en la gran mayoría de las ocasiones suelen ser los primeros en padecer la fragmentación de determinados paradigmas que habían sido considerados adecuados y rentables. Esta permanente adaptabilidad es, en mi opinión, el origen de todos los agentes que desencadenan el estrés laboral docente junto a la falta de respuestas eficaces de la administración para minimizar y prevenir este fenómeno.

Algunos de estos ámbitos de modificación son:

La nueva estructuración social. El personal docente sufre una fuerte pérdida de reconocimiento social en gran medida fomentada por la desvirtuación de la cultura y por la incapacidad de promocionar su nuevo rol de facilitador de aprendizajes frente al clásico de transmisor de contenidos en clara decadencia frente los avances de la tecnología.

El cambio de rol de la familia tradicional. Se ha producido una progresiva delegación de la responsabilidad educativa de las familias a los centros de enseñanza unida a una escasa implicación de los padres en las actividades de los centros debido a su escasez de tiempo. Asimismo, la figura del docente es, en ocasiones, menospreciada, infravalorada y desautorizada por los padres.

Las reformas llevadas a cabo por la administración educativa. Las continuas reformas de las leyes de educación han generado cierta incertidumbre fomentada por la ausencia de consenso y la limitada participación de los expertos.

Las nuevas características del alumnado. Los alumnos demuestran una falta de motivación importante. Esta situación se ve agravada por los frecuentes casos de indisciplina, falta de respeto e incluso acciones violentas entre iguales y dirigidas hacia los profesores. La llegada masiva de alumnos inmigrantes a las aulas de los centros públicos, también genera dificultades de comunicación a las que el docente debe hacer frente.

En última instancia, me gustaría incluir algunas recomendaciones finales para contribuir a la prevención y tratamiento del estrés del profesorado destacando la importancia de llevar a cabo acciones tales como: solicitar ayuda profesional cuando se requiera, pedir información acerca de la repercusión de los cambios acontecidos o que puedan producirse, expresar las quejas de forma objetiva y dirigirlas a los responsables educativos y fijar metas realistas para evitar la creación de falsas expectativas.




Autor Javier Sánchez Mendías. Psicopedagogo

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