El rol del docente está permanentemente sujeto a revisión, y nos asaltan diversas preguntas ¿Son cada vez mayores las exigencias? ¿Es menor el reconocimiento social por la tarea? ¿Esto puede acarrear problemas personales al docente? ¿Qué hacer por la motivación del docente. Las siguientes reflexiones hacen un aporte al tema.
El docente tiene un papel indispensable en el proceso de enseñanza y aprendizaje, como persona transmisora de unos conocimientos, procedimientos y actitudes al alumnado. Este profesional es organizador/a del entorno de aprendizaje, planificador/a de las actividades a realizar para la consecución de los objetivos, evaluador/a del rendimiento de alumnos y alumnas, por nombrar sólo algunas de las importantes funciones que desarrolla en el proceso educativo.
Actualmente, el profesorado se encuentra en una situación en la que se le exigen excesivas responsabilidades, basta echar una breve ojeada a la prensa para observar como se le culpabiliza de los problemas que se dan dentro del contexto escolar, tanto en lo que atañe a las relaciones profesorado -alumnado, institución-alumnado, conflicto escolar, como a la falta de asimilación de los contenidos curriculares entre los estudiantes.
De este modo, el profesorado puede sentirse abrumado ante tanta responsabilidad y tarea surgiendo el desconcierto personal ante el contexto socio-escolar, la contradicción entre sus derechos y deberes, la falta de concreción en las tareas, etc. Así, en muchos casos, el docente puede sumirse en una desmotivación al comprobar la falta de estrategias de que dispone para reconducir el contexto conflictivo y la convivencia escolar.
Costa, plantea la hipótesis de que la vida mejoraría sensiblemente y accederíamos a servicios de mayor calidad si la competencia social impregnara el desarrollo personal de los individuos y el desarrollo de muchos profesionales, ya que quizás uno de los hechos más probados y sobre el que existe un mayor grado de acuerdo, es el de la estrecha relación entre las dificultades de una persona en sus relaciones interpersonales y el riesgo de que esa misma persona sufra algún tipo de problema personal importante.
La forma de conceptualizar la desmotivación docente
El sentimiento de insatisfacción, de incomodidad que puede padecer el docente ha sido conceptualizado por Travers y Coopers, en su libro reciente El estrés de los profesores. La presión en su actividad docente a través de un enfoque interactivo. Estos autores plantean un enfoque global, no analizando únicamente el estrés como un estímulo ambiental o como una respuesta frente a las exigencias del entorno, sino como un concepto dinámico y relacional. Se produce, una interrelación continua entre la persona y su entorno, que está mediada por un conjunto de procesos cognitivos constantes. Hay cinco aspectos importantes del modelo cognitivo a considerar en relación al estrés: valoración subjetiva de la situación; experiencia (familiaridad con la situación aprendizaje preoperatorio o formación inicial y los fracasos o refuerzos obtenidos a través de la experiencia anterior); exigencia real junto a la capacidad real y percibida; la influencia interpersonal; las estrategias de superación ante el desequilibrio percibido.
Ortiz, apunta diferentes contextos que influyen negativamente en la motivación docente y en la falta de recursos por parte de éste para resolver la situación: contexto social; percepción social del docente, influenciada por los estereotipos de los medios de comunicación; contexto de la práctica docente, en dónde tendrá que hacer frente, en alguna ocasiones a la resolución de problemas de delincuencia y conflictividad escolar. Sin dejar de lado, en cada uno de estos contextos, la importancia de atender al objetivo de educación integral.
Otro aspecto a tomar en consideración, es la evaluación continua del trabajo del profesor/a, que siendo un recurso educativo interesante, en la medida que se utilice para desarrollar las potencialidades de los docentes, puede convertirse, no obstante, en un resultado desagradable. Al no cumplir el requisito de objetividad y no ajustarse a la realidad puede adoptar la función de un sistema de control sancionador (Tejedor), suponiendo, incluso, un riesgo para la autoestima del maestro o maestra.
Esta profesión supone, por otra parte, situaciones interactivas continuadas con la autoridad, los compañeros y compañeras, los padres y madres del alumnado y los propios alumnos y alumnas. Las notas básicas de incomunicación y falta de cooperación con estos colectivos, acrecientan el malestar docente y son una de las principales causas de desencanto hacia la tarea y la desvalorización de ésta. Ante este hecho, ¿cuáles son las estrategias de intervención con que podemos dotar al colectivo docente para desarrollar sus propias habilidades sociopersonales? Dichos aspectos han sido tratados por distintos autores.
Propuestas de intervención ante la insatisfacción del docente en la enseñanza
Se propone un modelo de formación para maestros y maestras que atienda, no sólo a conceptos, procedimientos y actitudes por separado, sino que deriven en una competencia integrada en "un saber, un saber hacer y un saber estar". Este hecho supone atender a una inteligencia integral, a la que se puede definir como la unión e integración de la inteligencia racional, emocional, actitudinal o social. Esta visión integradora, que está presente también en la finalidad de la educación que formula la UNESCO, se sintetiza en un "aprender a ser".
De manera concreta, vemos la necesidad de trabajar la inteligencia emocional como competencias y estrategias que posibilitan un aprender a hacer desde un paradigma interpretativo de la situación. El uso de estas estrategias potenciarán el propio bienestar y estado de satisfacción personal y profesional. La necesidad de potenciar las emociones positivas, dentro del sistema educativo, es un factor significativo para el bienestar emocional. Es difícil descubrir cuáles son las emociones que se experimentan porque, en realidad, no se está acostumbrado ha desarrollar la introspección. En este sentido Sastre y Moreno indican que:
"Todo proyecto que tenga por finalidad educar cívicamente debe conceder un lugar relevante a las relaciones personales. El conocimiento de los sentimientos y de las emociones requiere un trabajo cognitivo, puesto que implica una toma de conciencia de los propios estados emocionales, de las causas susceptibles de provocar cada uno de ellos y de sus consecuencias, es decir, de cómo reaccionamos cuando estamos bajo la influencia de una emoción determinada. Este es un paso importante para el autoconocimiento, el cual nos será difícil poder prever nuestros propios estados de ánimo o incluso descubrir por qué experimentamos determinado sentimiento, como por ejemplo, por qué nos hemos puesto de mal humor o por qué realizamos un desplazamiento emocional y respondemos inesperadamente de forma brusca a una persona que no tiene nada que ver con la problemática que realmente nos preocupa".
Uno de los libros que más ha influido en los últimos años es el de Goleman La inteligencia emocional, publicado en 1995, poniendo de relieve la necesidad de dotar de emoción a la inteligencia. Goleman se basa en la línea de investigación abierta por una serie de autores como Gardner, Sternberg y Salovey, sobre la inteligencia emocional. En este sentido, resulta interesante la aportación de Salovey, que subsume a las inteligencias personales de Gardner y las organiza en cinco competencias principales:
a) el conocimiento de las propias emociones;
b) la capacidad de controlar las emociones;
c) la capacidad de motivarse uno mismo;
d) el reconocimiento de las emociones ajenas;
e) el control de las relaciones.
Los currículos para la formación de los docentes no pueden basarse únicamente en los aspectos científicos, puesto que lo afectivo y emocional es fundamental para el desarrollo cognitivo y, además, conduce al equilibrio psíquico del ser humano.
De ahí la necesidad de que la propuesta sea desarrollar la inteligencia integral del futuro docente y profesorado en activo. De acuerdo con Armas, la inteligencia racional implicará un enfoque científico-racional de la realidad, teniendo una visión ecológica, sistémica de la realidad, que abarca desde la evaluación y comprensión de ésta, las relaciones entre los elementos del sistema, la visión histórica-evolutiva de las personas, los procesos y las instituciones hasta la evaluación de aspectos positivos y necesidades. La inteligencia emocional exigirá el dominio de las relaciones interpersonales, capacidad para motivarse uno mismo, saber tomar decisiones en equipo, resolver conflictos, negociar soluciones y propuestas de mediación. Mientras que la inteligencia actitudinal permitirá una predisposición positiva y de mejora ante la situación y las demandas del contexto.
Revista Electrónica Interuniversitaria de Formación del Profesorado
Continuación de la antigua Revista de Escuelas Normales
D.L. VA- 369- 99
ISSN 1575- 0965
Autores
Sureda García, Inmaculada & Colom Bauzá, Joana
Universitat Illes Balears