Se reconoce que la tarea de los
profesores es potencialmente estresante ¿Cuáles son los factores que se
observan? Ante esta situación ¿Podemos ser optimistas? ¿Qué se puede hacer?
El análisis de estos trastornos
requiere atender en primer lugar a la persona que los padece o que posiblemente
puede padecerlos, al entorno en el que trabaja y a la relación -tensión- que se
establece entre ellos. En consecuencia, hay que distinguir entre esa relación
de tensión -elementos estresores y persona que los padece- y la reacción ante
esa tensión -mecanismos y estrategias de afrontamiento-. A continuación se
expone cada una de estas cuestiones.
Elementos estresores
Como variables que pueden suponer
fuente de estrés para el profesor, se han señalado:
■ conflicto de rol;
■ ambigüedad de rol;
■ ambiente de control;
■ sobrecarga de trabajo (cuantitativa y
cualitativa);
■ deterioro de las relaciones con colegas y
directivos;
■ sobrecarga de contactos;
■ déficits de formación;
■ factores individuales;
■ problemas con los estudiantes;
■ dismimución del respeto social por la enseñanza;
■ reformas.
Se entiende que estas variables
pueden desencadenar procesos de estrés en el profesor y por extensión el
desencadenamiento del “síndrome de quemarse por el trabajo”. Por ello, los
análisis que de estas variables se han hecho han tenido como objetivo encontrar
las correlaciones de cada una de ellas con las dimensiones que se han señalado como
componentes del burnout.
En referencia a la primera
variable, el conflicto de rol, las investigaciones muestran una alta
correlación con respuestas de carácter emocional -índices de hasta r=.70-, es
decir, con la dimensión de agotamiento emocional del síndrome de burnout.
El conflicto puede ser generado
bien por la percepción de enfrentamiento entre metas y valores individuales y
laborales o por el enfrentamiento entre demandas referidas a diferentes roles.
En referencia al contexto académico y a la profesión docente, esta
circunstancia puede ser experimentada por el profesor cuando la existencia de
relaciones conflictivas con el alumno impide desarrollar adecuadamente la labor
docente. El profesor puede, ante una situación de indefensión personal, adoptar
un papel de instructor, sacrificando el desarrollo de una labor educativa real,
ante la imposibilidad de contar con la colaboración del alumno. De igual modo,
la experiencia de conflicto de rol aparece asociada a una ausencia de
coherencia entre las metas individuales y las metas de la institución educativa,
debida a una baja identificación personal con el ideario de aquélla, y lo que
ese ideario conlleva en la realización diaria de su trabajo como docente.
La ambigüedad de rol aparece
asociada a la dimensión de realización personal. El profesor percibe que no
existe claridad ni precisión en aquello que se espera de él como docente. Es
por ello que afecta a sus percepciones de competencia, ya que se siente incapaz
de realizar bien su trabajo, porque no sabe exactamente qué es lo que debe
hacer y lo que se espera de él. Este es el planteamiento que comparten Ryan y
Deci desde la Teoría de la Autodeterminación, cuando afirman que la no
satisfacción de alguna de las necesidades psicológicas básicas, como es la
competencia, genera estrés y desmotivación.
En tercer lugar, elevados niveles de
control se han perfilado también como una variable potencialmente
estresora por el efecto negativo que posee en la percepción de autonomía del
profesor y en el nivel de implicación y de compromiso con el trabajo. De
acuerdo con los teóricos de la autodeterminación, la autonomía constituye una
necesidad psicológica básica que afecta de manera directa al nivel de
internalización de conductas que inicialmente se hallan controladas por
elementos de carácter extrínseco. En este sentido, se ha observado que los
profesores con baja percepción de autonomía tienden a desarrollar un locus de
control externo, que afecta de forma negativa a su grado de implicación en el
trabajo cuando no están presentes las medidas de control, especialmente en el
logro de objetivos de carácter colectivo, y se muestran más propensos a
desarrollar cuadros de estrés. En el día a día del aula, el escaso respeto que
muchos alumnos manifiestan hacia la figura del profesor ejerce como elemento de
control externo que impide al profesor implicarse de manera plena en su
trabajo.
Otro de los aspectos señalados como
una de las principales fuentes de estrés en profesores es la sobrecarga de
trabajo, tanto desde una perspectiva cuantitativa como cualitativa. El
deber de realizar un elevado número de tareas de alta responsabilidad, obtener
buenos resultados, y además en un plazo breve de tiempo, puede resultar
estresante en tanto que el profesor percibe que no va a ser capaz de hacer
frente a todas las demandas que se le exigen. Constituye así una percepción de
desproporción entre lo que él considera que es capaz de hacer y lo que se le
exige. Por tanto el desarrollo de esta creencia, es per se, una vivencia
estresante.
De manera más específica, la
responsabilidad del trabajo del profesor es el elemento que más influye en el
desarrollo de respuestas emocionales negativas y en la posibilidad de
experimentar estrés. El profesor es consciente de que una baja calidad en su
trabajo, la obtención de resultados negativos, no le afecta exclusivamente a él,
sino que revierte en el bienestar de otras personas. Es por ello que son las
profesiones de carácter asistencial, en especial aquellas relacionadas con la
sanidad y la docencia, las que muestran mayores probabilidades de desarrollar
estrés prolongado e incluso crónico y síndromes como el referido.
También en este caso es la
percepción de desproporción entre las demandas y la propia capacidad la que
desencadena emociones y actitudes relacionadas con el estrés. Las
investigaciones muestran relaciones significativas entre el agotamiento
emocional como dimensión del burnout y la sobrecarga laboral. Sin
embargo, y de acuerdo a la perspectiva teórica actual en el estudio del estrés
docente y el “síndrome de quemarse por el trabajo”, la percepción de sobrecarga
laboral, constituye un elemento estresor en tanto que favorece el desarrollo de
bajas creencias de capacidad, como consecuencia de las elevadas exigencias y la
desproporción que se percibe entre lo que uno puede ofrecer, y los recursos de
que dispone, que principalmente se manifiesta a través de la expresión de
emociones de carácter negativo hacia el trabajo y hacia las personas con las
que se trabaja. Por tanto el sentimiento de baja realización personal
constituye de nuevo, al igual que reflejaba el modelo alternativo de Gil-Monte,
el antecedente principal de los sentimientos de agotamiento emocional.
Si bien en las últimas líneas se ha
insistido en la dimensión cognitiva del estrés docente y sus manifestaciones,
hay que atender a factores de carácter socioafectivo para comprender la
naturaleza de estos trastornos. Por este motivo, otro de los elementos que
Smylie señala como fuente generadora de estrés en los profesores hace
referencia a las relaciones que éste mantiene con los colegas,
directores y alumnos, es decir, con su entorno de trabajo.
En este sentido, al igual que la
percepción de baja capacidad para responder con calidad a las exigencias que
impone el trabajo, la ausencia de apoyo social y de reconocimiento por parte de
los otros significativos constituye una cuestión clave en el desarrollo de
trastornos psicoafectivos en el trabajo. Hay autores que incluso hablan de
estrés intrapersonal y estrés interpersonal. Los expertos afirman que existe
una relación significativa y positiva entre la existencia de estructuras de
apoyo social en la institución educativa y el desarrollo de altas creencias de
eficacia en el profesor, alta satisfacción laboral y tiempo de permanencia en
la enseñanza, actuando como mediadoras del posible efecto estresor de las variables
anteriormente señaladas.
Se observa además una relación negativa
entre la existencia de apoyo social, niveles de comunicación fluidos, relaciones
interpersonales positivas con los colegas, directivos y alumnos, sistemas de
reconocimiento, oportunidades para mostrar la valía profesional, etc., y la
manifestación de las tres dimensiones del síndrome de burnout, especialmente
con el desarrollo de sentimientos de agotamiento emocional.
En relación con el factor sobrecarga
de contactos, es importante tener en cuenta que el trabajo docente exige un
contacto directo con personas, y en muchas ocasiones este contacto puede ser
desagradable y doloroso. El profesor mantiene contacto con los alumnos, con los
padres, con otros profesores. Se encuentra en definitiva en la tesitura de
responder ante muchas personas del trabajo que realiza, y la sombra del fracaso
puede planear sobre él generando tensión emocional bajo la que difícilmente
puede desempeñar un trabajo de calidad.
Este temor a fallar, a no estar “a
la altura”, se agudiza en la figura del docente ante los denominados déficits
de formación que muchos de ellos declaran sentir. Cuando se trabaja con
adolescentes, estos déficits son especialmente evidentes en relación con cuestiones
educativas actuales que en muchas ocasiones es necesario abordar. La ausencia
de formación en este sentido, puede dañar las creencias de competencia del
profesor como tal, que en muchas ocasiones derivan en conductas de indefensión
y abandono.
Dado que el elemento principal de la
vivencia de estrés y del síndrome de burnout es una interpretación
subjetiva de aquél que experimenta esa vivencia, los factores individuales del
profesor se señalan como otro de los elementos de riesgo en este contexto.
Determinadas características personales como un carácter inflexible, debilidad
psicológica, timidez, etc., pueden “ayudar” a la vivencia de estrés. En páginas
anteriores se ha aludido a la importancia que determinados patrones de conducta
poseen como mediadores en la generación y percepción de estrés. Concretamente,
parece que la personalidad de tipo A “favorece” la vivencia de estrés.
La presencia de estas
características en la personalidad del docente impide también una adecuada relación
con los alumnos, más aún teniendo en cuenta que la mayoría de los docentes señalan
como uno de los factores que mayor estrés desencadenan la falta de disciplina y
los problemas actitudinales que presentan muchos alumnos. Por eso, otro de los
factores que puede generar estrés en el profesor son los problemas con los
estudiantes, que derivados de la creación de relaciones interpersonales negativas
pueden desencadenarse. El profesor siente que la situación escapa a su control
y eso genera frustración y sentimientos de baja competencia en él que, se
encuentran en el corazón del síndrome de burnout.
Estas y otras actitudes
problemáticas a las que el profesor ha de hacer frente en la actualidad de los
centros de enseñanza constituyen el reflejo de un cambio de mentalidad social,
en la que él ha dejado de ser la autoridad moral de antaño. Así, y como ya se
ha adelantado líneas atrás, se habla de la disminución del respeto social por
la enseñanza como otro de los potenciales factores desencadenantes de
estrés.
Finalmente, a todo lo anterior hay
que añadir las continuas reformas y cambios que en la realidad educativa
están aconteciendo en los últimos años. El profesor se encuentra ante la
tesitura de nuevos objetivos que cumplir y nuevos papeles que desempeñar:
“Las
innovaciones conllevan cambios en los programas, preparación de nuevos curriculum,
métodos de enseñanza y prácticas educativas. Y requieren tiempo, que es lo que
le falta al profesor, para reflexionar y adaptarse a las nuevas situaciones. Los cambios retan las
creencias, los valores y la cultura del profesor. Implican retos emocionales y
cognitivos, pérdida y necesidad de redefinición de la profesión”
(González-Torres)
De hecho, llama la atención que en
una publicación reciente sobre el síndrome de burnout muchos de los
capítulos se refieran al desarrollo del estrés docente en un contexto de
reforma.
Tras lo expuesto, es difícil
adoptar una actitud positiva y optimista, puesto que no parecen cuestiones que
sea posible solucionar a corto plazo, ni que puedan establecerse pautas
precisas y seguras para ello. Pero ¿qué hacer entonces? Smylie apunta que
precisamente estas situaciones caracterizadas por el desequilibrio han de
contemplarse bajo el prisma de nuevas posibilidades profesionales y de
oportunidad de reflexión. De hecho, en la literatura especializada se señala que,
en ocasiones, el estrés, cuando es bajo o moderado, puede actuar como activador
de la conducta -eustress- y desencadenar incluso consecuencias positivas
en este sentido.
Lo que sí se requiere es
proporcionar el entorno adecuado para facilitar en el profesor esta actitud de
afrontamiento, porque de lo contrario conseguiríamos el efecto inverso. Por
ello es preciso proveer al profesor de las estrategias de afrontamiento
necesarias para modificar aquellos patrones de pensamiento, afecto y acción que
faciliten la aparición del estrés y de trastornos asociados. En el siguiente
epígrafe trataremos de analizar cuáles son esas estrategias en las que es
importante entrenar al docente para hacer frente a situaciones potencialmente
estresoras.
Extraído de
Estrés
y desmotivación docente: el síndrome del “profesor quemado” en educación secundaria
Marta Silvero Miramón
Directora
de Formación.
Fundación
Laboral de la
Construcción Navarra