1. Perfil y causas del estrés profesional docente.
Los docentes en determinadas situaciones o momentos de su vida profesional, pueden encontrarse sin recursos personales para afrontar el ejercicio de su profesión de una manera adecuada y eficaz, lo que deriva en algunos casos en cuadros de ansiedad, de baja autoestima, de desbordamiento mental, etc.
Entre las causas de este estrés profesional docente, también conocido como el síndrome de “Burnout” o del “profesional quemado”, podrían señalarse:
- La tensión que genera la relación directa maestro-alumnos por la propia naturaleza del hecho educativo.
- La personalización de los conflictos generados en el aula explicables por procesos de naturaleza psicosocial (edad del alumnado, estatus social de las familias, contextos sociales deprivados, etc) y que el docente puede percibir como incapaz para resolver satisfactoriamente en la práctica diaria.
- La falta de resortes de autocontrol en situaciones de estrés. Cabe señalar aquí la disparidad existente entre los referentes profesionales adquiridos por los docentes en su formación inicial y en su práctica profesional de los últimos años y la nueva realidad escolar caracterizada por la diversidad y la heterogeneidad de los grupos. Ello conlleva un clara disfunción entre los resortes y los repertorios profesionales disponibles por parte de los enseñantes y las necesidades derivadas de la nueva realidad educativa.
- La baja autoestima en el docente producida por la autopercepción de que es incapaz de solucionar de manera óptima los problemas que se le presentan en el ejercicio de su labor.
- La relación compleja con las familias, que a veces proyectan en su relación con el profesorado las expectativas sociales desmesuradas, utópicas e irracionales respecto a las instituciones educativas.
- La percepción por parte del docente de la baja consideración social de su profesión.
- Y otras causas de difícil explicación.
2. Formación Permanente y prevención del estrés profesional docente.
Entendido el estrés profesional docente como una disfunción entre las exigencias profesionales derivadas de la tarea docente y la capacidad del enseñante para resolver en un momento dado las situaciones complejas, dinámicas y conflictivas que se dan en el medio escolar y que acaban traduciéndose en situaciones de desbordamiento y estrés sufridos por el profesorado, cabría la posibilidad de abordar esta problemática desde dos ámbitos diferenciados e igualmente preventivos.
2.1. Prevención del estrés profesional docente desde la potenciación de los elementos básicos de la nueva profesionalidad docente.
El primero de los ámbitos, que podríamos denominar “generalista”, consistiría en potenciar e impulsar en los centros educativos la asunción por parte de los docentes de los llamados elementos básicos de la nueva profesionalidad docente y que hemos identificado como la reflexión en la acción, la colegiación de la labor docente y la formación permanente.
a) La potenciación de las prácticas reflexivas de los docentes pasa por impulsar y apoyar grupos y seminarios de trabajo surgidos en los centros en torno a una problemática o interés profesional común. Se trata de que cada maestro alcance una comprensión más profunda de la naturaleza y los resultados de determinadas situaciones y acontecimientos educativos, pudiendo así responder mejor a las presiones que han de soportar mientras trabajan y asumiendo en primera persona la responsabilidad de su aprendizaje profesional.
b) El trabajo en equipo de los docentes es el segundo de los elementos que deberemos potenciar si queremos avanzar en la adecuación de las prácticas docentes a las nuevas determinaciones del hecho educativo. La complejidad de los escenarios de trabajo precisa de una coordinación y de una cooperación entre los miembros de un equipo docente que todavía no está asumida en su integridad por la comunidad docente. Como afirman Johnson y Johnson 3(1989) “una estructura cooperativa clara es el primer requisito de una escuela eficiente”, pues ello permite que la actividad de un profesor se vea influenciada positivamente por la actividad del resto, que los profesionales se sientan orgullosos del éxito de un colega, que la escuela se beneficie de los conocimientos técnicos de todo su personal y que se potencien actitudes positivas hacia la introducción de nuevos métodos de trabajo.
c) La formación permanente del profesorado, entendida como desafío y, al mismo tiempo, como un elemento básico de la nueva profesionalidad docente, debe abordarse sin perder de vista la dimensión colaborativa de la enseñanza a la que hacíamos referencia y posibilitando la reflexión en la acción de los enseñantes.
En efecto, si lo que se pretende es hacer del profesorado un profesional reflexivo de su propia práctica, que experimenta e investiga junto a otros profesores y que se forma y actualiza desde la consideración del centro escolar como la unidad básica de cambio y mejora, los modelos de intervención en formación del profesorado deben contemplar necesariamente:
- Un asesoramiento en el puesto de trabajo.
- Un aporte de recursos materiales de naturaleza bibliográfica, informática, etc.
- Un apoyo a la elaboración de materiales curriculares propios.
- La convocatoria de acciones formativas ajustadas a las demandas formativas detectadas en los centros.
- Y – sobre todo -, el apoyo a la constitución de grupos y seminarios de trabajo y a la elaboración de
Proyectos de Formación en Centros.
Y todo ello desde la potenciación en todas y cada una de las acciones de formación del profesorado de:
- El intercambio de experiencias entre docentes.
- La plasmación de las mismas en documentos de trabajo (publicaciones, comunicaciones, etc.).
- Y el establecimiento y configuración de líneas de trabajo y comunidades de discurso en torno a un método, una escuela científica, una corriente, etc.
García Martínez, Jesús
Jefe del Servicio de Formación del Profesorado de la DGOIEPL de
la Conselleria de Cultura, Educación y Ciencia
Fuente: http://www.edu.gva.es/per/docs/rlestres_1.pdf
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