“La educación y la
medicina avanzan hacia la personalización y nos obligan a engendrar un nuevo
modelo social. La prevención será más importante que la curación”. Eduard
Punset.
La enseñanza
presupone el optimismo tal como la natación exige un medio líquido para
ejercitarse. Quien no quiera mojarse, debe abandonar la natación; quien sienta
repugnancia ante el optimismo, que deje la enseñanza y que no pretenda pensar
en qué consiste la
educación. Porque educar es creer en la perfectibilidad
humana, en la capacidad innata de aprender y en el deseo de saber que la anima,
en que hay cosas (símbolos, técnicas, valores, memorias, hechos...) que pueden
ser y que merecen serlo, en que los hombres podemos mejorarnos unos a otros por
medio del conocimiento. De todas estas creencias optimistas y uno muy puede
bien descreer en privado, pero en cuanto intenta educar o entender en qué
consiste la educación no queda más remedio que aceptarlas. Con verdadero
pesimismo puede escribirse contra la educación, pero el optimismo es
imprescindible para estudiarla... y para ejercerla.
Los pesimistas pueden
ser buenos domadores pero no buenos maestros.
Fernando Savater en El valor de educar
Siempre se ha dicho que los primeros educadores son los
padres. Pero en esta oportunidad quiero detenerme a reflexionar acerca de los
docentes y su tarea. Eduard Punset, investigador español, sostiene que la
educación y la medicina avanzan hacia la personalización. Nos
invita a poner énfasis en la
prevención. De aquí que la tarea del educador cobra más sentido
en la actualidad y nos presenta nuevos desafíos. El síndrome del Burnout (o síndrome
del «quemado») que educadores, docentes, psicólogos, entre otros trabajadores, experimentan
hoy en día, tiene que ver con este desgaste al que están sometidos o expuestos diariamente,
ya que el alumno hoy no llega «educado a clase». Antes, llegaba educado. La
tarea del docente era instruirlo en su materia, pero el niño ya entraba al aula
educado.
Recuerdo que cuando di -en un liceo de Montevideo el taller de
Cuidando a los que cuidan: prevención de burnout en docentes, levantó la mano
un profesor y me dijo: «Alejandro, yo soy
profesor de filosofía, yo sería feliz, si pudiera dar clase de filosofía».Este
testimonio grafica muy bien la situación actual; el docente, antes de dar
clase, tiene que educar a su alumno. Ejemplos: «Sáquese el gorro, siéntese
derecho, no ponga los pies sobre el banco, pida permiso, no discuta con su
compañero, etc. etc.». Esta es una de las causas del desgaste actual del
docente: debe educar aparte de dar su materia. A esto se suma la multiplicidad
de roles que este tiene: es docente, también es padre, o madre, profesional, y
debe cumplir con todo eso. Por lo tanto esto contribuye a la pérdida del
sentido de la tarea, el docente ya no llega libre, creativo y con ganas al
aula, sino que llega desgastado por su propia vida personal y por la
desmotivación que surge también del aula. A su vez, el docente se siente exigido
a «ser divertido». Es lo que la cultura actual le impone al docente. ¿Cómo
competir con un Iphone o con la «civilización del espectáculo» para que el
alumno sostenga la atención? Imposible. Creo que debemos enfrentar el tema por
otro lado; si basamos nuestro cimiento pedagógico en competir con aquello que
nos entretiene, estaríamos errando el camino.
Los científicos, filósofos, pensadores, psicólogos y
economistas están planteando que debemos ampliar nuestra comprensión del
concepto de felicidad, un concepto basado en los vínculos, en un sentido de
vida, en una alimentación sana, en un trabajo pleno, en tener tiempo para
perder el tiempo, en el ejercicio físico, la actitud de agradecer, invertir
dinero en «experiencias» y no en cosas, escuchar música, salir a bailar. No se
puede bailar y estar triste al mismo tiempo. Estas premisas que proponen los
investigadores nos enfrentan el desafío de integrarlos en nuestro plan de
estudios y actividades diarias, sea en la escuela o en el trabajo.
Frente al boom de internet, de las redes sociales y de las
pantallas, surgen investigaciones que por ejemplo, establecen una relación
entre mirar televisión hasta altas horas de la noche o permanecer en la
computadora y el aumento de las probabilidades de padecer una depresión.
Conclusión: apague el televisor, vamos a ir a dormirnos como
si fuéramos un bebé que está aprendiendo a dormir. Vamos a la cama con un
libro, y luego nuestro psiquismo nos lo agradecerá, porque no solo estaremos
protegidos contra la depresión, sino que estaremos leyendo. Cuán importante es
dejar las pantallas y volver a leer. La mayoría de los alumnos actualmente,
solo puede tolerar cinco minutos de un video de YouTube. Su psiquismo,
difícilmente puede sostener una lectura de una hora, donde hay que imaginar los
personajes y seguir una trama día a día. Los hijos de los ingenieros de Google,
Apple, Yahoo, eBay, y varias otras empresas claves en el desarrollo de la
informática e internet, llevan a sus hijos a una escuela donde en las clases no
hay computadoras, usan lápices, papel y plasticina. No hay pantallas, no están permitidas
en el salón de clase y sus maestros prefieren que no las usen en la casa. Se educa a puro
pizarrón, tiza, y el docente, claro. No se puede sustituir el vínculo
pedagógico, persona a persona, por un instrumento, una herramienta, que debe
quedar siempre en el lugar de herramienta.
La sociedad de consumo lleva a los niños y sus padres a un
estilo de vida de «todo ya». Esto confunde empacho con felicidad. La felicidad
es un proceso de búsqueda que también incluye la frustración para llegar al
final del camino. Volviendo a nuestros docentes, retomo la segunda cita de este
capítulo. El filósofo español, Fernando Savater, nos confronta y nos alienta a
basar nuestra tarea como docentes en un optimismo sólido. Si usted está pasando
un momento pesimista, no entre al aula, tampoco a la sala de profesores.
Tenemos que poder sostener nuestros dolores en nuestro mundo íntimo y privado.
Usted puede ser pesimista en privado, dice Savater. Pero hemos perdido lo
íntimo y lo privado, se ha desdibujado la esfera privada de manera que solemos decir
todo lo que nos pasa al compañero de trabajo. Ese no es encuentro profundo, es
una mera autoexpresión, sin un fin de comunicación que no ayuda a combatir el
pesimismo ni permite entrar al aula con actitud optimista.
Cuando el docente trabaja sin sentido o no encuentra sentido
a su tarea, está vulnerable al burnout. ¿Cómo nos damos cuenta de esto? Porque
va a trabajar sin ganas, como obligado o como empujado, no es creativo, no se
siente libre, por lo tanto tampoco es responsable, no puede ver nada valioso en
sus alumnos ni en sus compañeros docentes y termina fatigado. El descanso de
verano en las vacaciones tampoco lo restauran para arrancar otro año de manera
más optimista. En cambio, cuando el docente se siente libre, es creativo, no
vuelve a utilizar las mismas fotocopias de hace años, sino que inventa algo
nuevo, se siente vivo en la relación pedagógica y puede contagiar vida a sus
alumnos. Este es el objetivo de la presente reflexión, tomar conciencia de que
debemos ayudar a nuestros alumnos a recuperar el entusiasmo por la tarea y,
para eso, es esencial profundizar en los docentes, que ellos mismos puedan
recuperar ese entusiasmo para luego trasmitirlo. Esta actitud optimista no quiere
decir ser divertido. El profesor puede ser aburrido, pero ser al mismo tiempo
profundamente optimista en su creencia de que los alumnos pueden cambiar el
mundo, que pueden perfeccionarse como personas, como dice Savater. Este es el
gran desafío actual: restaurar al docente para que entre al aula con actitud
optimista. Si su actitud al presentarse frente a los alumnos es pesimista, solo
podrá domarlos, sin llegar a educar.
¿Cuáles son las patologías que más han crecido en los centros
educativos públicos y privados? La agresividad, el bullying, el cyberbullying,
el déficit atencional, las dificultades para poner límites, dificultades para
obedecer órdenes, etcétera. Todas relacionadas con la crisis de autoridad
actual del padre y de la madre en cada casa y luego de los educadores. El niño
ya no ve al padre ni a la madre ni al educador, como un «modelo a seguir». Todo
es verborragia. Esta falta de la figura paterna (autoridad, jerarquía, límites)
es la causa del desborde emocional de muchos niños hoy. Para reordenarnos, es
preciso volver a cada casa y ocupar el lugar de padres y no ceder. En segundo lugar,
el docente deberá educar con optimismo; de lo contrario no hay educación y el
niño queda víctima de sus pulsiones. De esta manera tendrá más probabilidades
de asumir conductas agresivas. ¡Por favor, no domemos niños! ¡No somos domadores,
somos educadores de personas que con libertad y responsabilidad deben tomar la
vida en sus manos! Este es el gran desafío. De no ser así, seguiremos año tras
año alarmándonos frente a las cifras de depresión y adicciones, pero sin
cambiar culturalmente la sociedad para que estas cifras bajen, y para crecer en
una sociedad más solidaria, menos «animal» y más «humana».
A orillas de otro mar,
otro alfarero se retira en sus años tardíos. Se le nublan los ojos, las manos
le tiemblan, ha llegado la hora del adiós. Entonces ocurre la ceremonia de la
iniciación: el alfarero viejo ofrece al alfarero joven su pieza mejor. Así
manda la tradición, entre los indios del noroeste de América: el artista que se
va entrega su obra maestra al artista que se inicia. Y el alfarero joven no
guarda esa vasija perfecta para contemplarla y admirarla, sino que la estrella
contra el suelo, la rompe en mil pedacitos, recoge los pedacitos y los incorpora
a su arcilla.
Eduardo Galeano en El libro de los abrazos
Por último, este texto de Eduardo Galeano nos ilumina para
integrar el sentido de la vida como una actitud de agradecimiento hacia
nuestros padres y abuelos, para que luego nuestros hijos y alumnos sigan el
camino. No se puede avanzar sin una postura firme en nuestras tradiciones, que
son los «acervos de sentido» que nuestra comunidad familiar y educativa tiene y
sobre las cuales se sostiene. Un centro educativo debe ser una «comunidad de
vida», un lugar donde se den los pilares de la autoestima para poder lanzarse
hacia un futuro pleno y óptimo de sentido. El sentido del presente incluye el
pasado, desde donde nos paramos, para lanzarnos hacia el futuro. Los tres
tiempos coexisten en uno, que es este, mi presente cotidiano que amenaza
perderse si no rescato del pasado lo pleno de sentido para proyectarme a un
futuro con esperanza. No se puede educar sin esperanza.
No somos domadores,
somos educadores de personas que con libertad y responsabilidad deben tomar la
vida en sus manos.
Debemos ayudar a
nuestros alumnos a recuperar el entusiasmo por la tarea y, para eso, es
esencial profundizar en los docentes, que ellos mismos puedan recuperar ese
entusiasmo para luego trasmitirlo.
Un centro educativo
debe ser una «comunidad de vida», un lugar donde se den los pilares de la
autoestima para poder lanzarse hacia un futuro pleno y óptimo de sentido
Autor
Alejandro De Barbieri Sabatino
Psicólogo Logoterapeuta
Director del Centro de Logoterapia y Análisis Existencial
(Celae)
3 comentarios:
Excelente artículo,debemos como docentes y seres humanos retomar nuestros hábitos operativos como : dormir cómodos,descansar,salir a recrearse a lugares libres de contaminación, compartir en familia y leer en nuestros ratos libres.
Mi nombre es Claudia y quiero agradecerte por lo que has escrito porque es tal cual muchos docentes nos sentimos y no hay muchos lugares donde piensen en el optimismo como forma de renovación sino que en el juego constante como forma de entretenerlos y nada más , la educación no existe y no te digo nada de leer...
gracias!!!
un abrazo grande de un educadora que ama lo que hace!!
Estimados, recién descubro mi artículo en este blog, gracias por publicarlo, forma parte de mi libro "Economia o felicidad?: una vida con sentido" publicado en uruguay en 2012 Abrazo a todos Alejandro
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