El tiempo es un aspecto muy concreto de la organización
laboral; ahora bien: existe una gran diferencia entre cualquier otro trabajo y
el trabajo docente. En este último, no toda la tarea se realiza en la
Institución y en el horario de clases. La jornada laboral del docente continúa
en su casa a diferencia de otros profesionales o empleados asalariados; estas
horas de trabajo del docente en el hogar no son reclamadas como “extras” porque
han sido desempeñadas en el ámbito doméstico, ¿cómo entonces romper con esta prolongación
de jornada que por materializarse en ese espacio no es remunerable?
Es posible que se tenga bastante conocimiento de la
problemática social que representa el estrés del tiempo, y quizás surja la
pregunta acerca de cómo se pueden afrontar las dificultades personales con el
tiempo. Naturalmente que no basta con tratar el problema del tiempo simplemente
como un problema social, ya que con ello no se ayuda en nada al individuo en su
concreta situación vital. Pero quien vive y trabaja en nuestra sociedad se
enfrenta, quiéralo o no, con la conciencia predominante del tiempo como el
“bien precioso” que hay que “aprovechar” con sentido, y no puede escapar a la misma. Tiene que
acomodarse a la violencia del tiempo que se le impone y que le obligan a unas fechas
y plazos y a una forma de comportamiento regulado por el tiempo de reloj así
como a una cierta rapidez (Eckstein-Diener).
Hay muchas situaciones con exigencias de tiempo, y no todas
las personas las perciben como estrés temporal. Pero cuando se da, para algunos
resulta molesto y hasta amenazador y para otros es más bien un desafío. El
comportamiento de cada uno frente al tiempo y los problemas que éste le plantea
dependen esencialmente de su situación vital profesional y privada, de su
historia personal y de su personalidad.
La crisis económica y las reformas laborales pensadas sólo
en términos económicos y nunca con relación a la salud, han traído como
consecuencia depresiones, enfermedades del corazón, suicidios, tensiones,
agresividad, sobremedicación, accidentes, etcétera.
Este es un tema por el que se ha transitado poco. Los
docentes no denuncian los accidentes de trabajo que padecen. No existe
conciencia sobre el problema, no se considera accidente o no se lo vincula con
el trabajo en sí. En general se considera accidente de trabajo la caída de un
andamio o la fractura de una pierna por tropezar en la escalera.
Pero, la docencia tiene otros riesgos, a veces menos
violentos, ligados al trabajo en ambientes insalubres. La hipoacusia es una de
las enfermedades más frecuentes entre los docentes y muchos de ellos no se dan
cuenta inmediata de la disminución de su sentido auditivo. Las afecciones de la
voz son las que aparecen más vinculadas a problemas de trabajo. Pero aún así el
docente piensa que son causadas por alguna deficiencia o debilidad de su
organismo y no por la cantidad de alumnos que atiende en un aula pequeña, mal
ventilada y llena de polvo.
Los fonoaudiólogos son los profesionales que más conocen
sobre la enfermedad docente. Las disfonías, los nódulos en las cuerdas vocales
y la hipoacusia son de fácil diagnóstico y tratamiento siempre y cuando existan
las condiciones para que el paciente se someta al mismo y siga las indicaciones
terapéuticas hasta el final.
Si no se implantan métodos preventivos ni se efectúan
modificaciones en el lugar de trabajo para disminuir el factor de riesgo, la
disfonía vuelve a aparecer y puede convertirse en una enfermedad crónica.
También son frecuentes los trastornos detectados en el
aparato locomotor postural (columna vertebral), en el aparato circulatorio
(cardiopatías y desórdenes en la presión arterial).
Hasta el momento no ha sido posible hacer coincidir la
cooperación interdisciplinaria para el análisis de las tareas y el logro de
resultados permanentes en el sentido de mejorar las condiciones de trabajo de
los intelectuales, en este caso particular de los docentes.
No es factible encontrar la relación buena salud alto
rendimiento entre este sector laboral. Es muy complejo llegar al punto, en el
que se dé la interacción adecuada entre las exigencias del puesto de trabajo y
las condiciones psicológicas y de equilibrio orgánico. Se carece de métodos que
permitan el diagnóstico precoz de alteraciones orgánicas incipientes y no es
posible conocer en qué grado la sobrecarga de trabajo supera el nivel de
tolerancia en el docente, ya que si éste presenta problemas de salud no los
adjudica directamente a su trabajo.
El deterioro emocional del docente puede ser grave cuando
este tiene sobrecarga física y psíquica a causa de las muchas horas de trabajo,
dedicación, presiones y tensiones en la institución.
Los estresores laborales elicitarán una serie de estrategias
de afrontamiento que, en el caso de los profesionales cuyo objeto de trabajo
son personas, deben ser efectivas para manejar las respuestas al estrés, pero
también han de ser eficaces para eliminar los estresores, dado que los docentes
deben tratar diariamente con esa fuente de estrés.
Cuando las estrategias de afrontamiento empleadas
inicialmente no resultan exitosas, conllevan fracaso profesional y fracaso de
las relaciones interpersonales con las personas hacia las que se destina el
trabajo.
Extraído de
Fundamentos en humanidades
Universidad Nacional de San Luis
Año V N° II (10/2004) 53 / 68 pp.
El síndrome de Burnout y sus posibles consecuencias en el
trabajador docente
Cristina Marrau
Universidad Nacional de San Luis
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