Estrés, profesores internados en
clínicas de reposo, síndrome de de “Burn- Out” ¿sensacionalismo o
realidad?.
Investigaciones recientes sostienen que la docencia hoy en día debe ser
asumida como una profesión de riesgo en tanto se constituye en uno de los
colectivos profesionales más afectados por la depresión, el estrés y el
síndrome denominado “burn-out” (estar quemado). Un tema que en la prensa
nacional con mayor frecuencia lo encabezan titulares como: “La salud mental de
los maestros”, “Profesores internados en clínicas de reposo”, o “Los maestros
se están enloqueciendo”.
Esta última afirmación, llevó a la Universidad de Los Andes a adelantar
un estudio sobre los maestros de Bogotá con el propósito de analizar factores
que afectan su bienestar psicosocial y su desempeño laboral. En este trabajo se identificaron diferencias
entre la salud física, emocional y psicológica de los docentes; sin embargo, no
se encontraron niveles de perturbación significativos y, por el contrario, se
identificó una tendencia hacia el bienestar y un alto uso de estrategias para
enfrentar dificultades de forma exitosa.
¿Se trata de prensa sensacionalista? ¿Un asunto sobredimensionado por
los grupos sindicales? Lo cierto es que el tema está tan extendido dentro del
magisterio que los mismos docentes lo consideran normal, como algo propio de la
actividad que desarrollan.
Emilio Tenti, reconocido sociólogo experto en temas de política
educativa y condición docente presenta un indicador que podríamos asociar al
malestar docente: solo el 35% de los docentes mexicanos, el 45% de los
argentinos y el 53% de los brasileros, aspiran a seguir trabajando como
docentes en el aula.
El tema que desde luego requiere prudencia en los análisis dado que sus
causas admiten un sin número de explicaciones que van desde la sociología,
pasando por la psicología, hasta la política educativa, y cuyo peso específico
cambia según los contextos, se asocia principalmente a las condiciones de
trabajo del sector docente en las que existe una distancia enorme entre el
ideal y la realidad de su práctica, a menudo decepcionante, dado el estado de
algunas instituciones educativas, la falta de recursos pedagógicos, la
exigencia de atender a muchos estudiantes por curso, el desinterés de aprender
de los alumnos y las condiciones de pobreza de los jóvenes y sus familias. A
esto se suma que sobre ellos recae la culpa por los malos resultados de los
estudiantes.
Sin embargo, desde hace algunos años se ha venido consolidando una
tendencia a superar la visión de sobrevalorar el peso de los resultados de los
alumnos en pruebas estandarizadas, dando importancia a trabajar sobre otros
asuntos como la actitud de los docentes respecto a las nuevas generaciones, el
impacto de los cambios tecnológicos sobre la autoridad de los docentes para
trasmitir conocimientos, el déficit de sentido de la transmisión de contenidos
intergeneracionales, el lugar subalterno de la escuela para trasmitir
conocimientos socialmente significativos. Todo esto expresa que el modelo
educativo tradicional está agotado y por ende las estrategias para evitar el
fracaso escolar requieren ser renovadas de manera conjunta con los maestros.
En Colombia claramente damos un paso atrás de ésta tendencia e
ingresamos al círculo de países que paga por resultados; el Ministerio de
Educación Nacional decreta en febrero de 2015, el Día de la Excelencia cuyo
propósito es que cada colegio responda por la resultados académicos de sus
alumnos medido en las Pruebas Saber, y otros indicadores de progreso,
eficiencia y ambiente escolar. Si el colegio mejora recibirá un premio: “Desde
el vigilante hasta el rector tendrán un salario adicional”. Maestros,
sindicatos y líderes de opinión han manifestado su voz de protesta sobre las
implicaciones de poner en marcha un decreto sin consultarlo con los maestros, y
el riesgo de continuar reproduciendo desigualdades pues es probable que los
mejores mejoren y sean ellos quienes reciban los incentivos.
Otro fenómeno asociado a la figura del docente, documentado por el PNUD se refiere a los
actores sociales más influyentes en la definición de expectativas de futuro de
los jóvenes. Los profesores se encuentran en los lugares más bajos de la escala
en comparación con la familia, los amigos y la experiencia de vida.
En síntesis, la situación actual de los docentes parece ser muy distinta
a la de décadas anteriores, los jóvenes ya no los reconocen como “modelo”, proyectan
su vida a partir de otros patrones sociales, los gobiernos orientan sus
políticas a contracorriente de las nuevas tendencias y sin consultar a la
comunidad educativa; estas nuevas condiciones generan malestar, crisis de
autoridad pero al mismo tiempo la posibilidad de entender el nuevo sentido de
la acción docente.
Fuente artículo: https://compartirpalabramaestra.org/columnas/malestar-docente
LUZ
AMPARO MARTÍNEZ
Licenciada en Educación, Magíster en Investigación Educativa, y
Magíster en Tecnología de la Educación. Fue Directora del Premio Compartir al
Maestro; Gerente del Proyecto Nacional de Bilingüismo en el MEN; Directora de
Evaluación y Acompañamiento de la Secretaría de Educación del DC; Decana
Facultad de Educación de la Universidad de La Salle en Bogotá; autora de
estudios sobre informática educativa y rol del docente en la calidad educativa.
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