¿A que se considera “Síndrome de Burnout”? ¿Cómo fue evolucionando el concepto a lo largo del tiempo? ¿Qué dimensiones se consideran actualmente? ¿Cómo se explica el síndrome en su vinculación con la vida laboral? ¿Qué otras teorías explican el burnout en la actualidad?
Hace aproximadamente 35 años, el tema del estrés en el
entorno laboral se ha vinculado a un fenómeno del cual se ha hablado, escrito e
investigado ampliamente y en orden ascendente, cediendo incluso parte de su
protagonismo, el denominado síndrome de burnout. No existe una definición
unánimemente aceptada de este síndrome, puede incluso encontrarse con
diferentes términos, del que en español se hace alusión al síndrome de
desgaste, o del quemado.
Freudenberger, quien lo introdujo en el terreno científico,
describe clínicamente el síndrome como "una sensación de fracaso y una experiencia agotadora que resulta de una
sobrecarga por exigencias de energía, recursos personales o fuerza espiritual
del trabajador". (1974)
Posteriormente, Maslach (1979), al observarlo en el trabajo
social, lo definió como un estrés crónico por el contacto con los clientes, que
lleva a la extenuación y al distanciamiento emocional hacia éstos. Hasta el
momento se identificaba como agotamiento, desgaste, pero las referencias de
quienes lo padecían permitió reconocer otros dos componentes: la
despersonalización y la falta de realización personal.
La definición desarrollada por Pines (1988) contrasta con
esta comprensión del burnout como un síndrome tridimensional. Este autor lo
definió como un estado de agotamiento físico, mental y emocional, causado por
un largo periodo involucrado en situaciones emocionales de demanda, que puede
aparecer en cualquier ámbito, no solo laboral.
En congruencia, elabora una medida unidimensional del
burnout: el Tedium Measure (TM), que inicialmente distingue profesiones de
servicios de las restantes, después elimina estas diferencias y aparece el
Burnout Measure (BM).
Esta comprensión unidimensional absolutiza en demasía la
dimensión afectiva y energética del burnout, con énfasis en el agotamiento; la
tridimensional, incorpora a lo afectivo, lo actitudinal y valorativo, lo cual
permite comprenderlo como un proceso que se integra en los mecanismos
autoreguladores de la personalidad y determina el comportamiento.
Las ideas iniciales de Freudenberger, Pines e incluso
Maslach, se caracterizaron por comprender el burnout desde un enfoque clínico,
como un conjunto de síntomas propios de un estado final, al que se llega por el
estrés. Sin embargo, el reconocimiento de la participación de variables
contextuales y personales que, interrelacionadas, determinan las
manifestaciones del síndrome en fases o etapas, han permitido comprenderlo como
un proceso de naturaleza psicosocial.
La forma en que el síndrome se desarrolla a partir de las
múltiples variables que intervienen en él, ha tenido una variedad de
explicaciones diferentes, difícilmente superada por otro fenómeno de naturaleza
psicosocial laboral. Gil Monte y Peiró (1997) ofrecen una sistematización de
las mismas, a partir del sustento teórico del que parten, lo cual se utiliza a
continuación como referente para comentar algunos modelos explicativos.
Los modelos vinculados con la teoría organizacional explican
el burnout a partir de variables organizacionales, las cuales desencadenan el
proceso. Uno de los primeros modelos de este grupo es el de Golembiewski, el
cual destaca las disfunciones de rol (sobrecarga o pobreza de rol), como
desencadenantes de las actitudes despersonalizadas que serían el elemento clave
del proceso. Particular importancia se le ha concedido desde entonces a los
conflictos y disfuncionalidad de roles como antecedentes del síndrome a nivel
organizacional. Se identifican como predictores, la sobrecarga laboral
mantenida, la incongruencia entre la persona y su trabajo (Maslach 2008) y el
apoyo social en las relaciones interpersonales en el trabajo.
Los estudios desarrollados desde esta perspectiva
organizacional se centran en demostrar el carácter exógeno del burnout y su
vinculación etiológica con la vida laboral, conveniente para orientar las
acciones de intervención y prevención hacia el cambio organizacional y de las
condiciones exteriores de trabajo. No obstante, posteriormente se introducen
desde esta perspectiva, incluso algunas variables que tienen relación con las
condiciones interiores de trabajo, como la capacidad para tomar decisiones y
desarrollar habilidades en el trabajo.
En el marco de la teoría sociocognitiva del yo se
identifican otros modelos explicativos, los cuales consideran como la variable
relevante la autoeficacia (Cherniss, 1993) y las expectativas en relación con
el desempeño de la tarea (Brill, 1984). Los entrenamientos dirigidos a dotar a
los trabajadores de conocimientos y habilidades para el desempeño de su
trabajo, así como potencializar la autoeficacia, han demostrado su efectividad
para la reducción del burnout. Según las teorías psicodinámicas y
existencialistas (Pines) el burnout aparece cuando no se logra en la profesión
satisfacer las necesidades de actualización y el desarrollo de las máximas
potencialidades.
Los modelos desarrollados desde la teoría sociocognitiva del
yo, las teorías psicodinámicas y existencialistas, colocan el burnout como un
fenómeno más relacionado con la dinámica psicológica individual, mientras sus
desencadenantes organizacionales son menos consideradas.
Desde las teorías del intercambio social, específicamente
sobre la base de la teoría de la equidad, el burnout tiene su etiología en las
percepciones de falta de equidad o falta de ganancia, que desarrollan los
individuos como resultado del proceso de comparación social cuando establecen
relaciones interpersonales. Los estudios sobre el burnout, donde se emplea el
modelo psicosocial de esfuerzo - recompensa son una expresión actual de este
último grupo, así como los que incluyen los procesos de comparación social en
general (Grant y Campbell, 2007). Esta alternativa incluye variables novedosas
del individuo y del ambiente relacionadas de forma particular, lo que sin dudas
ofrece una atractiva explicación alternativa del síndrome, al no absolutizar lo
externo o lo interno, sino la dinámica que adquieren. No obstante, las
condiciones de trabajo operacionalizadas en los constructos de esfuerzo y recompensa
son aunque esenciales, relativamente específicas.
El contagio de las emociones es otra teoría desde la cual
suele explicarse el burnout. Las emociones y creencias que existen en los
grupos laborales se van desarrollando en la interacción social, compartir
situaciones comunes habitualmente provoca una compenetración conjunta con
experimentación de emociones colectivas y el burnout puede ser resultado de un
contagio. Interesante propuesta para explicar su expresión en el colectivo
laboral, pero no su origen individual.
Intentar explicar el burnout como puede apreciarse, conduce
al problema de los determinantes externos o internos, lo cual no es un dilema
solo cognoscitivo, tiene también implicaciones éticas, pues condiciona la
dirección de las acciones para prevenirlo. En deportistas, por ejemplo, se ha
identificado que las variables personales predicen en mayor medida sus tres
componentes. Las evidencias apuntan a que ambos, estresores laborales y
características individuales están asociados con sus dimensiones, sin embargo,
estudios de meta-análisis y experimentales han revelado que las condiciones
organizacionales adversas son más responsables que los rasgos de la
personalidad (Gil Monte, 2005). En cuanto a variables personales como edad,
sexo, nivel de escolaridad, ocupación y antigüedad, las relaciones son
inconsistentes (Barraza, 2011).
La teoría de la conservación de los recursos (Hobfoll, 2001)
constituye un referente teórico interesante para la comprensión del burnout.
Los principios de esta teoría sostienen el efecto motivador que tiene la
experiencia de pérdida de recursos, lo cual convoca a una movilización para
recuperar lo perdido, protegerse de nuevas pérdidas u obtener nuevos recursos,
y esto puede provocar pérdidas secundarias. El burnout se explicaría como el
resultado de un ciclo de pérdida de recursos sin su recuperación equilibrada,
metafóricamente un lento desangrado (Gorgievski y Hobfoll, 2008).
Estas ideas han sido ampliamente desarrolladas en los
estudios de Shirom (2003), quien propone el Shirom-Melamed Burnout Measure
(S-MBM) como alternativa instrumental, evalúa la fatiga física, el agotamiento
emocional y el cansancio cognitivo. Su operacionalización es consecuente con
una jerarquización de los recursos energéticos, destaca así el elemento de
agotamiento o cansancio y el estrés crónico como su antecedente, y permite
distinguir el burnout de otros procesos emocionales. Sin embargo, se centra en
una sola dimensión, esto solapa el burnout con algunos tipos de fatiga de
origen ocupacional y no queda explícito el efecto en la personalidad, en las
actitudes y valoraciones, con el peligro que esto implica.
El modelo de Demandas - recursos también está basado en
estos principios teóricos y explica el
burnout por un desbalance entre las demandas del trabajo y los recursos
sociales u organizacionales, lo cual, por una espiral de deterioro de la salud
(Llorens, García y Salanova, 2005) conduce a una fatiga crónica y al burnout.
Primeramente, se identifican como recursos los laborales y organizacionales,
pero diversos estudios han revelado el papel de variables de la personalidad en
el manejo de las demandas, congruentemente, estudios actuales identifican al
burnout como resultado de crisis sucesivas de ineficacia y se integran resultados
obtenidos desde la teoría de los recursos claves.
El burnout es sin dudas un fenómeno complejo, pues en él
intervienen múltiples variables relacionadas que determinan todo el proceso. Es
una consecuencia del estrés laboral crónico, mantenido, pero éste no puede
identificarse como su causa. Las condiciones exteriores de trabajo, que son
evaluadas por el trabajador como excedentes o desbordantes de sus recursos
habituales de afrontamiento e implican movilizar esfuerzos cognitivos y
conductuales para afrontarlas, desencadenan un proceso que puede ser mantenido
en el tiempo, con el consecuente agotamiento de los recursos involucrados en
afrontar las demandas, si estos no se recuperan.
En este proceso de evaluación interviene la personalidad,
portadora de recursos psicológicos y reguladora de las estrategias que se
adoptan. La relación entre lo externo y lo interno viene dada por el proceso
mediador que determina la respuesta emocional y fisiológica del estrés, pero no
se agota en ese momento del proceso, determina además las decisiones que el
sujeto adopta para lidiar con el agotamiento consecuente, su actitud ante esto,
todo lo cual tiene un efecto de retroalimentación en la propia personalidad,
por el impacto en la eficacia y la realización personal en el trabajo.
Extraído de:
“Estrés laboral y síndrome de burnout en docentes cubanos de
enseñanza primaria”
Tesis presentada en opción al Grado Científico de
Doctor en Ciencias de la Salud
Autora: M. Sc. Arlene Oramas Viera
Tutor: Dr. C. Nino del Castillo Martín
Asesor: Dr. C. Jesús Eladio Sánchez García
La Habana, Cuba 2013
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