El síndrome de burnout es una respuesta prolongada a una
serie de estresores emocionales e interpersonales crónicos en el trabajo y se
explica por medio de tres dimensiones: agotamiento emocional,
despersonalización o cinismo y baja realización personal. La profesión docente
es una de las más vulnerables a este síndrome debido a su carácter asistencial
y de dependencia de los estudiantes para con el profesor. Por ejemplo, Heibert
y Farber encontraron, tras la revisión de 71 artículos, evidencias para
considerar a la profesión docente como una de las más estresantes.
Existen diversos modelos teóricos que explican el desarrollo
de la sintomatología propia del síndrome de burnout. El modelo sociocognitivo
se centra en las variables de personalidad como la autoeficacia, la
competencia, el autocontrol, los estilos de afrontamiento, etcétera. El modelo
del intercambio social lo hace en las interacciones que tienen lugar entre el
profesor y los alumnos; mientras que el modelo organizacional enfatiza las
condiciones laborales estresantes. En ese sentido, las principales fuentes de
estrés docente son la falta de tiempo, el excesivo número de alumnos por clase,
la mala conducta de los estudiantes, el desinterés de los padres respecto de
sus hijos, la falta de motivación del estudiante y el papeleo burocrático.
Aunque se han realizado diversos estudios, la información es
todavía contradictoria, ya que el perfil epidemiológico de mayor riesgo, según
algunos estudios, es el de una mujer de 43 años, soltera, sin hijos y con una
antigüedad de 19 años en el trabajo (Latorre). Sin embargo, según Cordeiro,
Guillén y Gala, el perfil de riesgo incide prioritariamente en varones
divorciados con poca iniciativa, que declaran no haber tenido una buena
formación, que trabajan más de 10 años en el mismo centro educativo y en
colegios ubicados en zonas marginales, cuya edad oscila entre 31 y 50 años.
En nuestro estudio encontramos también un perfil del docente
con estrés crónico: un varón casado de 38 años de edad, que labora en una
institución al mínimo, con leve agotamiento emocional y severos grados de
despersonalización y baja realización personal. De hecho, el índice de
profesores que padece de síndrome de burnout es de 92,7%; de ellos, el 6,9%
presenta síndrome de burnout en un grado severo. En el estudio de Marqués et al,
de una muestra de 777 profesores, se encontró que el 36,6% percibe su profesión
como moderadamente estresante; 42,7%, como muy estresante; mientras que el
11,3% la percibe como extremadamente estresante. En la investigación de
Fernández, con una muestra de profesores limeños, 63,8% estarían expuestos a
presentar síndrome de burnout a corto plazo, hecho que corresponde con sus
declaraciones respecto de que los profesores de la capital presentan grados más
elevados que los de provincias.
En cuanto a las dimensiones de síndrome de burnout, en
nuestra investigación, 13,3% de docentes presenta agotamiento emocional, 51,5%
presenta despersonalización, y 66,1% baja realización personal en grados severos.
En el estudio de Restrepo et al., los niveles severos de agotamiento emocional
y despersonalización alcanzan al 37% y 34% de su muestra (244 docentes),
respectivamente; mientras los resultados de Arís (2009) señalan que el 46% de
profesores presenta agotamiento emocional, 20% despersonalización y 48% baja
realización profesional. En la investigación de Fernández, que es más próxima a
las condiciones socioculturales de nuestra muestra, el 33,7% de los docentes
evaluados presentan grados altos de agotamiento emocional,
33%, grados altos de despersonalización y 50% grados altos
de baja realización personal. La realización profesional sería la dimensión más
afectada en el caso de los profesores de estos estudios debido a la baja
aceptación social que tiene y ha tenido la carrera docente en el Perú en estos
decenios.
Además, hemos encontrado relaciones muy particulares entre
las dimensiones del síndrome de burnout y las variables sociolaborales
analizadas. De manera general, el tipo de gestión se relaciona con la despersonalización
y la baja realización personal. De esta manera, los profesores de instituciones
educativas de gestión nacional presentan mayor despersonalización y los
profesores de instituciones educativas privadas presentan menos realización
profesional. Este dato es congruente con un hecho percibido en las instituciones
educativas nacionales y privadas, ya que, mientras en las primeras los docentes
demuestran mayor distanciamiento con sus estudiantes, en las segundas, están
expuestos a más trabajo dentro y fuera de la escuela. Este hecho
deviene en su baja realización personal, más aún, si el sueldo que se recibe en
las instituciones educativas privadas es en muchos casos inferior al que
reciben los profesores que trabajan en colegios nacionales.
En ese sentido, hemos encontrado relaciones bajas y
moderadas entre los ingresos económicos y la baja realización personal de
docentes varones. Aunque la relación es baja y negativa (-0,141), esto sugiere
que en los docentes varones los ingresos económicos insuficientes les generan
baja realización personal, debido quizá a la idea extendida en los países
latinoamericanos, de que es el hombre quien lleva el dinero al hogar. En el
caso de las mujeres, se hallaron relaciones similares entre los ingresos y el
agotamiento emocional. Con respecto al estado civil, se han obtenido relaciones
significativas con la baja realización personal de los profesores varones
(-0,144), ya que los profesores solteros presentan mayores grados de baja
realización profesional, de manera similar a lo reportado por Fernández.
En cuanto al tiempo de servicio, hemos obtenido relaciones
significativas entre el agotamiento emocional y esta variable para el caso de
las mujeres (-0,150), por lo que las profesoras que laboran más tiempo se
encuentran menos agotadas, contrariamente a lo que se reporta en otros estudios
(Hermosa, 2006; Arias y González, 2009). Sin embargo, en la literatura se han
ofrecido algunas explicaciones para este hallazgo, ya que los docentes menos
expertos suelen tener mayores sentimientos de ineficacia, lo que los conduce a
desarrollar una sintomatología de desgaste por el trabajo (Moriana y Herruzo).
No hemos encontrado relaciones significativas entre la edad
y el número de hijos con las dimensiones del síndrome de burnout, como se ha
hecho en otros estudios (Ayuso y Guillén). Tampoco se ha valorado el nivel de
enseñanza (primaria y secundaria) o la sobrecarga laboral, en función del
número de instituciones educativas en que trabajan los profesores de nuestra
muestra, como se ha investigado en el estudio de Fernández (2002). Consideramos
que estas limitaciones, si bien es cierto no nos permiten profundizar en las
relaciones entre estas variables y el agotamiento emocional, la
despersonalización y la baja realización personal; no restan relevancia a los
resultados obtenidos. Sin embargo, una limitación que sí se debe superar en
estudios posteriores es la representatividad de la muestra, ya que en esta
oportunidad se realizó un muestreo no probabilístico.
Por otra parte, mientras los docentes varones presentan un
grado severo de agotamiento emocional en el 14,2% de ellos, el 13,3% de las
mujeres alcanza este grado de severidad en la misma dimensión. En otras
palabras, los varones presentan mayor agotamiento emocional (X1=17,622 para los
varones y X2=16 para las mujeres). Sin embargo, en el estudio de Ayuso y
Guillén (2008), las mujeres presentan mayor agotamiento emocional (53,9% frente
a 46,2%). Con respecto a la despersonalización, el 55,1% de los varones y el
47,2% de las mujeres presentan grados severos en esta dimensión, con una media
de 10,5 de baja realización personal, el 72,4% de docentes varones y el 58,5%
de docentes mujeres obtuvieron grados severos en esta dimensión (X1=27,59 y
X2=30,96, respectivamente).
Todo ello, nos conduce a la conclusión de que los varones se
ven ligeramente más afectados por el síndrome de burnout en un nivel moderado,
aunque estas diferencias no son significativas. De hecho, el 93,7% de
profesores presenta un grado moderado de burnout y el 6,3% poseen un grado
severo, mientras que el 91,5% de las docentes presenta un grado moderado y el
7,5% muestra un grado severo de síndrome de burnout; es decir, el estrés es más
severo en las mujeres. Por un lado, posiblemente, esto se deba a que las
profesoras, además de desempeñar su rol profesional, tienen también mayores
responsabilidades en casa para con sus familias, en comparación con los
varones. Por otro lado, pudiera ser que la severidad del estrés se deba a un
mayor compromiso en el trabajo, ya que se ha señalado que las docentes
idealizan más su trabajo y tienden a demostrar mayor entrega. Este factor puede
ser causa de estrés, si a pesar de sus esfuerzos, sienten que no consiguen los
logros esperados (Aldrete et al).
Sobre este aspecto, sería necesario indagar más
empíricamente; sin embargo, podemos decir que, si bien la mayoría de docentes
varones presenta grados de estrés moderado, las docentes tienen un grado de
estrés más severo. Estos resultados son semejantes a lo que encontró Fernández
en una muestra de 264 profesores de Lima, donde las mujeres obtienen
puntuaciones más altas en la severidad del síndrome de burnout. El hecho de que
los varones obtengan valores más ligeramente elevados de síndrome de burnout en
el grado moderado, pero no severo y de agotamiento emocional o
despersonalización, o baja realización personal también puede deberse a que las
mujeres cuentan con mayores recursos interpersonales, dada su apertura a la
comunicación, la socialización y las relaciones menos superficiales con otras
personas en diversos escenarios de la vida.
Como comentario final, podemos decir que, a pesar de la
creencia generalizada de que la docencia es un trabajo sencillo y cómodo, esto
no es así (Noyola y Padilla), ya que los docentes están expuestos a diversas
fuentes de riesgo psicosocial como el estrés laboral, producto del contacto
prolongado con los estudiantes, dentro de un contexto económico, social y
organizacional, que les es muchas veces adverso. Para revertir los diversos
riesgos psicosociales, hace falta investigar en mayor medida otras variables
como los estilos de afrontamiento, la sobrecarga laboral, etcétera; pero
también se deben implementar medidas organizacionales para capacitar a los docentes
y fomentar formas de trabajo y relaciones laborales más saludables.
Extraído de:
Síndrome de burnout en docentes de Educación Básica Regular
de Arequipa
Walter Lizandro Arias Gallegos
Noelia Araceli Jiménez Barrios
En: Educación Vol. XXII, N° 42, marzo 2013
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